Cuatro años del doble crimen y aún no hay respuestas
Desde ese día, Daniela recorre los pasillos de Tribunales incansablemente buscando una justicia que parece no llegar.
Daniela Morales tenía 18 años cuando se encontró con la peor escena de su vida: su madre tirada en la habitación de su casa ya muerta y su abuelo agonizando en el portón. Recuerda que a él lo escuchó jadear y le pidió: “¡No te mueras abuelo, no te mueras por favor!”.
Pasaron más de cuatro años y aún nadie puede decirle quién los asesinó. Ella asegura que confió en la Justicia y que se cansó de deambular por los pasillos de Tribunales sin tener respuesta alguna. “Cada vez que iba me decían que estaban investigando, que estaban por resolver. Me cansé de que me mintieran”, aseguró la joven.
El doble crimen del barrio Del Trabajo se suma a la extensa lista de crímenes impunes de la ciudad. Ocurrió el 24 de septiembre de 2012 y nunca se supo quién o quiénes estuvieron involucrados. Nunca hubo detenidos y la lista de sospechosos se limitó a investigar a familiares de las víctimas. Siempre circuló la hipótesis de que habría sido alguien muy cercana a Vicente (83) y Estela Morales (54) la persona que los mató.
Sentada en la cocina de la casa que alguna vez fue de su abuelo, Daniela recibió a “Río Negro”. La joven, que actualmente tiene 22 años y es madre de dos niños, recordó que lo último que su madre le dijo fue: “No llegues tarde”.
Ese día –el 24 de septiembre de 2012– ella había salido al centro de la ciudad con unas amigas. Su madre le hizo una última llamada a su celular para recordarle que debía estar temprano ya que al otro día tenía que ir a la escuela. “Yo estaba cursando quinto año y me llamó para pedirme que llegara temprano. La última llamada me la hizo a las 20. Pasó una hora y me llamó la atención que no volviera a comunicarse porque solíamos hablar mucho. Cada media hora”, contó Daniela.
Ella asegura que creyó que su mamá se había enojado, que por eso no había vuelto a llamar. Jamás imaginó que iba a encontrarse con la peor noticia de su vida cuando llegara a su casa.
La joven recuerda que, cuando llegó a su vivienda, lo primero que hizo fue anunciarse: “¡Ma, soy yo!”, le gritó. Pero nadie le contestó. Empezó a sospechar que algo andaba mal. “Sentí que todo estaba muy silencioso, muy tranquilo y siempre solían tener el televisor prendido”, señaló.
En ese momento quiso abrir el portón y no pudo. Luego comprendió por qué. “El portón estaba trabado con el pie de mi abuelo. Cuando lo miré, me di cuenta que estaba vivo porque se quejaba y fue cuando le dije que por favor no se muriera. Después entré y vi a mi mamá de espaldas tirada en la pieza. Salí corriendo porque temí que haya alguien que pudiera matarme”, resaltó. Después de este día su vida cambió por completo. Se quedó sin familia y sin respuestas. Sólo la esperanza de saber quién mató a su madre y a su abuelo fue lo que la acompañó.
Sin pistas
del homicida
La jueza Sonia Martín, del Juzgado de Instrucción 2, solicitó varias medidas de prueba a lo largo de la investigación. Se hicieron cotejos de huellas dactilares, se buscó ADN del agresor en las uñas de las víctimas, se analizaron cabellos y se estudiaron minuciosamente varias comunicaciones sin hallar una sola evidencia del supuesto autor. También se secuestró el auto de la pareja de la hija de la víctima en busca de rastros, pero no se encontró nada. No hubo pruebas que ayudaran a brindar detalles sobre la identidad del autor. Hasta se hizo un perfil criminológico y tampoco ayudó a dar con él. A más cuatro años de ocurrido el doble crimen, son pocas las pistas sobre el presunto agresor. Tal es así que las esperanzas de encontrarlo se fueron diluyendo con el tiempo.
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