Cuando el enojo crece y domina las emociones

Hay directa relación, en muchos casos de acientes, entre el dolor que manifiesta el cuerpo y la bronca que acumulan ante las desilusiones, las injusticias y las desigualdades que viven o que simplemente presencian. Este fenómeno del resentimiento inquieta porque nadie avizora hacia dónde puede dispararse este sentimiento ni en qué puede terminar.

El resentimiento, ese sentimiento asociado a las desilusiones, a la desesperanza, a las injusticias sociales y a historias individuales, se viene extendiendo últimamente cada vez más, según estiman los especialistas, que sostienen, además, que se trata de un sentimiento que genera reacciones imprevisibles.

«Es común entre médicos y psicoanalistas el comentario de que una de las características de las circunstancias actuales es que los pacientes se quejen de sentir dolores o molestias en alguna parte del cuerpo. A veces, son de origen biológico, otras psíquico y otras combinado. Pero es muy evidente la relación de esas sensaciones con este resentimiento que se extiende en la sociedad».

Así se expresó el psicoanalista Sergio Rodríguez, quien definió qué es el «resentimiento».

«Sentir dolor o molestia en alguna parte del cuerpo, a causa de alguna enfermedad o dolencia pasada», señala el diccionario; y Rodríguez añadió: «Enfermedad socioeconómica, dolencia del alma, los cuerpos y los bolsillos». «Pero el diccionario también nos refiere que puede estar significando -continuó- «empezar a flaquear o perder fuerza»».

En este sentido, precisó que «esto también está pasando, pero no porque esté bajando el enojo. Se equivocarían los gobernantes si creyeran eso; por el contrario, el desánimo enoja, resiente más».

Y de esta manera, señaló otra de las definiciones que da el diccionario, quizá la más conocida y utilizada: «Tener sentimiento, pesar o enojo por una cosa».

«En todo caso la dificultad, lo tenebroso, está en que nadie avizora hacia dónde disparará el resentimiento. Y qué será lo que quedará más resentido y debilitado del cuerpo social en la Argentina», dijo el especialista.

Está claro que los más resentidos y debilitados, añadió, «son por ahora los que han quedado marginados de la actividad laboral, pero no sólo ellos, buena parte de los «ricos y famosos» venden sus «cuatro por cuatro», se mudan, se disfrazan de empobrecidos. Ellos también están resentidos en el sentido de flaquear».

En este sentido, la historia, la política y las luchas sociales registran en su camino un cruce de distintas interpretaciones y usos del resentimiento.

«Dicen que soy una «resentida social». Y tienen razón mis «supercríticos». Soy una resentida social. Pero mi resentimiento no es el que ellos creen. Mi «resentimiento social» no me viene de ningún odio, sino del amor: del amor por mi pueblo cuyo dolor ha abierto para siempre las puertas de mi corazón», decía Eva Perón.

Para ella, no se trataba de «un juego de palabras». Por eso se apropiaba de los términos a su modo, como forma discursiva que la diferenciaba de las ideas tradicionales, del statu quo.

«Yo lucho contra todo privilegio de poder o de dinero. Vale decir contra toda oligarquía», y enmarcaba lo que llamaba su propio resentimiento, lejos del odio y la venganza, en una causa social.

En tanto, estudiosos de las estructuras sociales y culturales hacen una distinción entre rebelión y resentimiento al remarcar que el primero implica una búsqueda de nuevos valores y el segundo, la frustración de esa búsqueda.

El resentimiento, más allá de las causas que lo provocan, más allá de las injusticias que generalmente lo motorizan, hace disparar acciones -como destacó Rodríguez- imprevisibles, que a veces encuentran un camino efectivo por donde encauzar ese enojo, y otras veces se asienta en la impotencia y en actitudes estériles.

