Centenario del laudo limítrofe con Chile
El 20 de noviembre de 1902 lo suscribió el rey Eduardo VII, pero recién al día siguiente Londres lo divulgó al mundo. A ambos lados de la cordillera, la paz asegurada apenas mitigó los recelos de un año azaroso.
Hace exactamente un siglo Argentina y Chile comenzaron esta semana de noviembre con nutridos comentarios sobre la disputa fronteriza. Sus pueblos y gobiernos se habían mantenido en vilo -y por momentos hasta lucieron sus aprestos bélicos- a ambos lados de la cordillera. Y a pesar de que la inminente definición arbitral no haría desaparecer los mutuos recelos, la rúbrica que estampó Eduardo VII -hijo de la célebre y ya desaparecida reina Victoria- en los pliegos del dictamen, trajo, vía telegráfica desde Londres, algún sosiego.
Ambos países habían vivido hasta poco tiempo atrás el drama que preludia a todo conflicto armado y que no frenó una frenética carrera armamentista. Finalmente, suscrito el laudo, inmediatamente se programó un plan de colocación de más de 120 hitos limítrofes.
Caras y caretas
El coronel sir Thomas Holdich había sido el protagonista que verificó a nombre de la corona los estudios preliminares que se encomendaron para analizar los encontrados argumentos de las partes en disputa. Los diarios se hicieron eco de sus andanzas por la Patagonia y las de sus comisionados, como los capitanes Thompson y Robertson que, acompañados por Francisco Pascasio Moreno, el perito argentino, fueron fotografiados por Carlos A. Gallardo cuando partieron de Río Gallegos hacia Güer-Aike, vistas que ilustraron una nota de Caras y Caretas del 19 de abril de 1902 y se incluyen en esta página. La tapa de ese número -el 185- aludió irónicamente a la compra de dos acorazados de 14.000 toneladas frente al hambre de muchos argentinos y en otras ediciones frecuentó el tema del conflicto o encarnó a sus protagonistas con dibujos de Cao, el único humor posible para semejante drama.
Holdich, que en su recorrida por el valle 16 de Octubre del Chubut había visitado ese año la estancia de Martín Underwood y el 30 de abril concretó la celebrada visita a los pobladores galeses cordilleranos, registró como decisivo argumento de adjudicación arbitral su asentamiento al pie de los Andes patagónicos. Un puñado de galeses lo recibieron en la escuela N° 18 de Trevelin, y el suceso en el que ellos declaman querer pertenecer a la Argentina se toma como «el plebiscito» que inclinó la balanza a la hora de las decisiones de la traza (y que el reciente libro «1902», de Jorge Fiori, secretario de Cultura de Trevelin y del periodista chubutense Gustavo de Vera, detalla con precisión).
El bigotudo rostro de Holdich apareció reiteradamente aquel año en Caras y Caretas, incluso -antes de regresar a Inglaterra para la faz previa al fallo- cuando aceptó una visita recreativa a «la movediza» de Tandil (edición de C y C del 28 de junio de ese año).
Periodismo de anticipación
Mucho antes, mientras a ambos lados de la cordillera las conjeturas sobre la decisión arbitral se dibujaba de distintas maneras, lo publicado por La Prensa el 29 de abril vaticinaba con increíble anticipación cómo y cuándo sería el laudo.
Coordinando datos e investigaciones propias, el diario sostuvo que «algunos informantes garantizan que el laudo será dictado en noviembre (como efectivamente sucedió 7 meses después de vaticinarlo) o a más tardar en los primeros días de enero». La misma nota también aseguraba que «ninguno de los litigantes triunfará por completo pues se trazará una frontera convencional. Los que así opinan prescinden de la misión de sir Thomas Holdich como si sus estudios y su dictamen no hubiera de ejercer influencia en lo fundamental del fallo». Aunque el articulista expresamente se excusaba de divulgar simples rumores pero decía basarse en «fuentes autorizadas», parecía sólido cuando sostenía que «la cuestión de límites está ya resuelta y el laudo acordado (…) desde antes del despacho de la comisión de estudios». Aludía así con desdén al trabajo y opinión del ya mencionado coronel británico. Abundaba en datos y razones que harían prescindir de argumentos y estudios porque «la línea fronteriza no se ajustará ni al criterio de las altas cumbres ni al del divortium aquarium y correrá dentro de la zona abarcada por las líneas del señor Barros Arana y del Dr. Moreno, es decir, dentro del terreno de la disputa». También precisaba que Ultima Esperanza sería para Chile y el de la Patagonia central para la República Argentina, domino de valles efectivamente poseídos por ella como es el de 16 de Octubre», como sucedió.
Poco antes del fallo arbitral los tiempos políticos de Chile no eran los mejores: varios parlamentarios querían que el conflicto no frustrara el ferrocarril por el paso de Uspallata mientras un tribunal objetaba los fondos gastados por el gobierno en agasajar a los delegados argentinos, padecerían una crisis ministerial, aunque su flota estaba alistada, aún a principios de noviembre, cuando el director general de la Armada, almirante Montt, inspeccionó los nuevos buques. Días antes en Mar del Plata se incendiaba la primitiva rambla de madera -3 de noviembre- y en Alemania se deterioraba la salud del poderoso Federico Alfredo Krupp, muerto pocos días después. Era nieto del fundador de la dinastía armamentista y abuelo de quien ayudaría a Hitler a llegar al poder.
