La distribución del ingreso mejora, pero no alcanza

Los datos oficiales revelan una mejora en 2021 respecto a 2018 cuando se desató la crisis. Sin embargo el nivel de ingresos de las mayorías sigue siendo de pobreza.

Desigual. Muchos para pocos y poco para muchos es la tónica de la distribución.

Es la hora de la merienda. Cinco niños y niñas se acercan a la mesa en la que festejan el cumpleaños de una de sus mejores amigas en el barrio. La mamá corta la torta en diez porciones exactamente iguales y el papá se dispone a repartirlas.


Acto seguido, toma cinco porciones y se las da a uno solo de los niños. Es el hijo del empresario más acaudalado de la ciudad, que está de visita.
Separa otras dos porciones y se las entrega a una de las nenas invitadas. Se merece esas dos porciones, es la hija del intendente.


Con las tres porciones restantes, la mamá y el papá intentan no desatender a los restantes tres invitados. Sería descortés no darles nada. Toman un cuchillo y tratan de ser ecuánimes.
Al mejor amigo de la cumpleañera le toca una porción y media. Al fin y al cabo es la persona que más tiempo pasa con la cumpleañera. A la nena que es hija del jardinero, le alcanza con media porción. Vino al cumpleaños porque vive en el barrio. “No creo que se ofenda”, tiene que agradecer que al menos la invitamos”, dijo el papá. Al amiguito que falta le queda exactamente una porción, y todos contentos.


El relato suena imposible. Irreal. Indignante. Digno de un feroz escrache en las redes sociales, y una denuncia en los organismos oficiales encargados de la lucha contra la discriminación.
Sin embargo, y salvando las distancias, la forma en la que se distribuye el producto de lo que la economía argentina genera a lo largo de un año, es bastante similar al criterio aplicado en la historia.


Es más, la desigualdad obscena en la forma en que se distribuyen los ingresos, no es un problema made in Argentina, sino más bien uno a nivel global, resultado lógico de un sistema que premia la acumulación, y pone la riqueza como el principal objetivo a alcanzar, el más sublime.

Contraste. La desigualdad extrema es parte del sistema, también en Argentina.


La publicación de los datos oficiales acerca de la distribución del ingreso, puso sobre la mesa una vez más esta semana, la discusión acerca de la desigualdad y la enorme distancia que existe entre quienes ostentan poder y riqueza, y aquellos que están virtualmente desposeídos.
Aún así, la estadística dada a conocer por el Indec, revela signos de mejora luego del desbarajuste generado por la crisis económica desatada en 2018 y del terrible impacto económico de la pandemia.

Un fallo sistémico


“La riqueza económica de un pueblo no consiste sólo en la abundancia total de bienes, sino más bien, en una eficaz distribución según justicia”, dijo alguna vez el ex Presidente Arturo Illia.


Los defensores ortodoxos del sistema capitalista aducen como respuesta al célebre dirigente radical, que la distribución de la riqueza obedece a la acumulación previa de capital y a la forma en que cada quien aplicó su dotación inicial de factores productivos. Se niegan siquiera a imaginar que el capitalismo tiene sus virtudes, pero debería reformularse a fin de generar resultados más equitativos.

El año posterior a la pandemia finalizó con una mejora concreta en cuanto a la distribución del ingreso, pero ello no es palpable en el bolsillo de las mayorías.

Cultores de la “meritocracia” como principio rector, desconocen la incidencia determinante que tiene en la distribución de los ingresos, la transferencia de riqueza de generación en generación sin esfuerzo alguno más que el simple lazo sanguíneo, algo que recientemente ha puesto a la vista el trabajo del Premio Nobel de Economía, Thomas Picketty. Prefieren en cambio, señalar que los pobres eligen “no trabajar” y descansar al amparo de los planes sociales que les asigna el estado.


Los datos a nivel nacional y global les dan la espalda y dejan al desnudo el fallo fundacional que arroja como resultado el capitalismo en todo el mundo: existen recursos suficientes, solo que están absolutamente mal distribuidos.


El fracaso sistémico de la teoría del derrame encuentra su confirmación cuando se verifica que a nivel global, el 10% más rico se apropia del 52% de los ingresos mundiales. Si el sistema se pensó como un mecanismo de abundancia y desborde de recursos desde la cima hasta las bases, resulta que en algún momento, alguien cerró la llave de paso allá arriba.


El corolario de la desigual distribución de los ingresos a lo largo del tiempo, es luego, la acumulación desigual de la riqueza. Argentina no es la excepción.

Números que estremecen


La definición más básica acerca de “qué es la economía”, dice que se trata de la “ciencia que estudia la forma en que se asignan los recursos escasos a fin de satisfacer necesidades infinitas”. La señal es bastante clara para todo aquel que la quiera ver: la definición de economía ya advierte que no alcanza para todos a la vez, y que difícilmente todos estén satisfechos al mismo tiempo.


