La peña: El eterno debate sobre las jineteadas

Columna semanal

La peña: El eterno debate sobre las jineteadas

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El debate de las jineteadas es eterno, y cada año, antes o después de Jesús María se renueva la discusión. Es complejo tomar una postura tajante cuando de ambos lados hay argumentos válidos para pedir que sigan o no estos espectáculos. Muchos de esos argumentos vienen desde el origen mismo de nuestro país y forman parte de las tradiciones.

Y me atrevo a decir espectáculo porque si nos remontamos en el tiempo, las jineteadas son casi un arte, el de domar a los animales, convertirlos en mansos para las tareas de campo.

Así nacieron las jineteadas, un poco en homenaje al jinete y otro en homenaje al animal, noble, de una nobleza tremenda, la mano derecha del hombre al hora del trabajo.

Del otro lado cuestionan esta postura y entienden que no hay arte, no hay doma que sea posible a costa del castigo del animal. Y también es real.

Sin embargo, lo que manda en la actualidad son los nuevos parámetros de la sociedad. Lo que antes no estaba mal visto ahora sí lo está. Pero terminar con las jineteadas implicaría sólo terminar con los espectáculos públicos, porque en el campo, donde el caballo sigue siendo importante, la doma seguirá siendo doma.

El debate es complejo, pero cambió tanto el escenario de lo que está bien y lo que no, que para los hombres de campo todavía la doma forma parte de las actividades cotidianas. El caballo no trabaja tanto como en otros tiempos, pero sigue siendo importante en las actividades cotidianas.

Un ejemplo extremo que escuché fue comparar las domas con las corridas de toros en España y otros países. Lejos está el trato que recibe un toro del que recibe un caballo, aunque ambas actividades estaban bien vistas hace algunos años.

En lo que sí podremos coincidir es en que nadie está a favor del maltrato animal. El caballo no puede ser parte de un espectáculo a partir del castigo. Los animales en los circos son cosa del pasado y los circos siguen existiendo.


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