Contradicción absurda

Las críticas de Duhalde y Ruckauf al FMI no los ayudarán, porque todos saben que no coinciden con lo que piensan

Conscientes de que en Estados Unidos y la Unión Europea el Fondo Monetario Internacional es el blanco predilecto de muchas críticas virulentas, representantes del gobierno de Eduardo Duhalde como el canciller Carlos Ruckauf han decidido sumar sus voces al coro desaprobador, lo cual, desde luego, no los ayudará mucho porque todos saben muy bien que sus palabras no guardan relación alguna con lo que piensan. Por ejemplo, según el ex gobernador bonaerense, «los bancos que prestaron mal al Estado y a las empresas argentinas tienen que pagar su precio al igual que el Estado y las empresas argentinas». En boca de un neoliberal preocupado por el «riesgo moral», tales sentimientos parecerían convincentes, pero en la de Ruckauf suenan un tanto extraños porque hasta hace muy poco su actividad principal consistía en intentar conseguir más créditos bancarios en base de argumentos netamente políticos, repudiando con indignación la sugerencia de que en vista de lo insólitos que eran sus métodos administrativos a ningún banquero cuerdo se le ocurriría prestarle un centavo más. En otras palabras, dice creer que los bancos merecen ser castigados por haberle permitido engañarlos.

Puede que el nuevo Ruckauf haya tenido razón cuando ha acusado a los bancos de haber actuado «mal» prestando dinero a su encarnación anterior y a empresas de prácticas similares, sobre todo a las bonaerenses, pero si tomara en serio lo que ahora dice creer estaría advirtiéndoles sobre el peligro de colaborar con el gobierno del cual es vocero antes de que haya brindado motivos para prever que su conducta será infinitamente más rigurosa que aquella del encabezado por Fernando de la Rúa. Por cierto, si en opinión de Ruckauf era imperdonable que antes de producirse el default y la devaluación los banqueros escucharan con respeto las exhortaciones políticas y eclesiásticas a anteponer «la gente» a «los números» y a apostar al país que venían entremezcladas con advertencias severas de lo que sucedería si rehusaran colaborar, en la actualidad debería de serle inconcebible que un banquero se arriesgara prestando dinero a un gobierno tan precario como el duhaldista.

Lo mismo puede decirse de los errores imputados por los dirigentes norteamericanos -y últimamente por Ruckauf también- al FMI. De estos errores, los principales tienen menos que ver con la insistencia del organismo en exigir que se redujera el gasto público y aumentara los impuestos a fin de eliminar el déficit fiscal, sino en su voluntad de continuar entregando paquetes de ayuda costosísimos a un país que ya estaba en caída libre. Sin embargo, de haber adoptado el FMI una línea dura antes del noviembre pasado, Ruckauf y Duhalde hubieran estado entre los más indignados, atribuyendo su mezquindad al deseo de hacer sufrir al pueblo argentino. Les guste recordarlo o no, durante muchos años fue habitual que los gobernantes tanto nacionales como provinciales, además de municipales, del país celebraran como triunfos todos los créditos, punto de vista que no fue repudiado por nadie, con la excepción de los integrantes de un pequeño puñado de economistas que se descalificaban con furia como «talibanes del mercado» por decir que acaso sería conveniente procurar equilibrar el presupuesto.

El otro error achacado al FMI consistía en recomendar austeridad a un país ya en recesión cuando, como todo el mundo sabe, los gobiernos deberían gastar más. Sin embargo, los muchos «keynesianos» – que no suelen ser economistas- que están mofándose del dogmatismo de los técnicos fondomonetaristas, aún no han explicado cómo aumentar el gasto público si no dispone de recursos genuinos. Asimismo, llama la atención que quienes se consideran progresistas ni siquiera han intentado reivindicar el «impuestazo» que fue ordenado por De la Rúa poco después de iniciar su gestión a pesar de tratarse de una medida que si bien podría parecer desafortunada a un «neoliberal» comprometido con el mercado, difícilmente molestaría a cualquier izquierdista o centroizquierdista, lo cual hace sospechar que en términos reales -si bien no en términos de retórica- los técnicos del FMI que avalaron los aumentos impositivos de De la Rúa se encuentran a la izquierda de la mayoría abrumadora de los dirigentes políticos locales.


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