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Sergio Massa juega todo a la política en detrimento de la economía

En solo cinco días Massa hizo gala de su capacidad política. Corrió del centro a Milei, dejó expuesta a Bullrich, y morigeró el impacto por el mal dato de inflación. La muñeca política se contrapone al riesgo de asumir compromisos de incidencia permanente, para atender la coyuntura.

Desde el día siguiente a las elecciones PASO, cuando el gobierno decidió devaluar el tipo de cambio oficial un 22%, el traslado a precios minoristas se convirtió en frenético, desordenado, y sin referencia ni parámetro alguno.


Todos los pronósticos anticipaban lo que finalmente sucedió. El octavo mes del año cerró con una inflación mensual del 12,4%, lo que eleva el acumulado interanual al 124,4% y al 80,2% en los primeros ocho meses de 2023. Tal y como se esperaba, el peor dato de inflación en 32 años.


“A río revuelto, ganancia de pescadores”, el justificativo de la devaluación “habilitó” tácitamente la ventana para aplicar aumentos de precio absolutamente disímiles, sin relación alguna entre sí, y en muchos casos incomprensibles. Un caso especialmente particular por su enorme incidencia social, y luego política, es el de los alimentos, donde los aumentos de precio lucen en algunos casos desmesurados, e incluso duplican en porcentaje la devaluación de agosto.

El resultado más evidente y a la vez el más delicado, es el impacto sobre los sectores de menores ingresos, que experimentaron un derrumbe del poder adquisitivo en sólo tres semanas.


En términos generales el rubro “alimentos y bebidas” subió un 15,6% en el mes de agosto, y un 133,5% en los últimos doce meses. En ambas medidas, la inflación de alimentos es mayor a la del promedio del resto de la canasta básica.


No obstante, hay productos esenciales en la mesa de los argentinos que virtualmente “se dispararon”. Es el caso de la carne picada y la paleta, dos de los cortes más populares, que sólo en agosto subieron 39,4% y 34,1% respectivamente. Asimismo, la papa aumentó un 28,3% y el tomate redondo un 31,3%.


El resultado más evidente y a la vez el más delicado, es el impacto sobre los sectores de menores ingresos, que experimentaron un derrumbe del poder adquisitivo en sólo tres semanas.


Con tal escenario, el interrogante era de qué forma podría la figura de Sergio Massa acusar un golpe tan profundo al tejido social, siendo al mismo tiempo el hacedor de política económica, y el candidato presidencial del oficialismo. Cómo podría hacer para prometer futuro a los argentinos, anclado en el tortuoso presente que él mismo administra.


Salir jugando hacia adelante



Los estrategas de viejas batallas tienen claro que no existe mejor defensa que un buen ataque.
En una secuencia de apenas cinco días, y en el momento que se suponía más álgido, en el que los cuestionamientos serían los más crudos, Massa abroqueló su mejor jugada política desde que está al frente del ministerio de economía.


El recorrido inició el sábado en Tucumán, logrando el apoyo de los gobernadores justicialistas que hasta ahora le había sido esquivo. Un acuerdo con el que Massa espera fortalecer para octubre la presencia del aparato peronista en las provincias.

Baño de liturgia. Massa se rodeó de militancia a la hora de los anuncios.


La profundidad de la noticia pudo apreciarse cuando el gobernador de Buenos Aires, de conocido paladar negro kirchnerista, llamó a dejar atrás la épica del pasado y a construir hacia adelante.
“No tengo ninguna duda de que con Perón y Evita, y Néstor y Cristina son los mejores momentos que vivió nuestro país, pero tampoco tengo dudas de que tenemos que darle un carácter de época nuevo”, sorprendió Kicillof a propios y ajenos. “No es justo que vivamos de quienes ya hicieron una banda de rock. Vamos a tener que componer una nueva canción, no una que sepamos todos, una nueva”, agregó.


La apelación a una nueva narrativa, coincide con el apoyo explícito de los mandatarios provinciales peronistas detrás de la figura de Sergio Massa.


La foto se completó el lunes con el anuncio de la suba del mínimo no imponible (MNI) del Impuesto a las Ganancias, que deja fuera del gravamen al 99% de los trabajadores registrados.
Con esa jugada Massa alcanzó de una sola vez un triple objetivo.


En primer lugar y después de largas semanas, logró correr del centro de la escena a Javier Milei, y obligó al resto de los espacios políticos a opinar acerca de su propia agenda.

En una sola jugada, Massa corrió del centro de la escena a Milei, dejó expuesta a Bullrich, y cosechó el apoyo de gobernadores y CGT.


Segundo, dejó en off side a todo Juntos por el Cambio. Cuando el ministro anticipó la semana previa su intención de eliminar la cuarta categoría de Ganancias, una larga fila de diputados macristas eligieron la sorna y la ironía para desafiarlo en las redes sociales a enviar el proyecto del ley al Congreso, suponiendo que se trataba de declaraciones vacías.

En la lista de quienes quisieron “mojarle la oreja” al ministro figura la propia Patricia Bullrich, y otros altos referentes de Juntos por el Cambio como Ricardo López Murphi, o Christian Ritondo. “Patricia y sus diputados se hablaron encima”, describió fríamente uno de los polítologos más agudos del mainstream argento.

