“Con sólo decir que es especial se asustan”

Soy mamá de un niño con TGD, retraso madurativo, y he tenido muchas dificultades para anotarlo en una escuela ya que sólo con decir que es especial mucha gente se asusta. A fines del año pasado tomamos la decisión de mudarnos a la zona de Plottier y la opción de un colegio privado para nuestros hijos parecía lo más adecuado según nuestros anhelos de contención, principalmente de nuestro hijo con dificultades. El colegio elegido fue el Domingo Faustino Sarmiento de esta ciudad. Tal vez suene como excusa, pero por temor al rechazo nos presentamos con una omisión del diagnóstico completo del niño. Cuando el colegio lo aceptó y luego se informó del diagnóstico, nos llamaron y nos pusieron condiciones que cumplimos para hacer posible su permanencia en el colegio. La presencia continua de una maestra integradora fue sostenida por nosotros. A los tres meses la maestra renunció y desde ese día comenzamos a vivir con la angustia de que nuestro hijo llegaba todos los días con marcas de moretones, chichones y rasguños y las maestras que se presentaban en la escuela para ocupar el lugar de la integradora no aceptaban el cargo después de la reunión de presentación con la institución. Cada día se me hacía más difícil conseguir una integradora. Un día mi hija mayor, que también asistía a ese establecimiento, me comentó que los compañeros de mi hijo lo habían atacado en el salón de clases. En ese momento hablé con él y pudo contarme que sus compañeros lo habían golpeado. Mi actitud inmediata fue comunicarme con el colegio, con todo mi dolor, para encontrar alguna explicación a esa situación de tanta falta de contención. El colegio me dijo que eran cosas de chicos, que no era para tanto, que estaba todo bien. En el tiempo que siguió, que fue más o menos un mes, la situación de violencia de sus compañeros hacia él no cesó. Un día, en el horario de retirar a los chicos del colegio, un padre se me acercó para preguntarme si me habían llamado, pregunta que no entendí hasta ver a mi hijo, traído por la directora, rasguñado y con un golpe en la nariz. Con mucha angustia escuchaba las palabras de ese padre pidiendo disculpas y de las representantes del establecimiento minimizando la situación, justificando que “el nene tiene que aprender a defenderse solo”. Con mi esposo decidimos sacar a nuestros hijos del establecimiento al percatarnos de que las autoridades del mismo no salían de su relajación ante un caso que debería ser movilizador y notamos cómo nos trataron de padres alterados y apresurados que quitamos a los niños sin razón alguna. Mi dolor se transmite en la necesidad de escribir esta carta, en la necesidad de saber si es demasiado como padres confiar en un establecimiento educativo creyendo que allí nuestros hijos van a estar bien y creyendo, además, que de surgir situaciones de violencia y abuso entre alumnos la institución abordará el tema con la seriedad necesaria para tratar de resolverlo preservando la integridad de los niños, no negando ni minimizando los hechos para preservar la “imagen” del colegio ante los otros clientes/padres, haciendo creer que un caso de bullying debe ser tomado como un hecho normal en el que la víctima debe “aprender” a dialogar como defensa ante los abusadores. Mi hijo ahora está transitando las aulas de una nueva escuela; él buscando a quien lo acepte como es, con sus dificultades, y yo con el temor y el dolor que, como huellas, van dejando ciertas experiencias. El único fin de esta carta es que tanto las mamás y papás como las autoridades estén atentos e informados de los hechos ocurridos, para que no tengan que pasar por todo lo que nosotros tuvimos que vivir. Marisa Andrea Briz, DNI 26.148.804 Maximiliano Do Brito, DNI 26.857.060 Plottier

Marisa Andrea Briz, DNI 26.148.804 Maximiliano Do Brito, DNI 26.857.060 Plottier


Soy mamá de un niño con TGD, retraso madurativo, y he tenido muchas dificultades para anotarlo en una escuela ya que sólo con decir que es especial mucha gente se asusta. A fines del año pasado tomamos la decisión de mudarnos a la zona de Plottier y la opción de un colegio privado para nuestros hijos parecía lo más adecuado según nuestros anhelos de contención, principalmente de nuestro hijo con dificultades. El colegio elegido fue el Domingo Faustino Sarmiento de esta ciudad. Tal vez suene como excusa, pero por temor al rechazo nos presentamos con una omisión del diagnóstico completo del niño. Cuando el colegio lo aceptó y luego se informó del diagnóstico, nos llamaron y nos pusieron condiciones que cumplimos para hacer posible su permanencia en el colegio. La presencia continua de una maestra integradora fue sostenida por nosotros. A los tres meses la maestra renunció y desde ese día comenzamos a vivir con la angustia de que nuestro hijo llegaba todos los días con marcas de moretones, chichones y rasguños y las maestras que se presentaban en la escuela para ocupar el lugar de la integradora no aceptaban el cargo después de la reunión de presentación con la institución. Cada día se me hacía más difícil conseguir una integradora. Un día mi hija mayor, que también asistía a ese establecimiento, me comentó que los compañeros de mi hijo lo habían atacado en el salón de clases. En ese momento hablé con él y pudo contarme que sus compañeros lo habían golpeado. Mi actitud inmediata fue comunicarme con el colegio, con todo mi dolor, para encontrar alguna explicación a esa situación de tanta falta de contención. El colegio me dijo que eran cosas de chicos, que no era para tanto, que estaba todo bien. En el tiempo que siguió, que fue más o menos un mes, la situación de violencia de sus compañeros hacia él no cesó. Un día, en el horario de retirar a los chicos del colegio, un padre se me acercó para preguntarme si me habían llamado, pregunta que no entendí hasta ver a mi hijo, traído por la directora, rasguñado y con un golpe en la nariz. Con mucha angustia escuchaba las palabras de ese padre pidiendo disculpas y de las representantes del establecimiento minimizando la situación, justificando que “el nene tiene que aprender a defenderse solo”. Con mi esposo decidimos sacar a nuestros hijos del establecimiento al percatarnos de que las autoridades del mismo no salían de su relajación ante un caso que debería ser movilizador y notamos cómo nos trataron de padres alterados y apresurados que quitamos a los niños sin razón alguna. Mi dolor se transmite en la necesidad de escribir esta carta, en la necesidad de saber si es demasiado como padres confiar en un establecimiento educativo creyendo que allí nuestros hijos van a estar bien y creyendo, además, que de surgir situaciones de violencia y abuso entre alumnos la institución abordará el tema con la seriedad necesaria para tratar de resolverlo preservando la integridad de los niños, no negando ni minimizando los hechos para preservar la “imagen” del colegio ante los otros clientes/padres, haciendo creer que un caso de bullying debe ser tomado como un hecho normal en el que la víctima debe “aprender” a dialogar como defensa ante los abusadores. Mi hijo ahora está transitando las aulas de una nueva escuela; él buscando a quien lo acepte como es, con sus dificultades, y yo con el temor y el dolor que, como huellas, van dejando ciertas experiencias. El único fin de esta carta es que tanto las mamás y papás como las autoridades estén atentos e informados de los hechos ocurridos, para que no tengan que pasar por todo lo que nosotros tuvimos que vivir. Marisa Andrea Briz, DNI 26.148.804 Maximiliano Do Brito, DNI 26.857.060 Plottier

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora