EnTRUMPado

El temor infundido por Donald Trump y sus aranceles recíprocos sumió al mundo en el caos. Pero luego, obligada y unilateralmente, fue él mismo quien declaró una tregua en la guerra comercial global. ¿Por qué?

Los mercados mundiales vienen de atravesar una de las quincenas más convulsionadas en años. El telón de fondo es la guerra comercial global, iniciada por los rotundos cambios de la política arancelaria de Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump.

Este redireccionamiento era algo que se esperaba incluso desde que el republicano se impuso en las elecciones, celebradas en noviembre. Lo que no estaba en los cálculos de nadie eran la magnitud y las ramificaciones que tendrían las medidas.

Con la imposición de aranceles generalizados (por ahora pausados) a los productos importados por Estados Unidos, la política comercial trumpista alcanzó su punto álgido. Sin embargo, hubo antes decisiones y trascendidos que podían hacer prever este desenlace.


 Cronología: el origen del caos por los aranceles


La primera medida concreta de Trump en lo que va de su segundo mandato tuvo lugar el 1 de febrero, cuando firma una orden ejecutiva para imponer aranceles del 10% a China y del 25 % a México y Canadá. Fue entonces cuando empezaron a sonar con fuerza y asiduidad palabras propias del vocabulario bélico: tregua y represalias. La guerra comercial empezaba a gestarse. 

Desde entonces, las tensiones y restricciones fueron in crescendo. Otros hechos relevantes han sido la aplicación de aranceles adicionales a la importación de acero y aluminio, y luego a los automóviles. De hecho, Trump anunció una alícuota del 25% para los productos provenientes de cualquier país que compre petróleo o gas venezolano, dejando al descubierto las intenciones geopolíticas detrás de la estrategia.

El 13 de febrero aconteció algo trascendental, anticipatorio de lo que vivido en los últimos días. Según trascendidos, aquel jueves Trump propone la implementación de aranceles recíprocos, con el fin de equiparar las alícuotas que otros países aplican a los productos estadounidenses. Las advertencias sobre el caos que ello podría ocasionar no tardaron en llegar.

Pese a ellas, el 2 de abril se anuncia la efectiva instauración de la medida: Estados Unidos resolvió aplicar tasas del 34% para importaciones provenientes de China, 20% para la Unión Europea, 25 % para Corea del Sur, 24 % para Japón, 32 % para Taiwán y 10% para los demás países.

La respuesta a estos aranceles recíprocos ad valorem fue el caos anunciado. Las bolsas de todo el mundo (incluido Estados Unidos) sufrieron jornadas de pánico, con desplome de las acciones de empresas. Los precios de los commodities también se derrumbaron: el petróleo crudo, por ejemplo, tocó su menor cotización en más de cuatro años. Todo esto agravado por una sucesión de amenazas y represalias, principalmente de China, segunda mayor economía mundial.

Los mercados tuvieron una fuerte pero frágil recuperación, con el anuncio de una pausa de 90 días en la suba arancelaria anunciada. Sin embargo, China queda fuera de esa tregua, y hoy las dos mayores economías del mundo son protagonistas excluyentes de una guerra comercial que no solo no cede, sino que además se recrudece. Al cierre de esta edición, los aranceles de Estados Unidos a China ascendían al 145%, y los de China a Estados Unidos al 125%, y las amenazas y excepciones se multiplicaban.


Trump “enTRUMPado”


Los aranceles, la más simple y antigua de las políticas comerciales, pueden perseguir diversos objetivos: incrementar la recaudación tributaria, la protección de determinados sectores contra las importaciones, estrategias geopolíticas, etc. Sin embargo, tienen efectos no deseados y, en ocasiones, difícilmente estimables.

Al defender su política arancelaria, Trump alude a la necesidad de proteger las industrias nacionales de los productos importados (principalmente chinos) y de revertir el déficit en balanza comercial.

Esto tiene sentido. El efecto indiscutible de la aplicación de aranceles tan elevados será un menor ingreso de bienes extranjeros a Estados Unidos. El mecanismo es (por supuesto) vía precios, y la pregunta clave es quién absorbe el gravamen.

Por un lado, para quien exporta a Estados Unidos, la imposición de aranceles por parte de Trump representa un incremento de costos y, en consecuencia, una pérdida de rentabilidad. Si el margen no es lo suficientemente amplio para absorber la alícuota, vender a Estados Unidos será económicamente inconveniente y, en consecuencia, dejará de exportarle.

