“¿Doncella mapuche?”
Por los años treinta del pasado siglo XX al irascible filósofo Miguel de Unamuno lo asediaba un periodista que pretendía hacerle un reportaje. Cansado de la persecución, con dureza, Unamuno le preguntó al periodista: “¿Y para que medio trabaja Ud.?, a lo que el periodista respondió con orgullo: “Para el diario ‘El Pensamiento Navarro’”. Retrucó Unamuno: “¿Pensamiento y Navarro?; no entiendo?”.
Doncella es una palabra que tiene dos significados específicos que puntualiza el diccionario de la RAE: “Mujer virgen”, y en segundo lugar: “Criada que sirve cerca de la señora o que se ocupa de los menesteres domésticos ajenos a la cocina”. No hay otros significados. Mapuche es el nombre con el que se autodesignan algunos araucanos que originariamente estaban establecidos en la cuenca del Bío Bío, entre los ríos Cautín y Toltén, en las proximidades del arroyo Vorohue, y posteriormente emigraron a lo que es hoy la Argentina, alrededor de fines del siglo XIX. Hasta el siglo XX no hay registro histórico de la palabra “mapuche”. Los indígenas del territorio de lo que hoy es Argentina los llamaban a estos indígenas “boroganos”, con los que tenían relaciones conflictivas.
No entiendo cómo los antropólogos pueden determinar la doncellez de los restos encontrados en ninguna de las dos acepciones del diccionario. No entiendo que esos restos de 900 años atrás, es decir de 1.116 de nuestra era, sean “mapuches”. En todo caso los antropólogos que descubrieron los restos deberán precisar que se tratan de restos óseos femeninos de una persona de aproximadamente tal edad. En segundo lugar pueden determinar, como parece que lo han hecho, la etnia a la que pertenecía; pero de ningún modo si constituía o no una tribu. Afirmar que esa etnia constituye una tribu determinada no es algo que antropológicamente se pueda establecer, y “tribu” es una organización social política, especificación que en todo caso deberá precisar otra ciencia que no es la antropología. El catedrático chileno Sergio Villlobos, premio Nacional de Historia, dice tajantemente: “Decir mapuche es un eufemismo por araucano”. En igual sentido se expresó nuestro recordado Rodolfo Casamiquela. Mapuche es un nombre de fantasía que se autoaplicó una parte de la etnia araucana, para lo cual tiene absolutamente todo el derecho de hacerlo. Son nombres de fantasía que un grupo puede imponerse y puede, razonablemente, sin quemar ninguna casa, defender que le sea reconocida esa denominación. “Guardia Imperial”, “Borrachos del Tablón”, o “La Doce” son nombres de fantasía de parcialidades de entusiastas fanáticos de fútbol de tres de los mayores clubes de Argentina que lo han hecho.
Se puede ser un magnífico antropólogo y a la vez un ingenuo ignorante de la historia política social. Los araucanos deben su nombre a un poeta español, Alonso de Ercilla, quien en 1569 editó en Madrid un extenso poema ambientado en Chile sobre la guerra que sostuvieron los españoles contra los indios en el sur. Ercilla fue soldado de esa guerra y al poema lo tituló “La Araucana” , y desde entonces así se llamaron aquellos indios. Los nombres de Caupolicán y Lautaro son nombres castellanos aplicados por el mismo poeta, sin que a ciencia cierta se pueda saber cómo se llamaban el pueblo y los jefes reconocidos que lo guiaban.
No se debe descartar que lo de “doncella mapuche” haya sido una denominación pretendidamente poética del periodismo. Hay que ser tolerantes. Como todo el mundo sabe que el periodista “tiene unos conocimientos universales amplios como un océano, de un centímetro de profundidad”, como dice una irónica frase que no se debe repetir.
Hugo Martínez Viademonte
DNI 4.951.463
“No entiendo cómo
los antropólogos pueden determinar
la doncellez de los restos encontrados,
en ninguna de
las dos
acepciones
del diccionario”.
Datos
- “No entiendo cómo
- los antropólogos pueden determinar
- la doncellez de los restos encontrados,
- en ninguna de
- las dos
- acepciones
- del diccionario”.
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