“El 9 de julio fue una fuga hacia adelante, un redoblar la apuesta”

En el Congreso de Tucumán, "no sólo no estaba el contorno de lo que hoy es Argentina. Tampoco la idea, la comunidad que siente que el corazón se le acelera cuando Messi y la selección salen a la cancha", dice el historiador Roy Hora.

Roy Hora, profesor y especialista en historia social contemporánea.

El historiador Roy Hora señaló que el «huracán de la historia», la incertidumbre y el azar jugaron un rol importante en la independencia declarada un 9 de julio de 1816. Y todavía quedaba mucho camino por andar antes de generar una república y aún más para crear «un sentido de comunidad» nacional llamado Argentina.

Hora es Profesor de Historia (UBA) y Doctor en Historia Moderna por la Universidad de Oxford. Es docente titular de la Universiod de San Andrés e investigador del Conicet. En diálogo con «Río Negro» destacó que la intención de Fernando VII de recuperar el control perdido de las colonia sin negociar y por la vía militar «no dejó a los criollos más alternativa que redoblar la apuesta. Tucumán fue producto de la coyuntura de 1815-6, no de la de 1810», agrega.

P: En un artículo reciente, describís a la revolución de mayo más como consecuencia del colapso de la monarquía española que una maduración de algo previo, un proceso complejo donde el azar tuvo mucho que ver y su destino fue “por momentos incierto”.

R: En 1810 no había un proyecto independentista claramente formulado, con amplios apoyos entre las elites o el pueblo. Lo que nosotros llamamos la Revolución de Mayo fue una reacción ante una coyuntura nueva, muy incierta. El Estado español se había derrumbado, consecuencia de la invasión de Napoleón a la Península Ibérica. De golpe, el sistema de poder que había gobernado a América por tres siglos había dejado de funcionar. El imperio había perdido su flota en Trafalgar, y América había quedado suelta, a la deriva. Con el rey preso y los franceses dominando Madrid, a muchos americanos les pareció que era momento de negociar mayores márgenes de autonomía respecto de España. Es por eso que en 1810 vemos pronunciamientos autonomistas en todas partes, de México a Buenos Aries, siempre en nombre del rey preso. “Ahora que el rey no está, decidimos nosotros, acá, quien integra la Junta que ejerce el poder en su nombre”. Para entonces, la independencia era una posibilidad entre otras, que pocos suscribían.

“El país que se declaró independiente en el Congreso de Tucumán tiene poco que ver con la Argentina de hoy”

Roy Hora, historiador.

P: ¿Qué cambió para que de la autonomía se pasara seis años después al objetivo de la independencia?

R: El huracán de la historia. Es lo que explica que la Argentina tenga dos cumpleaños, 1810 y 1816. En 1810, formar un gobierno autónomo supuso un desafío más o menos encubierto al poder del rey. Por algunos años fue posible mantener la ambigüedad: “nos gobernamos nosotros porque el rey está preso, cuando vuelva vemos”. Pero en 1814 pasó algo inesperado: Napoleón fue derrotado y Fernando VII volvió al trono. Y el rey estaba decidido a recuperar sus colonias, en sus propios términos. No quiso negociar sino que preparó un ejército para reconquistar América. Alzó la voz y pegó un golpe en la mesa. De este lado del Atlántico no quedó otra alternativa que una fuga hacia adelante. Entonces no hubo más remedio que doblar la apuesta. Y vino la declaración de independencia. Tucumán fue producto de la coyuntura de 1815-6, no de la de 1810.

P: ¿Qué rol tuvieron las guerras que se generaron entre mayo de 1810 y 1816? Vos destacás la incorporación de nuevos actores sociales en la discusión del poder. ¿Hubo también cambios en la élite respecto de mayo de 1810?

