Cuando la inflaciónya no maquilla la ineficiencia

Las estrategias que muchas pymes desplegaban en un contexto de aceleración de precios, ya no sirven. Contabilidad acertiva, capacitación y eficiencia, las claves del nuevo escenario.

Por Andrés Tejeda (NODO)
Durante años, la inflación funcionó como un velo que ocultaba muchas ineficiencias dentro de las empresas. Los precios subían, las ventas parecían crecer y las distorsiones del sistema permitían sostener márgenes incluso sin una gestión rigurosa. Pero ese escenario cambió.

En un contexto de inflación más baja y estable, como el que estamos atravesando, las empresas enfrentan otro desafío: ya no hay margen para la improvisación. Hoy, la rentabilidad depende directamente de la eficiencia. Y eso obliga a mirar hacia adentro.


La situación actual exige revisión profunda de todos los procesos. Ya no alcanza con tener intuición para los negocios: se necesitan herramientas, datos, planificación y profesionalismo.
Durante años, cubrirse de la inflación comprando de más y subiendo los precios resultaba una buena estrategia para compensar la pérdida de rentabilidad por la falta de monitoreo sobre los costos. Pero hoy, tener mucho stock inmovilizado implica riesgos económicos y operativos importantes.

En términos económicos, el dinero invertido en inventario no genera ingresos hasta que se vende, por lo que un exceso de stock significa que ese capital está inactivo y no puede utilizarse para otras inversiones o gastos necesarios. La falta de liquidez dificulta el cumplimiento de compromisos con proveedores y obligaciones financieras. Esto reduce la capacidad de negociación e incrementa los costos.

La inversión en capacitación bien nunca será un gasto. Siempre será mejor capacitar a un colaborador y que se vaya, que no capacitarlo y que se quede.


Desde lo operativo, la acumulación innecesaria de productos —donde la mercadería que ingresa supera a la que sale— genera cuellos de botella que complejizan la gestión de almacenes. La inadecuada planificación de los stocks y la falta de coordinación entre producción, compras, logística y ventas genera grandes costos ocultos que afectan la rentabilidad.

En muchos casos, para lograr rotar el sobrestock, evitar la obsolescencia o el deterioro, es necesario recurrir a promociones imprevistas que disminuyen la rentabilidad y distorsionan los datos. Lo que al principio se observaba como una “buena compra” termina diluyéndose por los costos ocultos, la limitación para aumentar los precios y la pérdida de rentabilidad vinculada a decisiones no planificadas.


En un entorno sin inflación que licúe errores y con la aparición de nuevos jugadores debido a la apertura de las importaciones, es imprescindible conocer el punto de equilibrio, controlar márgenes y tomar decisiones con base en información confiable. La contabilidad deja de ser solo una obligación impositiva: es una herramienta de gestión.


La eficiencia operativa ya no es opcional. Mejorar procesos, eliminar desperdicios, reducir tiempos muertos y aprovechar mejor los recursos se vuelve indispensable. Aquí entran en juego metodologías como Lean o Kaizen, pero también algo más básico y simple de aplicar: revisar cada etapa de la operación para identificar posibles ineficiencias. Si todavía no tenés descriptos los procesos y procedimientos, este es el momento. Implementar controles constantes, auditar la eficiencia y definir indicadores de desempeño ya no es una opción: es una necesidad.

La eficiencia ya no es un ideal: es la condición para competir. Las empresas que no profesionalicen su gestión quedarán rápido fuera del juego.


Tareas que se duplican en diferentes sectores, módulos del sistema o sistemas independientes que no se comunican entre sí o no vinculan adecuadamente la información, lamentablemente aún son frecuentes en las PyMEs.


Cada puesto mal aprovechado impacta en el resultado. La falta de claridad en las tareas, así como la duplicidad en las mismas, la rotación, la falta de compromiso o las ausencias ya no se diluyen: se sienten. Por eso, la inversión en capacitación bien desarrollada nunca será un gasto. Siempre será mejor capacitar a un colaborador y que se vaya, que no capacitarlo y que se quede.


La tecnología se ha vuelto clave para la competitividad: sistemas de gestión cada vez más completos, automatización de tareas, inteligencia artificial, tableros de indicadores y trazabilidad de procesos permiten reducir errores, anticiparse a desajustes y tomar mejores decisiones. La clave está en construir capacidades internas, generar cultura y acostumbrarse a tomar decisiones basadas en información.


En épocas de alta inflación, muchas empresas vendían sin analizar en profundidad márgenes o segmentación. Hoy es distinto. Ya no se trata solo de vender más, sino de vender mejor: con rentabilidad, con foco en los clientes adecuados, con procesos comerciales estructurados. Entendiendo las diferencias y particularidades de cada segmento de clientes y cada unidad de negocios. Facturar mucho y ser rentable distan de ser sinónimos.


La eficiencia ya no es un ideal: es la condición para competir. Las empresas que no profesionalicen su gestión quedarán cada vez más rápido fuera del juego. No por falta de productos, servicios u oportunidades, sino por no saber aprovecharlas. En este nuevo contexto, no siempre ganan quienes tienen más espalda financiera, sino quienes sean más ordenados, prolijos y sepan hacer más con menos.


Por Andrés Tejeda (NODO)
Durante años, la inflación funcionó como un velo que ocultaba muchas ineficiencias dentro de las empresas. Los precios subían, las ventas parecían crecer y las distorsiones del sistema permitían sostener márgenes incluso sin una gestión rigurosa. Pero ese escenario cambió.

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