Contrastes de una avenida histórica
De los asentamientos del norte a los barrios privados del sur, una recorrida con escala en la esquina más emblemática y el registro de los cambios en las voces de los vecinos.
Sobre la loma donde termina la avenida Roca, en Quinta 25, Juan palea y palea esta tarde de sol de fines de agosto. Con aire concentrado y movimientos rápidos, amplía su casa en el lote que compró hace ocho años, con vista panorámica de la ciudad. Al frente, a un kilómetro aparece el edificio de la Ciudad Judicial, después el centro y atrás las bardas. A la derecha están las viviendas de los afortunados vecinos que tienen luz, agua y gas. Detrás, sobre un descampado, un puñado de casitas extienden el límite de Roca hacia el oeste y el norte: por ahí viven los pibes de los puestos que siempre bajan a jugar al fútbol en el potrero de la Maipú. A la izquierda, a unos 15 metros comienza la toma que creció en los últimos meses: casillas cubiertas con plástico negro, con el nombre de las familias que ocuparon cada lote en ese tramo de la avenida, a esta altura de tierra y pozos.
“Ojalá que se instale gente tranquila, porque este es un barrio tranquilo”, dice Juan mientras apoya la pala, se acomoda la gorrita blanca y enciende un cigarrillo. Después cuenta que en todo este tiempo solo tuvo dos problemas: una vez le robaron 15 bolsas de cemento y 20 de cal del galponcito esos dos días que se fue a repartir mercadería a Bariloche y El Bolsón. Y el otro cuando le desapareció la bomba con la que se proveía de agua. Ahora la reemplazó por una manguera que aporta un chorrito con el que prepara la mezcla. ¿Electricidad? Se cuelga como todos del poste de luz del alumbrado. ¿Calefacción? A leña: los servicios se quedaron a unos 50 metros. “Queremos que lleguen hasta acá. El barrio está quedando lindo”, dice Juan. Después señala el cartel de madera que hizo para marcar la altura de su vivienda. “La calculé yo mirando las de la España”, dice, se ríe y vuelve a palear. Así son las cosas en Avenida Roca al 3900.
Recorrido interrumpido
Desde lo de Juan, la avenida baja cinco cuadras hasta chocar con los terrenos de la colonia Penal. Hay que rodearlos por Maipú y retomar por Palacios. Ahí comienza otro mundo: hay asfalto, una sede judicial que demoró 34 años en construirse, el área de Oncología del hospital que permitió dejar de ir a Bahía Blanca y el CEM 9 sobre un terreno que supo ser escenario de bailes y fiestas, cerca de la explanada donde los gitanos de antes vendían caballos en vez de autos.
Si hoy la ciudad busca incrementar su integración, este es el punto justo donde se dividía: de un lado del canal el Barrio Tiro y sus leyendas, entre ellas el paso del temible Bailoretto, del otro los vecinos que miraban con recelo y trataban de no cruzar. Aunque a veces lo hacían, por ejemplo para comprar verduras, leche y conejos que producían los presos. También había que pasar por la colonia para ir al cementerio, doblar a la derecha y girar a la izquierda antes de las chacras donde después se levantaron las 500 Viviendas.
Más al sur, el reinagurado cine Rex y el desaparecido cine Roca convocaban multitudes y varias generaciones de roquenses saben de memoria la secuencia de cambios de comercios de las esquinas emblemáticas. Uno de ellos es la confitería Avenida, que reemplazó a la sastrería Cimerilli. Hoy está a cargo de Estela, quien le agregó platos del día, arregló los pisos y erradicó el dominó, las cartas y el ajedrez, porque se llenaba de hombres que pasaban horas y solo consumían un café. Intuye que volverán los fines de semana, ahora que el fútbol dejará de ser para todos. “Por esta esquina pasa todo”, dice mientras afuera flamea una bandera argentina con la cara del Che y militantes de organizaciones sociales reclaman que aparezca Santiago Maldonado. Un chico con una gastada camiseta de los Bulls espera que se vayan para ganarse unos pesos con los malabares. A 15 metros de la esquina, Hugo Martos atiende el Kiosco Central. Con 25 años en el rubro, entre los cambios nota la baja en las ventas de cigarrillos, la desagradable costumbre que tomaron grupos de adolescentes que roban golosinas y no les importa ni la cámara y que en los últimos tiempos entra más gente a la casa de préstamos rápidos de al lado que a su comercio. “La malaria”, dice.
Sacame una foto
Cae la tarde del sábado y una chica que cumple 15 abraza a su papá y sonríe ante el fotógrafo en el Monumento de la Manzana. Más allá, la confitería El Molino fundada en 1930 exhibe sus dulces maravillas y las concesionarias de autos muestran los últimos modelos. Hay cola en la YPF de la 22.
Del otro lado, Oscar corta el pasto en el barrio Pino Azul, aun enojado porque la municipalidad no reparó los alambrados tirados cuando se hizo el Paseo del Bicentenario. Lidia y Aidé caminan como tantos otros y Antonio, el placero, se apresta a regar.
“Chau Antonio, mantenelo así”, lo saludan ellas. El placero asiente y después cuenta que está feliz ahí, pero le gustaría que los visitantes aceleran menos y levanten los regalitos de los perros y la basura, en especial esos que vienen a correr competencias y dejan las botellas tiradas.
Resistiré
Casi al final de la Viterbori, Francesco Zángari no quiere torcer el brazo: resiste el aluvión de los barrios privados y traquetea la chacra a bordo de un viejo tractor Fiat naranja mientras Carlos embolsa las zanahorias. “No vendo ni loco, acá me quedo”.
Cien metros después, don Sergio Rodríguez (84) toma unos mates y planifica una perforación para llegar a la napa, 30 metros antes del final de la calle, con las chacras como telón de fondo. Llegó a la zona hace 40 años y menos agua tiene todo. Contesta rápido cuando la pregunta es si le gusta cómo está la calle.
“Claro. Un cambio total”, dice y convida un amargo. Detrás, Candela, acompañada por su mamá Lorena y la abuela Isabel, patina en el asfalto parejo que alguna vez llegará al barrio donde Juan debe estar por encender el fuego para pasar la noche.
Hay 198 comercios habilitados por la municipalidad en la avenida Roca.
Rotonda pionera
Unidas
Datos
- “El bulevar ordenó el tránsito y los chicos pelean menos a la noche. Lo que más lamento es no ver más a tantos clientes fieles. Ya partieron”.
- Los cambios que nota Hugo Martos, dueño del Kiosco Central, 25 años en el rubro.
- “Es cierto que hay festejos y manifestaciones, pero nos respetan y nos dejan trabajar. Por esta esquina pasa todo”.
- Estela, a cargo de la Confitería Avenida, en Roca y Tucumán.
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