Juegos peligrosos

El presidente Javier Milei acaba de proponer un nuevo “pacto social” en Argentina en su discurso de apertura de sesiones, aunque lo hizo sin bajar su nivel de agravios y confrontación contra quienes considera “la casta” y puso sus condiciones de antemano, advirtiendo que será otra vez un “tómenlo o déjenlo” más que una negociación real.

El presidente propuso un temario con diez puntos que considera básicos para generar “un nuevo orden económico argentino”, entre ellos el equilibrio fiscal “innegociable”, una reforma impositiva que simplifique el sistema e incluya una rediscusión del sistema de coparticipación federal, entre otros aspectos. Sin embargo, condicionó el “Pacto de Mayo” a la aprobación previa de la Ley Ómnibus, que fracasó en enero en el Congreso, que a su vez ligó a un paquete “de alivio fiscal” para las provincias que no especificó. Y durante su alocución no ahorró adjetivos para describir la “orgía de gasto público” que realizaron sus antecesores y apuntó a sindicalistas, legisladores, dirigentes sociales, periodistas y gobernadores, a quienes consideró “degenerados fiscales” irresponsables que solo buscan beneficio propio.

Aunque el tono refundacional ha sido común en el discurso de la mayoría de los presidentes desde el retorno a la democracia, Milei lleva esa opción al extremo. Plantea el debate político en términos dogmáticos, con tono religioso y una hoja de ruta que considera casi innegociable hacia reformas poco menos que escritas en piedra. De hecho, en su discurso manifestó su desprecio por el término “consenso”, asociándolo a negociados espurios en las sombras, y prefirió llamarlo “acuerdo” sobre puntos ya fijados. Así, no sorprende el silencio de la mitad de los 24 gobernadores, ya que incluso varios de quienes respaldan en general las reformas propuestas quieren ven la “letra chica”, antes de ir a una negociación que se plantea más como rendición incondicional que a una discusión donde ambas partes ceden pretensiones.

Los analistas están divididos sobre la estrategia presidencial.
Algunos aseguran que hay mucho de teatralidad en esta agresividad permanente, buscando esconder la evidente debilidad territorial y legislativa en la que se encuentra su movimiento político. Una especie de reedición del viejo lema sindical “golpear primero, negociar después” y una forma de explotar el desconcierto y las divisiones en el arco opositor, que sigue perplejo y tratando de interpretar al presidente, para luego frenar sobre el límite y negociar en mejores términos, o al menos ganar tiempo hasta que sus medidas den los resultados que planea.

Otros, como señaló a este diario el sociólogo y antropólogo Pablo Semán, temen que esta “dinámica de confrontación permanente” y humillación del adversario pueda superar al Gobierno y llevar a la sociedad a niveles de fragmentación y conflictividad preocupantes.

Esta apuesta al desorden político puede ayudarlo mientras se mantenga la “paciencia social” y confianza que aún lo acompañan, pese a la erosión de su imagen. A este sector social se dirigió Milei cuando pidió “paciencia y confianza” en que la situación mejorará, pese al duro presente. El problema surge, como señala el politólogo Jorge Giacobbe, cuando el paciente decide que el tratamiento de shock superó su umbral de dolor, aunque el médico le diga “yo te avisé”.

Es de esperar que el Gobierno encare la nueva etapa de negociaciones con espíritu constructivo y menos actitudes mesiánicas o de superioridad moral. Enfrente tendrá a varios gobernadores y legisladores que se mostraron desde el inicio dispuestos a respaldar muchas de sus propuestas, aunque a esta altura queda claro que nadie otorgará un cheque en blanco. No parece buena idea humillar e insultar a quienes luego se debe sentar a la mesa. Aunque en política los agravios vencen más rápido que en otros ámbitos, el presidente no debiera olvidar que las afinidades, antipatías o rencores personales no son ajenas a las decisiones de poder.

Jugar de nuevo al “todo o nada” puede tener nefastas consecuencias para la gobernabilidad y el frágil proceso de estabilización económica puesto en marcha.


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