ESI y perspectiva de género

En relación a la Educación Sexual Integral (ESI), el Ministerio de Educación de Río Negro señala que “trata de instalar la educación sexual desde una perspectiva integral” y “trasmitir información científica y confiable”. De los cinco ejes que propone la cartera, el más polémico es el referido a “Reconocer la perspectiva de género”.

Quienes escriben sobre este eje son sólo mujeres. Conocidas autoras formadas en disciplinas con competencia en el tema (antropología, historia, ciencias sociales, ciencias de la educación, sociología). Todas ellas suscriben al mismo colectivo feminista (las cinco cursaron estudios en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género). No hay ningún autor masculino, ni incluyen mujeres con otras formaciones (biólogas, médicas, pediatras, ginecólogas, psicólogas, psiquiatras, obstétricas, enfermeras, etc.). Por la constitución detallada, queda eliminada toda posibilidad de una perspectiva “integral” prometida por el ministerio. Otorgarle la palabra en exclusividad al colectivo feminista no es la manera como se ha de buscar el equilibrio y corregir la sobre representación del género masculino.

Según una de las autoras del eje, “el género es una categoría construida, no natural, que atraviesa tanto la esfera individual como la social. No hay nada natural o instintivo en la diferente elección que cada género realiza cotidianamente”. Es la construcción que la sociedad realiza sobre los cerebros en la infancia la que “influye de forma crítica en la división sexual del trabajo, la distribución de los recursos y la definición de jerarquías entre hombres y mujeres en cada sociedad”, agrega. “Hay que deconstruir los roles de género, liberar a las mujeres de todos esos condicionamientos sociales, psicológicos, históricos y culturales unidos a su ser mujer”, enfatiza.

Pues bien, es esto lo que se ha tratado de hacer en Noruega en los últimos decenios, con programas legislativos bien precisos, donde en teoría las mujeres y los hombres serían libres de elegir y comportarse de manera igualitaria. Sin embargo, distintos estudios científicos señalan que la realidad se muestra de forma bien diferente.

En las elecciones profesionales, las mujeres eligen a aquellas tradicionalmente vistas como “femeninas” (enfermería, docencia, trabajo social) y los hombres profesiones tradicionalmente “masculinas” (ingeniería). “La paradoja noruega de la igualdad de género” ha subrayado la base puramente ideológica y no científica de esta teoría.

Por ello sostengo que la teoría de la identidad de género se equivoca. Digo ideología a sabiendas del rechazo que provoca este concepto. Ocurre que las bases científicas que sostienen muchos de sus “estudios” son sólo enunciaciones.

John Money, ideólogo y referente de la teoría de género, escribió decenas de artículos y libros donde sostenía que “en oposición al determinismo biológico, el comportamiento de género está regido por la educación como varón o mujer y no por el sexo biológico dado al nacer”. Consideraba el proceso de identidad de género como erradicable. Con esa ideología cometió aberraciones con muchos de los pacientes en los que intervino, como es el conocido y desafortunado “caso David Reiner”.

En la misma línea, en su libro “Mujeres y varones en la Argentina de hoy”, Faur nos dice que “Ni la maternidad tiene un patrón natural”, y como base científica y prueba suficiente para esta afirmación menciona la maternidad lograda por hombres transgénero que conciben sus propios hijos por haber mantenido sus órganos femeninos. Defiende la ideología de género como la responsable de la ruptura del determinismo biológico, como si la formulación de una ideología fuera una prueba suficiente para derribar fundamentos científicos en su contra y anular las leyes de la biología, la genética y la herencia.

Aproximadamente el 7% de la población es homosexual y ya se ha identificado su base genética. La acción hormonal sobre el hipotálamo ha arrimado mucha luz para entender lo hasta hace poco se llamaba disforia de género, hoy por suerte retirado del DSM V (la homosexualidad se retiró en 1972 de ese ridículo compendio que aún tiene vigencia).

Pero el colectivo ultrafeminista no quiere saber nada con la genética (ni con la ciencia).

Afortunadamente la comunidad gay y lesbiana tiene un mayor entendimiento y aceptación.

La comunidad trans necesita más que ninguna otra no ser juzgada por lo que no se entiende o por lo que se teme de ella. La disforia es un síntoma, no una enfermedad. Este displacer para con uno mismo se mitiga con aceptación de la familia, respeto, entendimiento y comprensión de la sociedad y por supuesto con derechos civiles y cupo laboral, entre otras tantas cosas.

El género no se construye ni es de libre elección, se siente desde adentro y a temprana edad. No se puede forzar lo que se siente, ni lo que no se siente. A la luz de los hallazgos de la investigación social más rigurosa que demuestran la persistente y natural diferencia entre géneros, ¿no podría ser precisamente la aceptación de esta diversidad la base sobre la que construir el futuro y la dignidad de todos?

*Médico. Máster en Ciencias Sociales y Salud (Flacso, UNC)

El género no se construye ni es de libre elección, se siente desde adentro y a temprana edad. No se puede forzar lo que se siente, ni lo que no se siente.

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El género no se construye ni es de libre elección, se siente desde adentro y a temprana edad. No se puede forzar lo que se siente, ni lo que no se siente.

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