Estados Unidos es el principal importador de mercancías del mundo: en 2024 ingresaron a ese país bienes extranjeros por alrededor de US$3,2 billones.

Por otro lado, aquellas mercancías que sigan ingresando al país norteamericano pese al gravamen verán incrementados sus precios, por lo que se espera que sean menos demandadas que antes. Así, la presencia de productos extranjeros en Estados Unidos se vería reducida, ya sea porque cae la oferta de exportaciones de otros países o porque cae la demanda de importaciones fronteras adentro. La clave pasa por quién absorberá la mayor parte de las alícuotas adicionales: ¿los productores o los consumidores?

En una economía donde una buena parte del consumo final e intermedio proviene de importaciones, los aranceles generalizados pueden significar una aceleración de la inflación. También es oportuno recordar que, en campaña, Trump se comprometió erradicar ese flagelo, promesa clave en su victoria electoral. ¿Acaso el republicano adoptó la medida sabiendo que su legitimidad de ejercicio podría verse menoscabada? Cabe sumar un elemento.

Si el país que hubiese implementado esta misma política arancelaria fuera Argentina, la realidad sería completamente distinta. La razón radica en que Estados Unidos tiene un rol preponderante en el comercio mundial y, por ende, una gran capacidad de influir en los precios internacionales. Argentina no.

Estados Unidos es el principal importador de mercancías del mundo: en 2024 ingresaron a ese país bienes extranjeros por alrededor de US$3,2 billones, según el sitio statista.com. Por ello, el aumento de los excedentes de oferta mundial que ocasionarían el fin de la pausa de los aranceles recíprocos se estima de gran escala, y magnificados por la escalada de la guerra comercial debido a la proliferación de represalias.

El aumento de los excedentes de oferta mundial que ocasionarían el fin de la pausa de los aranceles recíprocos se estima de gran escala, y magnificados por la escalada de la guerra comercial debido a la proliferación de represalias.

El derrumbe de los índices bursátiles acontecido recientemente a lo largo y ancho del mundo, no es casual: una recesión global es cada vez más ponderada en los cálculos de analistas e inversores. Pero las cotizaciones de las acciones no fueron los únicos precios que acusaron estos temores. A fuerza de marchas y contramarchas en la política comercial estadounidense, los valores de referencia de los commodities han sufrido fuertes altibajos en lo que va de abril. Por ejemplo, el barril de petróleo crudo (insumo clave) tocó en la segunda semana del mes su menor cotización en cuatro años. 

Entonces, es imaginable que en los cálculos de la Casa Blanca la aceleración inflacionaria debido a la mayor carga tributaria sobre bienes importados se vería contrarrestada o atenuada por el retroceso de los precios internacionales, motivado por el poder de mercado de Estados Unidos. Esto último efectivamente sucedió.

Fue el rápido aumento de los rendimientos de los bonos (su baja de precio) lo que más preocupaba a la Casa Blanca, ya que podría ser el detonante de una nueva crisis financiera.

¿Entonces por qué Trump decidió pausar la mayoría de los aranceles por 90 días? The New York Times informó que fue la agitación económica y financiera lo que lo hizo reconsiderar la medida. En particular, fue el rápido aumento de los rendimientos de los bonos (su baja de precio) lo que más preocupaba a la Casa Blanca, ya que podría ser el detonante de una nueva crisis financiera.

El prestigioso medio también reveló que el alto funcionario estadounidense que visitó el lunes la Argentina tuvo notable injerencia en la decisión. “Tras bambalinas, miembros senior del equipo de Trump temían una crisis financiera que pudiera salirse de control y devastar la economía. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, y otros en el equipo del presidente, incluido el vicepresidente JD Vance, habían estado presionando por un enfoque más estructurado al conflicto comercial que se enfocara en aislar a China como el principal infractor, mientras se enviaba un mensaje más amplio de que Trump estaba decidido a abordar los desequilibrios comerciales”, contó el prestigioso medio estadounidense.

Las razones detrás de los aranceles recíprocos no han sido explicitados, y aún no están del todo claros. Por el contrario, las motivaciones detrás de la pausa de 90 días tienen sentido. Trump cayó en su propia trampa y se vio obligado a calmar el caos que él mismo generó y sobre el que había sido advertido. La duda ahora es si la marcha atrás en la política arancelaria es definitiva o transitoria, como se anunció.


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