«Todo persona tiene, dentro de su camino, obstáculos que son superados, pero hay momentos en que uno se estanca, se queda enganchado, por ejemplo, en alguna actitud discriminadora que la sociedad ha tenido con uno, y se queda ahí y actúa resentidamente; pero también a veces hay cierta comodidad en quedarse en ese lugar», señaló el músico y pensador quechua Alwirtu Maki. «El resentimiento -continuó- tiene que ver con una actitud social pero también individual; lo bueno es no quedar empatanado, no quedar atrapado en la propia limitación de uno, en la propia impotencia, porque el resentimiento no permite crecer con libertad».

Para Maki, «el resentimiento es básicamente frustración, y está vinculado a una falta de contención afectiva y social». El músico consideró que se trata de una «reacción frente al dolor porque uno espera que la sociedad le resuelva el problema, pero hay una parte en todo esto que tiene que ver con que tu problema no lo va a resolver nadie desde afuera, sino que empieza a resolverse desde adentro hacia afuera».

Por su parte, la médica, psicoanalista y docente de la UBA Alicia Losoviz precisó que «el resentimiento es una emoción, que curiosamente alude a un re-sentimiento, cuando sabemos muy bien que los sentimientos fuertes pueden desordenar emociones».

¿Quiénes sienten resentimiento o qué cosas produce resentimiento? La respuesta es tan amplia como situaciones individuales y colectivas, locales, nacionales, internacionales, pueden darse. Distintos planos para un mismo sentimiento.

Losoviz da algunos ejemplos que se enmarcan dentro de un fenómeno social: «Un ciudadano común puede sentirse resentido por la mala calidad de sus gobernantes; o de la Justicia, porque no actúa ni siquiera ante las evidencias y las pruebas. «Esto genera un tremendo sentimiento de malestar». Y esto daña la salud. (Telam)

Indignación y acción, motores en acción

Cuando el filósofo Raúl Cerdeiras define el clima que existía en el país antes de diciembre último como una situación atravesada por el resentimiento, hace referencia a una sensación de impotencia y esterilidad.

Esa forma que había adquirido la oposición a las políticas gubernamentales, denominada crítica del resentimiento, «es una feroz actitud destructiva respecto a todo lo existente pero, al mostrarse incapaz de producir algo distinto a lo criticado, su embestida queda atrapada plenamente en el interior de la lógica del dispositivo que combate», afirma Cerdeiras en su trabajo sobre «La política que viene».

Al precisar sobre la conducta del resentimiento, una conducta extendida además entre distintos sectores marginados por el sistema, sostiene que «por un lado nos confirma como acérrimos enemigos del orden constituido, pero al mismo tiempo nos vacía de toda potencia inventiva».

De esta manera, prosigue «nos termina arrojando al pozo de los resentidos, en donde no se cultiva otra cosa que más resentimiento, esterilidad y todos sus derivados».

En el resentimiento hay un entramado en el que se combina una posición de sometimiento al supuesto saber de otro, y además hay una desresponsabilización al asumir el papel de víctima.

«El resentimiento -dice- trabaja con el mismo ritmo que el mercado porque, finalmente, es una pieza de su maquinaria».

Esa forma de quejarse, de criticar, de protestar, es lo que, según Cerdeiras, se quiebra a partir de diciembre del 2001 cuando entre cacerolas y piquetes, se desplazó a un presidente.

Por su parte, la licenciada en Filosofía y becaria del Conicet Roxana Kreimer precisó que «algunos filósofos, siguiendo la tradición de Nietzsche, han calificado como «resentidas» a las víctimas de la inequidad social».

«Han encontrado -continuó- que este supuesto resentimiento se origina en el cristianismo y en su aparente voluntad de ir en contra de «todo aquello que obra a favor de la vida»».

Kreimer, en oposición a definir como resentidos a estos sectores sociales, dijo que «los desfavorecidos por la situación social sienten lo que algunos filósofos llamaron «justa indignación»», y añadió que «mientras la envidia es una tristeza por el bien ajeno, la justa indignación implicaría una rebelión contra todo los bienes de los que otros disfrutan y que nos son sustraídos».

