Dolores Solá: El tango que juega en los límites

La Chicana es parte de esa generación que busca nuevos e incluso provocadores caminos para el tango. La banda tiene un espíritu transgresor con letras mordaces. "Río Negro" entrevistó a su vocalista, la sensual Dolores Solá.

La Chicana nació trío en 1995 y aunque se enroló en el tango para resaltar su espíritu transgresor, sus letras mordaces, con doble sentido o intención irónica, coquetea con milongas africanas y brasileñas, algún chamamé, chacareras, una zamba y valses. El primer CD «Ayer hoy era mañana» salió a en el «98, algo más tarde vino «Un giro extraño».

Acho Estol en guitarra, coros y arreglos, dirige la formación. Dolores Solá nació en el «63 y es la voz cantante. «El nuestro es un aporte desde otra generación. Hay muchos de nuestra edad que tocan tango como si fueran mayores, no le aportan una lectura desde su mirada y sus experiencias. Nosotros, que también somos amantes del rocanrol, del flamenco y otras músicas somos producto de todo eso junto y lo ponemos en el tango. Hay una apertura o quizá, una cierta audacia de jugar con los límites, sin ser rigurosos ni ortodoxos».

-Tu sensualidad femenina es particularmente atractiva.

– Hace unos meses vi, en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires un documental sobre Oscar Alemán donde aparece Josephine Baker, a quien acompañó mucho con su guitarra. Y pensé cómo en la misma época estaba ella o Marlene Dietrich, figuras cuya sensualidad era fuertísima, y en las cantantes de tango, no se notaba tanto. Tita Merello era una mujer en carne viva, fuerte. En general, me parece, les costaba ser sensuales, quizá influía el ambiente que reinaba aquí, el machismo de la sociedad. A Rosita Quiroga, aunque es anterior, no le gustaba cantar en vivo y nada que ver con lo sensual; Mercedes Simone, una de las voces más atractivas que además era hermosa, no ponía el acento en eso. Azucena Maizani tampoco lo hacía, se vestía de hombre. El tango es muy sensual y casi te exige masculinidad o sensualidad femenina muy a flor de piel y aguerrida. Hoy en día, las mujeres no le tenemos miedo a ser sensuales, a exponernos con toda nuestra fuerza sexuada. Yo nunca he analizado mi forma de comportarme cuando canto. ¡Soy yo!

– ¿Sentís que la banda funciona como un buen instrumento detrás tuyo?

– Sí, pero Acho maneja la cuestión musical. A mí me viene muy bien ese sonido para darle el aspecto nuevo, en cierto modo rebelde, pero podría cantar con una orquesta clásica. Me gusta sentir que estoy proponiendo algo diferente, que no soy una cantante más haciendo «Malena» por enésima vez. Con La Chicana empezamos a interpretar tangos clásicos cuidando de no elegir los remanyados. Hicimos «Como dos extraños» o «Por una cabeza», pero tratamos de buscar esa pieza que nos gusta especialmente y no ha sido muy grabada. Eso con las obras de Acho no me sucede, las mías son primeras versiones.

– ¿Analizás la letra, recurrís a un maestro de repertorio o dejás que pase a través tuyo?

– Dejo que pase. La vuelta se da, a veces tarda bastante. Me resulta importante escucharla cantada por mí y ahí tengo críticas. Pero, no lo pienso mucho.

– ¿Con tu voz también es así?

– Empecé a trabajarla cuando descubrí que me quedaba sin aire, por un hiatus que tengo; por momentos me da cierta disfonía, una rotura que queda linda en el tango. Sucede que me incomoda al cantar. Si mi voz está bien disfruto más, pero resulta muy pulcro.

– Entender más los climas que sugieren las letras, los paisajes interiores.

– Con el tango me pasa mucho. Me es natural desde chica, la letra ayuda muchísimo, el rock me parece más escurridísimo, complicado. Con el flamenco me ocurre lo mismo aunque también me gusta. Hay en ellos una cosa trágica del ser humano, si bien en el tango la poesía es mucho más rica que en el flamenco.

Eduardo Rouillet

El espíritu tanguero de Tom Waits

Quienes integran La Chicana -Dolores Solá, Acho Estol, Julián Hasse en bandoneón, el percusionista Pol Neiman y Manuel Onís en bajo- identifican el origen prostibulario del tango, lo ilegal, su ambiente, el estilo de vida marginal y el rechazo de la sociedad hipócrita- con la esencia del rock. Toman desde Villoldo a Manzi y de Arolas a Salgán. Con una actitud amplia e irreverente abordan la guardia vieja, el tango balada, la milonga guitarrera y el candombe urbano. Solá vive en Anchorena y Berutti, en el límite entre Barrio Norte y Palermo.

«Soy una chica de Barrio Norte… He vivido toda mi infancia allí, así que esa cuestión del arrabal… Sea el barrio que sea, uno encuentra los colores del tango. Me conmueve la poética de Enrique Santos Discépolo y de los primeros tangos, más que la de los «60. Me gusta la cosa desgarrada, más cruda, trágica y humorística a la vez. Acho me dice que soy medio dark».

«El tango, como manifestación artística importante, trascendental, que habla de una identidad y una cultura, se relaciona con muchas cosas comunes al ser en todo el mundo. En el último disco grabamos un tema de Tom Waits una historia que tradujimos al castellano e hicimos porteña. Resultó una milonga que habla de un fulano que se brota en medio de la ciudad de Buenos Aires; ahora, accede a un crédito para comprar un departamentito, un autito mediano, casado con una veterana ex azafata y de repente no aguanta más, prende fuego a todo, sube al auto y se va al diablo. Tom Waits, sin saberlo, es tanguero. Joaquín Sabina se avivó que también lo es y si no hubiera pisado Buenos Aires, igual lo sería».

– ¿Ese espíritu está en vos?

– Sí, yo valorizo y me engancho con aspectos que no son muy comunes a mi generación. Soy tanguera, sí, siempre lo fui. Escucho rock, me gusta, me identifico en algunas letras, pero mucho más con nuestra música. Tuve un padre muy grande y muy tanguero y quizás me influyó… Mantengo ese criterio, ante todo disfrutar; no tiene sentido esta noche si eso no ocurre, no importa cuánto público haya, me equivoque o quede disfónica».


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