Cuando el martes el proyecto de ley fue sellado en la mesa de entrada de la Cámara de Diputados, esos mismos actores políticos se vieron obligados a desmentirse a sí mismos, y firmar un comunicado conjunto negando al gobierno el quorum necesario para tratar la iniciativa.


Tercero, el anuncio se vistió de épica sindical y Massa se dio un baño liturgia obrera peronista, con el plenario de los gordos de la CGT flanqueándolo en el escenario, y miles de trabajadores en la calle delante del escenario.


La secuencia se cerró el día en que todos suponían que Massa probaría su trago más amargo. Apenas tres horas después de conocido el 12,4% de inflación de agosto, Massa anunció la devolución del de la totalidad del IVA por hasta $18.800 para productos de la canasta básica.


La medida alcanza desde mañana a más de nueve millones de personas entre trabajadores registrados, jubilados, beneficiarios AUH y monotributistas. Es el mismo universo de gente que resultó la más golpeada por los aumentos de entre el 25% y el 30% en las verduras o la carne.


Al igual que sucedió con el anuncio respecto al MNI de Ganancias, la centralidad que logró el ministro de economía y candidato presidencial oficialista al anunciar la quita del IVA, logró desplazar del temario de la agenda política y mediática el estrepitoso dato inflacionario de agosto, y correr el foco a las iniciativas del gobierno para contener el golpe.


Dicho de otra forma, en menos de una semana y tomando a todos por sorpresa, Massa se ungió a sí mismo de candidato presidencial.


Como si no hubiese un mañana



El capítulo económico del arribo definitivo de Massa a la carrera electoral es bastante más delicado. Se desconoce hasta el momento previsión o cálculo alguno respecto a la forma en la que el ministro espera solventar los anuncios de esta semana, si es que en apenas tres meses logra calzarse la banda presidencial.


Según el propio ministerio de economía, solo la quita de Ganancias le costará al estado nacional (a valores presentes) un billón de pesos (un millón de millones) al año. A ello hay que sumar el costo de la devolución del IVA, que se estima en unos $160.000 millones mensuales, lo que equivale al 0,8% del PBI.

Todo o nada. Los anuncios con foco en la coyuntura, a costa del año próximo.


A priori, surgen cuatro posibles fuentes de financiamiento alternativas. Dos de ellas están vedadas por la coyuntura y las otras dos son dolorosas. La primera podría ser acudir al endeudamiento, pero los mercados voluntarios de crédito están cerrados para Argentina. La segunda sería continuar emitiendo pesos, lo que implicaría echar nafta sobre el fuego de la inflación.


La tercera opción podría ser establecer un nuevo tributo que reemplace por otra vía la recaudación que se resigna en Ganancias e IVA. Resulta difícil imaginar un impuesto que genere una potencia recaudatoria semejante, y el escenario político para lograr los avales legislativos necesarios.


La última alternativa, quizás la más posible y a la vez la más dolorosa, es generar un ajuste equivalente a la recaudación que se resigna. Dicho de otra manera, los anuncios de esta semana tendrán como correlato y más temprano que tarde, un apretón fiscal todavía mayor al que ya está en marcha.

Quienes se verán beneficiados por la quita de Ganancias quizá busquen la mejor forma de ahorrar antes que la mejor forma de consumir. Y en un contexto hiperinflacionario plagado de restricciones, cualquier argentino de barrio sabe que si sobra un peso, va a parar al dólar.


Peor aún, las implicancias cambiarias están a la vuelta de la esquina. Tras el anuncio, el propio Massa pidió casi como una súplica “si van a ahorrar, compren un autito, no se me vayan al dólar”.

La ecuación es bien sencilla. Quienes se verán beneficiados por la quita de Ganancias son los sectores de más altos ingresos de la estructura salarial, y por lo tanto los de mayor propensión al ahorro. Sectores que probablemente busquen la mejor forma de ahorrar antes que la mejor forma de consumir. Y en un contexto hiperinflacionario plagado de restricciones, cualquier argentino de barrio sabe que si sobra un peso, va a parar al dólar.


En otras palabras, la eliminación de Ganancias sobre el salario es un tópico de extenso recorrido para la clase política en su conjunto. En especial para espacios políticos que la prometieron, que la reclamaban a gritos hasta la semana pasada y que ahora la rechazan. No obstante y justo en este contexto, podría traducirse en más presión sobre el dólar blue en víspera de las elecciones.


A ello hay que agregar que el escenario en materia de precios sigue siendo crítico, y puede hacer colapsar cualquier plan de gobierno presente o futuro.


La inflación es una medida acerca de la “velocidad” a la que los precios crecen entre un periodo y otro. Y los precios acaban de acelerar como nunca en más de 30 años. En ese escenario, la quita del IVA puede ser un mínimo alivio al bolsillo, pero está lejos de convertirse en un verdadero freno para los precios. A lo sumo, consiste en una gota de combustible para el sediento vehículo del salario real.


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