Neuquén impulsa el turismo religioso con rutas que conectan fe, cultura y paisaje
Desde las alturas del Domuyo hasta los bosques del sur, un recorrido de más de 800 kilómetros invita a redescubrir la provincia a través de sus tradiciones religiosas, sus paisajes y su gente.
Desde las alturas del Domuyo hasta los bosques del sur, un recorrido de más de 800 kilómetros invita a redescubrir la provincia a través de sus tradiciones religiosas, sus paisajes y su gente. Una historia de fe que se fortalece con nuevas rutas y ancestrales devociones.
Todo comienza en Ailinco, al pie del Domuyo, donde la tierra humea y el agua brota caliente desde las entrañas de la montaña. Allí, entre formaciones rocosas y la inmensidad del norte neuquino, nace el Camino de la Fe, un recorrido que cruza la provincia de punta a punta, hilvanando historias, plegarias y paisajes.
A través de este recorrido, los visitantes descubrirán el legado de los misioneros salesianos, que no solo sembraron la fe en el corazón de la Patagonia, sino que también tejieron una red de solidaridad y fraternidad que sigue viva en las comunidades de hoy.
En este lugar remoto, donde el silencio de la cordillera es apenas interrumpido por el viento, arranca un viaje de más de 800 kilómetros que une capillas centenarias, monumentos, celebraciones populares y gestos de devoción que perduran. No es solo un camino turístico, es un trayecto espiritual que late al ritmo de la cultura neuquina.
El 11 de febrero de cada año, en conmemoración del día de la Virgen de Lourdes, se lleva a cabo una fiesta popular, a la cual concurren muchísimos fieles. La peregrinación a la capilla de Ailinco es un acontecimiento programado de tres días de duración, que comprende una cabalgata que parte de Tricao Malal, a la que se suman puesteros y visitantes de otros parajes de la Región Alto Neuquén.
Un poco más al sur, Las Ovejas, un pueblo donde cada enero miles de fieles caminan durante días para agradecer a San Sebastián. Algunos llegan desde Chile, otros desde los rincones más lejanos de la provincia. Todos avanzan con promesas, fotos de seres queridos, pañuelos, velas. Al llegar, la emoción estalla en una fiesta popular con danzas, comidas típicas y rezos que se mezclan con el humo del chivito al asador.
La ruta continúa hacia Zapala, donde San Cayetano convoca a miles cada 7 de agosto. Las calles se llenan de peregrinos, cabalgatas, misas y un almuerzo campestre que es tan sagrado como el santo del trabajo. Muy cerca, se yergue el futuro Parque San Cayetano, un espacio que también será lugar de encuentro y reflexión.
El camino avanza por rutas que hoy se están transformando. La provincia trabaja en pavimentaciones estratégicas que no solo mejoran la conectividad, sino que permiten a más personas vivir esta experiencia. La fe viaja más segura, más cómoda, y más lejos.
En Cutral Có, una escultura de Cristo inclinado observa a los viajeros desde la vera de la ruta. Es obra de un artista local y parte de un paseo que incluye el Vía Crucis y una bicisenda que une esta ciudad con Plaza Huincul. Allí, entre yacimientos y memorias del petróleo, también hay espacio para la devoción.
Ya en el sur, Junín de los Andes ofrece quizás uno de los encuentros más profundos. Tierra donde se cruzan la fe cristiana y la cosmovisión mapuche, invita a encontrarse con Dios, con el otro y con uno mismo. Allí, la naturaleza habla y la cultura se expresa en cada rincón. La Semana Santa se vive con intensidad, al pie del cerro, en las calles, en el alma.
En Villa La Angostura, las capillas de la Virgen Niña y Nuestra Señora de la Asunción parecen salidas de un cuento. Con sus tejuelas de ciprés, sus vitrales y su armonía con el bosque, son paradas obligadas en este viaje de contemplación.
Y finalmente, Neuquén capital, donde la Catedral María Auxiliadora marca el cierre —o tal vez el inicio— del recorrido. Desde aquí, Don Jaime de Nevares, primer obispo de la provincia, sembró una semilla de compromiso y fe que todavía florece.
El Camino de la Fe contempla más de 60 capillas y monumentos en toda la provincia, pero no es solo un mapa de lugares. Es un relato vivo que se cuenta en cada peregrinación, en cada misa al aire libre, en cada mirada agradecida. Y hoy, con nuevas rutas que lo conectan, se convierte también en una apuesta turística con raíces profundas y alas abiertas. Un viaje que no solo recorre la provincia, sino también el corazón de quienes se animan a caminarlo.