Cómo fue la “antropausa”: la naturaleza descansó de los humanos por el confinamiento

Investigadores del Conicet y la Universidad Nacional del Comahue descubrieron que murieron menos aves porque bajaron las colisiones con aviones.

¿Cuántas veces se puede correr a los seres humanos de las principales actividades en el mundo para hacer un experimento? Tres científicos patagónicos aprovecharon el momento histórico de la pandemia para investigar el impacto del detenimiento de las actividades del hombre en el hábitat aéreo.

El confinamiento del año pasado fue un experimento único. Que toda la gente hubiera parado y disminuido su actividad productiva a nivel global no había pasado en esta época. A nivel científico, fue una oportunidad para medir el impacto antrópico sobre la biodiversidad”, manifestó Karina Speziale, investigadora del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma), que depende del Conicet y la Universidad Nacional del Comahue.

Ese proceso dio lugar a un nuevo término: la antropausa. “Estamos en el Antropoceno por el impacto antrópico sobre la naturaleza. La investigadora explicó que durante la pandemia y, aún más durante los primeros meses, “hubo una pausa muy fuerte en todo el mundo con el confinamiento de las personas en sus hogares lo que detuvo la actividad económica, los movimientos y otras actividades”.

Biodiversidad. Karina Speziale estudió qué pasó con las aves. Foto: Chino Leiva

Hubo efectos positivos de la “antropausa” sobre el hábitat aéreo global”, y fueron verificados a través de un estudio que realizó Speziale con Sergio Lambertucci, y un becario doctoral del Conicet en La Pampa, Santiago Zuluaga, del Instituto de Ciencias de la Tierra y Ambientales. El informe fue publicado por la revista Trends in Ecology & Evolution.

“Habitualmente los procesos que ocurren en el hábitat terrestre y acuático y su biodiversidad llaman más la atención. No tanto lo que ocurre en el hábitat aéreo.

Pero hay especies que necesitan de ese hábitat para vivir y pasan mucha parte de su tiempo en él, como las aves migratorias. “Las golondrinas pueden estar 10 meses sin dejar de volar y necesitan un espacio aéreo de buena calidad”, detalló Speziale, que es docente de la Universidad del Comahue y miembro del Grupo de Investigaciones en Biología de la Conservación.

Los investigadores acudieron a bases de datos globales y compararon de 4 a 6 semanas de junio y julio durante la pandemia con el mismo período de 2019 de actividad normal. Básicamente estudiaron la reducción de muertes de aves vinculadas a la ausencia de vuelos como así también la baja en las emisiones de carbono a raíz del freno de la actividad industrial.  Se pudo demostrar que en el corto plazo un efecto positivo del confinamiento sobre las especies: “Matamos menos individuos y contaminamos menos. Sabíamos, sin embargo, que la antropausa sería temporal y la mayoría de las personas quería que terminara lo antes posible”, señaló Speziale.

Advirtió que el intento de recuperación por la crisis de la pandemia puede llevar a impactos más sobre la biodiversidad, “hacemos un llamado para repensarnos a la hora de la recuperación económica para hacerla de una manera más sustentable y amigable con el ambiente”.


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