Las formas importan

El presidente electo Javier Milei asumirá hoy la Presidencia de la República, con el desafío de aplicar en forma urgente un plan de estabilización integral que resuelva la crisis económica reflejada en una inflación acelerada y altos niveles de pobreza, para lo cual necesitará el respaldo de un Congreso muy fragmentado y en el cual su partido está en minoría. En estos días de transición, Milei ha dado señales contradictorias: mientras por un lado mostró pragmatismo y mesura para ampliar su coalición de apoyos políticos, por otro mantiene discursos altisonantes y gestos de desprecio hacia la “casta” que podrían complicar la gobernabilidad democrática.

En las negociaciones con el gobierno saliente para ordenar el traspaso del mando, hay un aspecto particularmente irritante: su negativa a hablar ante la Asamblea Legislativa (que incluye a sus representantes de La Libertad Avanza y aliados del PRO) con el argumento de que son “la casta” que busca desplazar y su preferencia por hablar en las escalinatas “al pueblo” para darse un baño de masas antes de dirigirse a la Casa Rosada.

Puede ser que esta actitud populista le granjee simpatías dentro de sus partidarios, que entre otras cosas lo votaron como una protesta contra la clase política tradicional, a la cual se responsabiliza de los problemas que hoy tiene el país. Sin embargo, también erosiona y complica la relación de confianza que debe tener cualquier presidente con el Poder Legislativo, cuyos integrantes se sienten tan legitimados por el voto popular como el primer mandatario.

El politólogo Guillermo O’Donell, que analizó los procesos de transición democrática en América Latina, acuñó una noción muy interesante al analizar la baja calidad democrática de algunos gobiernos de la región en la década de los ‘90: la idea de “rendición de cuentas horizontal” (accountability en inglés) que se refiere al sistema donde los Ejecutivos no solo respetan la división de poderes, las leyes que vota el Congreso y obedecen las resoluciones judiciales, sino también avalan la interacción de varias agencias estatales como la Contraloría, la Oficina Anticorrupción o la Defensoría del Pueblo, que revisan decisiones y advierten ilegalidades o corrupción.

Dentro de la idea de “rendir cuentas” hay acciones simbólicas que refuerzan la idea de un Ejecutivo dispuesto a someterse a controles, como el informe mensual del Jefe de Gabinete ante el Congreso, donde recibe preguntas y cuestionamientos de la oposición, y el discurso anual ante la Asamblea, donde el presidente realiza un balance de su gestión y fija planes o prioridades políticas para el año siguiente. Los gestos de convivencia democrática no son menores, las formas importan. Muchos aún recuerdan y critican la infantil actitud de la expresidenta Cristina Fernández de negarse a entregar la banda presidencial a Mauricio Macri en 2015, que obligó a Federico Pinedo a ser “presidente por 12 horas”.

Como se preveía, el peronismo usó su derecho de ser la bancada más numerosa en ambas cámaras del Congreso para tener el mayor peso en las comisiones legislativas que empezarían a tratar el o los proyectos del gobierno en estas sesiones extraordinarias. Si se planta en los temas más sensibles y consigue apoyos de otras bancadas no oficialistas, las iniciativas del Gobierno corren el riesgo de empantanarse, dejándolo sin herramientas para su ambicioso programa de reformas y ajuste fiscal. Gobernar a “golpe de Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU)” llevaría a inmediatos conflictos con el Legislativo y a reclamos judiciales que tensarían innecesariamente la relación con otros poderes desde el inicio mismo de la gestión.

Así como el presidente electo ha hecho honor a su declarado “bilardismo” futbolero (el resultado es lo que importa) incorporando a varios integrantes de la política tradicional a su Gabinete, sería deseable no exagerar en gestos de “purismo ideológico”, ya que si bien un amplio respaldo popular avaló su propuesta de reformas estructurales, su debilidad legislativa y la gravedad de la crisis lo obliga a necesarios consensos para evitar un temprano fracaso, de consecuencias imprevisibles.


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