De esta manera, señaló que en algunos momentos históricos, por ejemplo en la Argentina de hoy, es preferible asociar esta indignación con la injusticia y no con el resentimiento, porque no se conforma con el enojo sino que lo convierte en un estímulo para la acción».

El estereotipo

En el plano individual, las personas «resentidas» tienden a desconfiar de la gente, a clasificarla por grupos, a mirar los defectos antes que las virtudes, a pensar que se conspira contra ellos.

Estas son algunas de las características que, en general, se identifican con el resentimiento, a las que se suman otras como el ser orgullosos, ofenderse con facilidad, vivir con cierto aislamiento por temor a ser lastimados.

Son revanchistas, vengativos, y el error de los demás es casi imperdonable. Juzgan, murmuran y critican al que se equivocó y se jactan de hablar «sin pelos en la lengua».

Todos elementos «negativos», y de alguna manera enumerados en forma estereotipada, ya que en cada sujeto que vive con resentimiento se da de un modo singular según su historia, así como también cada uno enfrenta como puede las adversidades y los enojos que le producen sus propias limitaciones y las del entorno.

En definitiva, vivir con resentimiento es un serio obstáculo para estar, a pesar de todo, más o menos tranquilo con uno mismo y más bueno con los demás.

Ideas: en acción¡Qué no dan para que tengan sonrisas sanas!

…Y el país se sigue haciendo con gente que no se resigna a la decadencia y el deterioro. No escapan a esta tendencia de la sociedad civil cuatro odontólogos de la región, quienes días atrás atendieron a 70 niños y adultos en las escuelas «Corralito» y «Cerro Alto», dos parajes rionegrinos cercanos a Alicurá.

Javier Tissera y su mujer Alejandra Grangetto, de Roca, más los primeros alferes Juan Manuel Luque (de El Chocón) y Darío Scalabreli (de Las Lajas) equiparon con material odontológico esterilizado un móvil de Gendarmería Unidad El Chocón y se pusieron a obrar. También colaboró con ellos el enfermero Marcelo Zárzaga, un misionero gendarme en la zona.

«Por primera vez nuestros chicos reciben atención profesional directa. Han venido a prevenir y medicar, pero nunca a sanar dentaduras», reconocieron los docentes del lugar, agradecidos.

El consultorio odontológico móvil aportado por Gendarmería para su trabajo de asistencia social tiene todas las características de un consultorio particular tanto en lo técnico como en lo higiénico y aséptico, afirma Grangetto, quien también exhibe con orgullo la asistencia en la movida de su hijo Santiago, de siete años. «Fue todo un lujo, para él y nosotros», insiste.

«Aprovechamos un feriado largo para ir y volvimos renovados, retroalimentados por el agradecimiento de «los olvidados de siempre». Fue más el cariño que recibimos que el servicio que brindamos», destaca Javier, cordobés como su mujer, con actuación profesional en Roca.

Ahora quieren volver al lugar, pronto. «En Corralito nos pidieron hasta una bandera de ceremonias». Antes, quieren ponerle un nombre al grupo que han formado («aceptamos sugerencias»), sumar colegas de la región («cuantos más seamos, mucho más se podrá hacer») y recolectar medicamentos («mal o bien, alimentos y ropa les suelen acercar, pero a la gente no se le ocurre, generalmente, enviar remedios»).

Si antes tenían información sobre las necesidades de quienes habitan en los parajes alejados en Río Negro, hoy, Javier y Alejandra la conocen, la vieron, la oyeron…y ya no pueden ser más indiferentes. Porque no pueden ni quieren.

Por ello, cualquier idea enviarla a alegrangetto@ciudad.com.ar

Así, este grupo chico de odontólogos se suman a los 5.400 médicos de distintas especialidades, enfermeras, terapeutas y laboratoristas que atienden y operan en forma gratuita a miles de pacientes que no tienen recursos y que -producto de la crítica situación que atraviesan los hospitales- no llegan a ser atendidos por la atención pública.


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