El espíritu de los palistas mantiene viva a la Regata

Más que nunca en esta edición, histórica por la cantidad de participantes, quedó evidenciado que la grandeza de la prueba se debe al esfuerzo y el corazón de los deportistas.

Lo fascinante de una competencia cargada de simbolismo e historia puede deberse a la conjunción de muchos factores, donde cada uno de ellos aporta lo necesario para que una prueba sea única, trascendente, inigualable.

Hay un club que organiza, una federación que fiscaliza, municipios que colaboran y un gobierno que aporta, pero sin dudas el corazón de la Regata Internacional del Río Negro está en cada uno de los cientos de palistas que la viven, la disfrutan y también la sufren desde adentro.

En esta ocasión fueron 300 los competidores que le dieron el rotulo de histórica a esta edición 2022. Nunca jamás se habían reunido tantos palistas para correr esta travesía, que año a año renueva el número y no para de crecer.

Y si hablamos de crecimiento, ante tanta cantidad de participantes, distintos detalles organizativos deberían reverse, aunque al tratarse de una prueba anual y casi sin posibilidades de ajustes inmediatos, muchas de las decisiones son a prueba y error.

Si bien siempre la prueba se ha disputado en enero, la ola de calor que afectó a buena parte del país coincidió con los días de competencia y fue un factor extra con el que tuvo que lidiar la organización a cargo del Club Náutico la Ribera y también los palistas.

Cuando las altas temperaturas ya eran una dificultad agregada para los protagonistas de la carrera, la organización junto a los delegados de los equipos, dispusieron en el balneario de Luis Beltrán, punto de partida de la cuarta etapa, adelantar dos horas el comienzo de la quinta. Es decir, la largada sería a las 11 y no las 13 como estaba previsto.

La medida resultó insuficiente y quizás un poco tardía ya que también para las etapas anteriores, el calor ya era sofocante. Para el final de la segunda etapa en Ingeniero Huergo, el cuerpo de salud perteneciente al Hospital “Carlos Ratti” había atendido a no menos de cuatro palistas con síntomas de deshidratación y calambres.

Uno de ellos fue Hugo Ortega, ganador de la Regata en 1999, quien ha disputado más de 20 ediciones de la prueba. No se podría justificar su caso a una falta de experiencia o de preparación.

Hugo Ortega, al llegar al balneario de Huergo, punto final de la segunda etapa.

De esta problemática que fue el calor se desprenden algunas conclusiones. La organización, que sí largó la sexta etapa en San Javier a las 10 de la mañana, podría haber tomado la medida mucho antes. Son tiempos en donde de antemano se cuenta con un pronóstico con alta efectividad sobre cómo estará el clima en los días de competencia.

Por otro lado, el corazón y el espíritu de los palistas que redoblaron esfuerzos para terminar cada una de los parciales, certificando además que para tomar parte de la Regata hay que estar preparados. No sólo físicamente.
Hubo delegaciones que viajaron dos días enteros para llegar a la largada. Misiones, Río Gallegos, Paraná y Chile fueron algunos de los puntos de origen de los competidores.

Un acierto de la organización fue dejar el tema de los tiempos a una empresa de cronometraje instantáneo, que no sólo le aportó rapidez en los cómputos, sino que además se libró del arco necesario para el sistema de chips, que afinaba el margen de llegada en cada sprint final.


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