Disciplina de monje

«(…) nunca empiezo a escribir sin tener la frase del principio y después me dejo llevar por una disciplina de monje confiando en que la historia pedirá lo que necesite y expulsará lo que no.

Cuando termino, después de muchos días y varias correcciones, releo y me hago estas preguntas: ¿tiene toda la información necesaria, las fechas son correctas, las fuentes están citadas, la cronología tiene saltos inentendibles, hay escenas estáticas intercaladas con otras de acción, fluye, entretiene, es eficaz, no tiene mesetas insufribles, hay descripciones, climas, silencios, tiene todos los datos duros que tiene que tener, hay equilibrio de voces y opiniones, hay palabras innecesarias, tics, autoplagios, comas mal puestas, faltas de ortografía, me esforcé por darle, a cada frase, la forma más interesante que pude encontrar?

Si me respondo a estas cosas y a muchas otras que sí, abro un mail, escribo una dirección, adjunto el documento y aprieto send.

Y después de unos días de pesadilla recibo respuesta de mi editor, y entonces respiro, y ya no pienso nunca más en ese perfil y ni siquiera vuelvo a leerlo cuando se publica».

Textual de «Frutos extraños», pág 392


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