Los datos recientemente publicados por Indec acerca de la distribución del ingreso en Argentina, traen consigo un sabor agridulce (más agri que dulce). Por un lado, la desigualdad y la enorme brecha entre los que más tienen y los más postergados, siguen siendo el signo distintivo. Por el otro, resulta que pese al impacto de la pandemia y a las enormes dificultades que reviste la inflación sostenida y creciente, la distribución de los ingresos se muestra mejor hoy, no solo respecto al año de la pandemia, sino a los años previos.


El informe oficial revela matices sorprendentes que dan cuenta de la gravedad de la crisis que azota a la economía nacional. Los datos refieren al último trimestre de 2021 para los 31 aglomerados urbanos a lo largo y ancho del país, en los cuales el Indec lleva a cabo de forma periódica la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).


El primer dato fuerte es que un 60,4% de la población total percibió algún ingreso, cuyo promedio fue de $52.553. Implica que si el hogar está sostenido por una sola persona, no alcanza a solventar el costo de la Canasta Básica Total (CBT) que el propio Indec estableció en $83.807 para el mes de marzo.


A ello se suma un elemento fuerte en términos de la brecha de género, tanto en cuanto al acceso laboral como a la remuneración: el informe indica que “los perceptores de ingreso varones tuvieron un ingreso promedio de $60.132, mientras que el de las mujeres fue de $45.154”. La distancia entre la remuneración promedio percibida por mujeres y varones es (inexplicablemente) del 25%.


Si en cambio el foco se coloca sobre la ocupación, resulta que la EPH arroja un total de 12,6 millones de personas ocupadas, de las cuales 9,2 millones son asalariadas con un ingreso promedio de $55.823 y 3,4 millones son no asalariados con un ingreso promedio de $54.658. En cualquiera de los casos, queda a la vista que no alcanza con una sola persona trabajando en el hogar si lo que se pretende es esquivar la pobreza. A ello hay que agregar que 1 de cada 4 ocupados, no cuenta con cobertura social, médica, ni aportes jubilatorios.


La foto de la distribución se hace todavía más cruda al observar la distribución de los ingresos en términos individuales. La medición de Indec divide a la población en deciles en base a su nivel de ingresos. De allí resulta que a fines de 2021, el 10% más rico del país ostentaba un ingreso promedio de $275.799, mientras que el 10% más pobre percibía en promedio solo $13.710.


Este último dato implica que en este segmento de ingresos, aún si el hogar cuenta con dos personas trabajando, no logran reunir lo necesario para satisfacer la Canasta Básica Alimentaria (CBA), que se ubica en $37.413. Es decir no logran escapar a la indigencia.


El gráfico que acompaña la nota, toma estos datos y los agrupa por quintiles, dejando a la vista la profunda desigualdad que existe en la distribución de los recursos. Se aprecia con claridad que a fines de 2021, el 20% más rico del país se apropia del 46,5% de los ingresos, mientras que al 20% más pobre solo le toca el 4,9%. Cualquier similitud con el relato al inicio de la nota, no es pura coincidencia.


No obstante se observa también la evolución de estos datos en los últimos cinco años. Hacia fines del año 2017, el 20% más rico del país obtenía una porción de los ingresos similar a la de 2021 (46,9%). Un año después, y con la crisis financiera ya desatada, el mismo sector obtenía el 48,2%, lo que inevitablemente lleva a concluir que la crisis financiera sirvió a los fines de la concentración de los ingresos en manos de los que más tienen.


Si la foto de 2021 se compara con la de 2018, teniendo en cuenta no solo la crisis financiera sino la incidencia de la pandemia en 2020, resulta que los datos al final del año pasado revelan una mejora marginal en la distribución en la que el 20% más rico cede, el 40% más pobre mejora, y la clase media se mantiene en un 15% promedio de los ingresos.


La tendencia se confirma al observar el Coeficiente de Gini, un número índice que se ubica entre 0 y 1, siendo cero la distribución más igualitaria posible y uno la más desigual posible.
Al observar la serie de Coeficiente de Gini para los últimos 17 trimestres, resulta que el 0,413 que registra el último trimestre de 2021, es el mejor de los últimos cinco años.
En pocas palabras, el año posterior a la pandemia finalizó con una mejora concreta en cuanto a la distribución del ingreso.


A esta altura, es cuando el lector se pregunta: “si la distribución mejoró, cómo es que eso no se percibe en el bolsillo de la gente de a pie”.


El planteo es válido. En primer lugar hay que señalar que si bien puede que “la torta esté mejor repartida ahora que hace cuatro años”, también es cierto que se trata de una torta que desde hace al menos una década es del mismo tamaño en términos reales, e incluso se achicó, a expensas de la crisis y del parate de la cuarentena por el Covid.


En segundo lugar, lo cierto es que mientras exista una proyección de inflación del 60% anual e ingresos en pesos que corren desde atrás a los precios, será muy difícil que las mejoras marginales en la distribución sean palpables a las mayorías.

Dato

$13.710
Es el ingreso promedio individual del 10% más pobre en Argentina.

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