R: Es muy importante entender que las elites no son los únicos actores de la historia. Ni entonces ni ahora, las elites dirigentes no actúan en el vacío. ¿Un ejemplo? Nuestros Padres de la Patria, San Martín y Belgrano, eran partidarios de la monarquía, de una monarquía limitada por una constitución. No tenemos que sorprendernos de esta predilección. La monarquía era una idea prestigiosa, muy arraigada en la época. El mundo era monárquico, con la excepción de Estados Unidos. Pero esto significa que, si hubiera sido por Belgrano y San Martín, el nuevo país no hubiera sido una república. ¿Por qué no lo fue, por qué la monarquía no prendió? Parte de la respuesta a esta pregunta es que con 1810 vino una mayor participación popular en la vida pública. En la calle y plaza y también en el ejército. Al ampliarse el campo de lo político, al incorporarse nuevos actores populares, la idea de igualdad ganó fuerza. Y las nuevas elites surgidas en esos años tuvieron que aprender a bailar con una nueva música, cuyos ritmos fueron republicanos. Los que más rápido y mejor lo entendieron fueron los que llegaron más lejos. Gente como Rivadavia, Dorrego o Rosas. En cambio, los que siguieron pensando como San Martín y Belgrano, es decir, los que siguieron imaginando a la monarquía como el marco para armar un orden político, quedaron del lado de los perdedores. Por suerte.

La independencia fue declarada por una entidad fantasmal, que nunca funcionó como unidad política. El acta de independencia la llama las Provincias Unidas en Sud América.

P: ¿En qué medida el Congreso de Tucumán puede ser considerado fundacional, o un camino lógico o “natural” como a muchos nos enseñaron en la escuela? ¿Deberán pasar otras cosas para que se llegara a pensar en términos de una Nación o de “República Argentina”?

R: El país que se declaró independiente el 9 de julio en el Congreso de Tucumán tiene poco que ver con la Argentina que hoy conocemos, o con la de 1880. Y no sólo porque no estaba la Patagonia. La independencia fue declarada por una entidad fantasmal, que nunca funcionó como unidad política. El acta de independencia la llama las Provincias Unidas en Sud América. Allí estuvieron presentes representantes de Chuquisaca, que hoy es Sucre, capital de Bolivia, y de algunas provincias de lo que hoy es nuestro país. Sólo algunas. No sólo no estaba prefigurado el contorno de lo que hoy es la Argentina. Tampoco la idea, es decir, la comunidad que siente que el corazón se le acelera cuando Messi y la selección salen a la cancha. De hecho, la palabra “argentina” casi no aparece en los documentos de la época. Y si aparece, suele estar asociada a los habitantes de Buenos Aires. Faltaba mucho para que esa denominación comenzara a comprender a los hombres y mujeres del país que hoy conocemos, de La Quiaca a la Patagonia, de Mendoza a Misiones.

P: ¿Y cuándo nació el país que hoy es Argentina?

R: Sin desmerecer la importancia que tienen fechas simbólicas como 1810 o 1816 en la forja de una nación, creo que 1820 es un hito más importante que 1816 para trazar la genealogía de la Argentina de nuestro tiempo. ¿Por qué? En esencia, la etapa que va de 1810 a 1820 fue una dictadura militar: acumular y conservar el poder dependía mucho de soldados y cañones. Eso se terminó en 1820, cuando nacieron las primeras instituciones republicanas: división de poderes, elección popular de autoridades, una ley electoral amplia, que concedía el sufragio a casi todos los hombres adultos. Es decir, nació un orden político que había dejado definitivamente atrás la idea de monarquía, que estuvo dando vueltas durante toda la década de 1810. Ojo: tuvimos república, pero todavía no estaba la Argentina. Para que se formara la Argentina como comunidad imaginaria, es decir, para que todos sintieran que formaban parte de una misma nación, todavía faltaba tiempo. Este proceso fue más lento, y en 1850 todavía no se había completado. Es más fácil crear instituciones políticas que crear un sentimiento de comunidad.

P: Viendo desde la Patagonia los territorios por fuera de las “provincias unidas” ¿Estaban en la consideración de alguien?

R: Si tu pregunta hace referencia a la Patagonia, hay que decir que no estaba en el mapa mental de los hombres que dirigían en la primera mitad del siglo XIX. Y no lo pensaban como parte del territorio nacional. Todavía para Alberdi, que escribió hacia 1850, el “desierto” que el Estado tenía que dominar era el que separaba a Buenos Aires de Córdoba, Tucumán o Mendoza. La frontera sur era un problema, por ejemplo para los ganaderos, pero esa frontera todavía estaba en la provincia de Buenos Aires. Recién cuando el Estado nacional ganó legitimidad y acrecentó su poder militar, hacia la décadas de 1870, comenzó a plantearse proyectos de expansión territorial más ambiciosos. En 1810 ó 1850 los dirigentes políticos tenían demasiados problemas de los que ocuparse como para pensar en sumar el de la Patagonia.


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