Opinión Debates

Elecciones en Brasil: dos modelos opuestos para despertar al gigante

Los comicios presidenciales enfrentarán al izquierdista Lula Da Silva, que quiere reponer su exitoso “modelo social” y al presidente derechista Jair Bolsonaro, que propone mano dura y libre mercado. Una campaña agria dividió al país y hay temor a hechos de violencia.


Este domingo, unos 150 millones de brasileños votarán en la primera ronda para elegir al próximo presidente, en una elección que podría definir el regreso del histórico dirigente del Partido de los Trabajadores (PT), Inacio Lula Da Silva, en unos comicios muy polarizados, marcados por hechos de violencia y por la incertidumbre si el otro candidato con posibilidades, el actual presidente Jair Bolsonaro, aceptará los resultados si le son desfavorables o promoverá algún tipo de resistencia con apoyo de sectores de ultraderecha.

Para el día después, la gran incógnita es si el nuevo liderazgo que surja de esta elección logrará reconciliar a un país muy dividido y sacar de su letargo a la economía, que lleva más de una década de pobres resultados tanto en lo productivo como en lo social.

El mundo sigue con atención estos comicios por varias razones: Brasil es una las democracias más populosas del mundo, detrás de la India, Indonesia y EE.UU., y uno de los territorios más extensos del planeta, cuya economía es la más importante de América Latina. Además alberga a gran parte de la selva del Amazonas, uno de los mayores reservorios de biodiversidad y un “pulmón” verde de escala planetaria, clave en la lucha contra los efectos negativos del cambio climático.

De izquierda a derecha, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que se postula para la reelección, el padre Kelmon del Partido Laborista de Brasil, Felipe D’Avila del Partido Novo, Soraya Thronicke del Partido Unión Brasil, el expresidente y ahora candidato presidencial Luiz Inacio » Lula» da Silva del Partido de los Trabajadores, Simone Tebet del Partido del Movimiento Democrático Brasileño y Ciro Gomes del Partido Democrático del Trabajo, llegan para participar en el último debate presidencial en Río de Janeiro (AP Photo/Bruna Prado)

Para la Argentina, se trata del principal socio comercial y destino de sus exportaciones. En lo regional es un mercado decisivo para la fruticultura del Alto Valle y el turismo cordillerano, entre otras actividades . (Ver página 2)

Las encuestas marcan que Lula, un obrero, exlíder sindical y dos veces presidente del país, mantiene una importante ventaja sobre el derechista Bolsonaro, un excapitán del ejército y nostálgico de la última dictadura militar, desde el inicio de la campaña electoral. Los últimos sondeos arriesgan incluso que Lula podría obtener una ventaja suficiente para triunfar en primera vuelta, eludiendo el balotaje.

El último sondeo de Datafolha indica que Lula reúne 48% de los apoyos, frente a 47% hace una semana, mientras que Bolsonaro progresó también en un punto, hasta 34%.

Si se consideran solo los votos válidos (sin blancos ni nulos), Lula obtiene 50%, porcentaje mínimo para no requerir una segunda vuelta, y Bolsonaro, que busca la reelección, 36%, señala la encuestadora.

Sin embargo, la incertidumbre se mantendrá hasta el final.

unque son once los candidatos que se presentan, esta será una carrera de dos. Quienes tienen posibilidades de llegar a la segunda vuelta son Da Silva y Bolsonaro. Ocho de cada 10 brasileños dicen que votarán por uno de ellos el domingo, según Datafolha. Ambos son muy conocidos y tienen un “piso” de votantes superior al 30% muy consolidado. Son muy pocos los indecisos, la mayoría de centro o moderados. Por eso, en la recta final de la campaña la estrategia de Lula ha sido intentar captar el voto útil de los partidarios del centroizquierdista Ciro Gomes ( 6-8% de intención de voto) y de la centrista Simone Tebet (5%) para evitar el balotaje.

Eso deja poco espacio para los otros retadores, aunque sus performances podrían ser importantes en la disputa por el Congreso, que en los últimos años ha sido un actor clave de la política.

Muchos politólogos consideran al sistema brasileño como un “presidencialismo de coalición”, donde, en un marco de fragmentación política, al Presidente le resulta indispensable el apoyo parlamentario para avanzar en su agenda de gobierno, lo que le permite al Legislativo condicionar numerosos aspectos de la gestión. Allí los partidos minoritarios ganan espacio como aliados y garantes de la gobernabilidad posterior al comicio.