Colón y araucanos
En la Catedral de Valencia, el 17 de noviembre, Cristóbal Colón era trasladado desde la cripta hasta un mausoleo en pomposa ceremonia y en presencia de su descendiente conde de Veragua (aunque su antepasado avistó tierra). Pero todavía en su descubierta América los indios estaban cabreros al margen de los nacionalismos divisorios: el mismo día que Eduardo VII rubricaba el laudo, el intendente de Cautín, Chile, clamaba a Santiago se le remitiera un regimiento de línea para sujetar a los araucanos despojados de tierras. La tecnología también estaba a punto de cambiarlo todo, y contemporáneamente el ingeniero Guillermo Marconi, más tarde premio Nobel en física, transmitía en esos días embarcado en el Carlos Alberto su maravilla de telegrafía sin hilos desde la costa australiana.
La noticia de la firma del laudo arbitral se publicó escuetamente en los diarios porteños del 22 de noviembre y lo daba como firmado el día 21, el mismo en que el doctor Terry, ministro argentino de Santiago de Chile, aceptaba la cartera de Hacienda en el segundo gobierno de Julio A. Roca. La Prensa de Buenos Aires publicó el 23 toda la larga cordillera con las trazas laudadas fraccionada en dos grandes mapas de páginas enfrentadas, como lo hicieron los principales diarios porteños, casi todos con cautelosos comentarios, siendo El Diario el más entusiasmado con el resultado de la puja y en elogio al trabajo de la comisión argentina. Y aunque en los dos países hubo desazones, en Chile se desató una dura autocrítica.
fnjuarez@interlink.com.ar
Curiosidades
• Noticias de Chos Malal, del 16 de noviembre de 1902 indicaban que había concluido el sumario levantado con motivo del crimen de las minas de Millá Michicó sin que se haya podido comprobar plenamente cuántos son los autores. Ese día detuvieron a 6 varones y una mujer comprometidos en el hecho. Se tomaron 57 declaraciones y dos comisiones aún buscaban a quien había sido visto por el menor Castillo, quien reconoció una tabaquera encontrada en el lugar del crimen.
• Al mismo tiempo el comisionado nacional Leopoldo Lugones innovaba en la cárcel una nueva disciplina que cambiara «el antiguo sistema carcelario».
• El único preso engrillado de esa cárcel era el recapturado Juan Bautista Lara, quien confesó su fuga a un periodista: «La noche de la evasión -contó Lara- estaba acostado cuando escuché un gran barullo en la guardia. Me levanté a mirar por una rendija y descubrí la puerta abierta. Salí. Eran las 9». Llegó hasta un cerro a una legua del pueblo, se escondió entre rocas durante tres días en que sólo comió pasto. Después caminó, costeó el río Neuquén hasta el paso Villagra y cruzó a media noche sin ser visto. Cuatro días después lo alcanzó el comisario Magnasco a corta distancia de la divisoria con Chile. «No tuve cómplices y admiro la sagacidad del comisario», concluyó.
• Días antes el gobernador neuquino citó en presencia del comisionado Leopoldo Lugones a los señores Trotta, Pueyrredón, Agote y Dachary para que ratificaran los cargos contra las autoridades locales publicados en los diarios porteños (aducían haber sido apaleados y saqueados por la policía) pero eludieron hacerlo. Se retiraron, pero ese mismo día junto a dos policías dados de baja telegrafiaron al presidente de la República denunciando nuevas persecuciones.
• Para el 20 de noviembre del mismo año en Chubut, las quejas eran del colono John Hugues a quien el gobernador Conesa no pagaba sus trabajos en un camino a 4 leguas de Rawson y le decía que requiriera el cobro en la municipalidad «que en realidad no existe», según un cronista. Al mismo tiempo llegaban para poblar en Camarones los boers Enrique Greglin, C. J. Visser, Abraham Botha, H. J. Visser, N. J. Jooste y W. Calsech.
• A la vez en Comodoro Rivadavia daban cuenta de los «chalets muy lindos en los campos cedidos por el gobierno» a los pioneros también boers Bauman, Couler y Livingston.
• El 23 de noviembre en Pilcaniyeu nació una monstruosa potranca de Domingo Lucero con dos bocas y tres ojos. Mejores equinos animaron allí la juerga de cinco jornadas con presencia de los comisarios de Ñorquinco, 16 de Octubre y Bariloche. Este hizo de tercero y el de 16 de Octubre de juez de bandera (anuló una carrera en la que se jugaron 5.000 pesos).
Por Francisco N. Juárez
Hace exactamente un siglo Argentina y Chile comenzaron esta semana de noviembre con nutridos comentarios sobre la disputa fronteriza. Sus pueblos y gobiernos se habían mantenido en vilo -y por momentos hasta lucieron sus aprestos bélicos- a ambos lados de la cordillera. Y a pesar de que la inminente definición arbitral no haría desaparecer los mutuos recelos, la rúbrica que estampó Eduardo VII -hijo de la célebre y ya desaparecida reina Victoria- en los pliegos del dictamen, trajo, vía telegráfica desde Londres, algún sosiego.
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