Estreno de cine: «Back to Black», la biopic de Amy Winehouse llega a la pantalla grande

Ayer se estrenó en los cines, “Back to Black”, la biopic sobre la genial y efímera cantante Amy Winheouse muerta en 2011, a los 27 años, por una intoxicación alcohólica. Su destructiva relación con Blake, los papparazi y su familia; todo lo que rodeó la grabación de su disco más exitoso.

“No escribo canciones para ser famosa. Escribo canciones porque no sé qué haría si no lo hiciera”, dice Marisa Abela, en la piel de Amy Winehouse, en “Back to Black”, la película que llega a los cines de la región. Es la primera biopic sobre la efímera cantante británica de voz inolvidable, la rebelde de look vintage que murió a los 27 años por una intoxicación alcohólica, en su departamento de Londres.


Aunque ya existen varios documentales sobre su intimidad y su carrera, como el ganador del Oscar, Amy, y Reclaiming Amy, producido por la BBC, “Back to Black” elige enfocar otra cosa: la tortuosa y tóxica historia de amor de la cantante y Blake Fielder-Civil, con quien estuvo en pareja, se separó, se volvió a casar y luego se divorció. Todo aquel tormento que rodeó el disco que le da título a la película.
De todos modos, la directora, Taylor-Johnson, (que filmó también “Mi nombre es John Lennon / Nowhere Boy”, y de “Cincuenta sombras de Grey”) en expande un poco el foco por fuera de esa relación, lo suficiente como para captar también la relación de Amy con su padre Mitch y su abuela Cynthia, dos figuras esenciales en su vida.

Marisa Abela, como Amy Winehouse (Credito : Cortesía de Dean Rogers/Focus Features)

Con una soberbia actuación de Marisa Abel, el filme comienza con una imagen de Amy a sus 18 años, en medio de una celebración judía, en la que primero cantan una canción religiosa, que le da el pie para lo segundo: que ella cante a dúo con su padre, Mitch ( (Eddie Marsan), un clásico de jazz.
Esa música, el jazz siempre estuvo ahí, en su breve vida: sobre todo las voces de Billie Holiday y de Sarah Vaughan, pero también los relatos de su abuela, que fue cantante de jazz y pareja de Ronnie Scott, el saxofonista y dueño de un famoso club de jazz del Soho. En ese mix, al que ella le suma no sólo la música contemporánea que escucha sino también ese amalgama de autodestrucción que ella encontró retratada en libros y otras músicas.

Y por supuesto, además de la música, está Blake (Jack O’Connell), el pibe al que conoce en un pub de su barrio, Candem, y que la deja obnubilada desde el principio. Hay conexión instantánea. Salvo por la cocaína, a la que él es adicto, pero con la que ella no quiere saber nada, todo es coincidencia: la bebida, el pub, el pool y la música, claro. En la película, Blake le muestra a Amy las canciones del grupo musical femenino estadounidense The Shangri-Las, y ella queda fascinada. La influencia de este grupo cambiaría la trayectoria de su carrera, con ese estilo retro que la caracterizaba. Y después, después el maltrato, las peleas, las reconciliaciones, las agresiones mutuas , el descenso a los infiernos de la droga, el alcohol, de la presión mediática. Un combo que, por un lado, terminaría leudando en ese disco, “Back to Black”, que ganó seis premios Grammy en 2008 y el honor de ser una de las artistas más destacadas de su generación. Un combo que también, terminó con la vida de la joven de clase media que llevó el espíritu del R&B a lo más alto de las listas de ventas.

“Quiero que la gente escuche mi voz y simplemente se olvide de sus problemas. Quiero ser recordada por ser simplemente yo”, dice la cantante en esta película que la trae de regreso de la oscuridad.


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