De hecho dos presidentes que no lograron mantener las alianzas necesarias para respaldar sus gestiones terminaron sufriendo juicios políticos y dejaron anticipadamente el poder, como fue el caso del derechista Fernando Collor de Melo (en 1992) y la izquierdista Dilma Rousseff (2016).

Almílcar Salas Oroño doctor en ciencias políticas y docente en las universidades de Buenos Aires y de San Pablo, señaló en un reciente foro del Centro de Investigación para la Calidad Democrática (Cicad) que en busca de apoyo político del denominado bloque “centrao” (partidos de centro derecha) Bolsonaro le dio al Congreso un manejo presupuestario casi equivalente al del Ejecutivo.

La fuerte polarización hizo que en esta campaña en lugar de propuestas nuevas y programas detallados, los dos principales candidatos han insistido principalmente en su experiencia como gobernantes y en los ataques personales.

Bolsonaro: pobre y polémica gestión


Bolsonaro tiene el apoyo de líderes evangélicos, los empresarios más poderosos y el sector del agronegocio. También es importante la influencia de los militares, a quienes ha dado importante participación en su gabinete, y los miembros de las fuerzas de seguridad, como la Policía Militar, que adhieren a su discurso de orden y apoyo a la portación de armas entre la población civil.

Sin embargo, su gestión le ha quitado el aura de “outsider” de la político que lo rodeó en 2018. Y producto de su gestión enfrenta importantes rechazos entre las mujeres, los jóvenes y los más pobres. A ello contribuyó la subestimación de la pandemia que dejó 686.000 muertos, un crecimiento de la pobreza y el hambre, niveles récord de deforestación en la Amazonia, sospechas de irregularidades rondando su familia y aliados, y ataques contra las instituciones judiciales y la prensa.

La revancha de Lula


La elección podría marcar el regreso a un gobierno de izquierda después de cuatro años de políticas de extrema derecha.

La votación marca un regreso político que parecía imposible para Lula. Hace cuatro años, fue encarcelado como parte de una investigación de corrupción que apuntó a su Partido de los Trabajadores y generó un terremoto en la política brasileña. La condena de Lula por corrupción y lavado de dinero lo dejó fuera de la carrera electoral de 2018 en las que era favorito, lo que permitió que Bolsonaro, entonces un legislador marginal de extrema derecha, alcanzara la victoria. Sin embargo, un año después, la Corte Suprema anuló las condenas de Lula en medio de acusaciones de que el juez y los fiscales manipularon el caso en su contra, lo que le permitió volver a postularse .

Una campaña tensa


La extrema polarización, que ha llevado a los seguidores de ambos a considerarse enemigos y no rivales, ha derivado en agresiones y una campaña de insultos y noticias falsas por medios y redes sociales. Bolsonaro centró su mensaje en exaltar los valores militares, el orden, la familia tradicional, el libre mercado y cierto nacionalismo económico, en contraposición al “comunismo” que endilga a Lula, a quien vincula con el chavismo venezolano. Ha llamado varias veces “ ladrón” a su rival y recordado su estadía en la cárcel.

Lula , por su parte, apuesta al recuerdo de sus buenas gestiones de gobierno, que dejó con un 80% de popularidad por los avances contra la pobreza y la estabilidad económica. Se muestra como un pacificador y unificador, señalando que no pretende un segundo mandato, sino restaurar la democracia y el crecimiento, amenazados por Bolsonaro.

En la campaña hubo agresiones, como el apuñalamiento a un seguidor de Bolsonaro el martes pasado y el asesinato de un seguidor de Lula, unos días antes. Ambos candidatos hacen campaña con chaleco antibalas.

Bolsonaro ha desacreditado las encuestas, asegura que ganará en primera vuelta y cuestionó sin pruebas la confiabilidad del sistema de votación, que es administrado por una justicia electoral independiente. Su actitud ha despertado temores de que no reconozca una eventual derrota y se produzcan hechos de violencia por parte de sus seguidores. No es algo menor en un país donde en 4 años ha aumentado casi un 500% la portación de armas.

Sin embargo, los expertos sostienen que, pese a su cercanía con los militares, no existe hoy apoyo de los altos mandos de las FF.AA., de la opinión pública o del mundo político para una aventura autoritaria. Varios organismos internacionales y el gobierno de EE.UU. han advertido contra cualquier intento de desvirtuar comicios “libres y transparentes”.

(Fuentes: propias y reportes de AP y AFP)


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