“Dame la mano”

Amigos, me siento desalentado delante del año que comienza. Supongo más chanchadas, sojuzgamiento, chabacanerías, desprecio, desencantos, incomprensiones y desencuentros. Y no me siento con fuerzas para resistir ni proponer acciones superlativas. Todas mis ideas se desdibujan en un laberinto de contradicciones y de vanidades humanas, entre ellas, las mías. ¿Cómo arrancar este mal de raíz? ¿Qué palabras, qué actitudes adoptar? ¿O será que somos neuróticos que no sabemos aprovechar del día a día? Al fin me inclino hacia una esperanza hondamente espiritual, hacia una fe que no duda aunque no vea ni sienta, ante un amor sin pudores que traspase fronteras y soporte el filo del rechazo y el cortante sentido práctico de los impacientes, mansa e irreductiblemente. Me arrodillo ante un Dios misericordioso, providente y cercano que nos exhorta al esfuerzo, la entrega y la alegría. Un Dios que conoce el dolor y no nos paga conforme a nuestras debilidades, un Dios que nos llama y nos espera a nosotros, sus millones de hijos pródigos. Pido por las familias, los enfermos, los agobiados, los extraviados, los que se sienten solos y los que no saben lo que hacen. Ruego por las autoridades para que se aboquen a la construcción del bien común con alma y vida y ruego por los niños, para que su inocencia sea fecundada por los adultos con las semillas del amor a las buenas obras, para que desarrollen sus capacidades y aprendan a vivir con prudencia, templanza y solidaridad. Por fin, limpiemos nuestras bocas, no nos tengamos por mejores que los otros ni juzguemos a los demás. En una palabra, extendamos la mano. Alberto Félix Suertegaray DNI 14.169.481 Roca


Amigos, me siento desalentado delante del año que comienza. Supongo más chanchadas, sojuzgamiento, chabacanerías, desprecio, desencantos, incomprensiones y desencuentros. Y no me siento con fuerzas para resistir ni proponer acciones superlativas. Todas mis ideas se desdibujan en un laberinto de contradicciones y de vanidades humanas, entre ellas, las mías. ¿Cómo arrancar este mal de raíz? ¿Qué palabras, qué actitudes adoptar? ¿O será que somos neuróticos que no sabemos aprovechar del día a día? Al fin me inclino hacia una esperanza hondamente espiritual, hacia una fe que no duda aunque no vea ni sienta, ante un amor sin pudores que traspase fronteras y soporte el filo del rechazo y el cortante sentido práctico de los impacientes, mansa e irreductiblemente. Me arrodillo ante un Dios misericordioso, providente y cercano que nos exhorta al esfuerzo, la entrega y la alegría. Un Dios que conoce el dolor y no nos paga conforme a nuestras debilidades, un Dios que nos llama y nos espera a nosotros, sus millones de hijos pródigos. Pido por las familias, los enfermos, los agobiados, los extraviados, los que se sienten solos y los que no saben lo que hacen. Ruego por las autoridades para que se aboquen a la construcción del bien común con alma y vida y ruego por los niños, para que su inocencia sea fecundada por los adultos con las semillas del amor a las buenas obras, para que desarrollen sus capacidades y aprendan a vivir con prudencia, templanza y solidaridad. Por fin, limpiemos nuestras bocas, no nos tengamos por mejores que los otros ni juzguemos a los demás. En una palabra, extendamos la mano. Alberto Félix Suertegaray DNI 14.169.481 Roca

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