Cincuenta años de historia en una novela intimista

Buenos Aires, (Télam).- La literatura, con la que mantiene una relación más discontinua y marginal que con el teatro, coloca al dramaturgo Carlos Gorostiza en el primer plano de las novedades editoriales: acaba de llegar a las librerías «La buena gente», una novela que recrea de manera lateral más de cincuenta años de historia argentina.

Un relato de tiempos morosos, con una prosa descriptiva que no deja a la vista ninguna de las marcas habituales de la dramaturgia es el formato elegido por el autor de «El puente» para desplegar su quinto desembarco en la narrativa luego de «Los cuartos oscuros», «Cuerpos presentes», «El basural» y «Vuelan las palomas», esta última ganadora del Premio Planeta en 1999.

«El libro surgió a partir del interés que sentí por uno de los personajes, el de Mamamaría, que tiene una historia atravesada por su origen indígena -destacó Gorostiza-. La creación está separada de la teoría… con esto quiero decir que recién cuando estaba avanzada la novela descubrí una posible lectura que me hubiera gustado volcar en un ensayo».

«Creo que en la Argentina hay un proceso dialéctico incompleto y que el día que se resuelva nos va a revelar nuestra identidad: un poco la tesis de nuestro país es la población indígena, mientras que la antítesis está dada por el gran flujo inmigratorio que tuvimos a lo largo del siglo», indicó.

«Nos falta la síntesis de ese proceso, pero el día que se produzca seguramente nos va ayudar a reconstruir nuestra identidad -señaló Gorostiza-. En la novela, hay dos personajes que representan a cada uno de estas dos vertiente: son Víctor y Mamamaría, que se aman pero nunca pueden cristalizar ese amor».

Recién editado por el sello Planeta, «La buena gente» narra la historia de Cecilia y Gustavo, dos jóvenes radicados en el sur que imprevistamente deciden volver a Buenos Aires tras escuchar el llamado del abuelo de uno de ellos anunciando la proximidad de una tragedia.

La expectativa por el reencuentro se frustra momentáneamente porque nadie atiende la puerta. Sin embargo, en ese lapso que ocupa la espera ellos evocan sus historias y la de sus antepasados, accionando al mismo tiempo una serie de recuerdos que reflejan desde la sociedad de los 40 con el auge de la radio y el tango hasta el autoritarismo y la violencia de los 70.

El nombre de Gorostiza está largamente asociado a la escena, tal cual lo acreditan más de cuatro décadas de militancia en el teatro independiente -que entre otras cosas dio origen al ciclo Teatro Abierto durante la última dictadura militar- y piezas dramáticas como «El puente», «El pan de la locura», «Los prójimos», «Los hermanos queridos», «Aeroplano» y «El acompañamiento».

Con la literatura, la relación parece más relajada y con varias interrupciones en el tiempo: «El teatro tiene la cualidad de ser más puntual, más circunstancial que la novela -analizó el autor-. Muchas veces es posible escribir una obra en el mismo momento en que las cosas están ocurriendo. La literatura, en cambio, es más reflexiva y tiende a proyectarse sobre el pasado».

«De pronto elijo a la novela para reflexionar o evocar. La relación con el teatro es distinta, porque se trata de interactuar con lo que está ocurriendo -explicó-. Cuando escribo una novela necesito referirme a una interioridad, por eso trato de no trasladar la estructura del teatro a la literatura.