El Alba bolivariano y el hundimiento del Titanic
Cuentan que cuando –luego de haber embestido a un enorme témpano de hielo– el presuntamente indestructible “Titanic” comenzó a hundirse lentamente, su orquesta, resignada, siguió tocando hasta que, recién luego de hacer oír el simbólico “Más cerca, oh Dios, de ti”, llegó el silencio provocado por la tragedia. Confieso que ese episodio me vino, de pronto, a la cabeza al leer acerca de la reciente II Cumbre Extraordinaria del Alba, que decidió –como si nada estuviera pasando en una Venezuela que hoy camina por la cornisa del colapso económico– crear una absolutamente indefinida “zona económica común” entre sus miembros. Creado en el 2004, por iniciativa conjunta de Fidel Castro y Hugo Chávez, el pomposamente llamado Alba –una institucionalmente nebulosa y desordenada organización– tardó casi una década en poder concretar esta iniciativa. Como si el tiempo y los demás no existieran. En este nuevo proyecto, el Alba está acompañada por Petrocaribe, una organización paralela creada por Hugo Chávez en el 2005 que llegó a contar con Venezuela y 18 pequeños países caribeños a los que se pone a disposición el abastecimiento de petróleo y combustibles a valores promocionales, con precios cuyo 50% se financia a 25 años (con dos de gracia), mientras la mitad de la otra mitad se paga en especies, con bienes y servicios producidos por los deudores. Una ganga atractiva que, sin embargo, ha dejado de funcionar, a punto tal que Guatemala se acaba de retirar de Petrocaribe, en noviembre pasado, quejándose, con razón, de que ya no recibe el financiamiento que fuera comprometido en su momento por Venezuela. Ocurre que la propia Venezuela tiene su economía destrozada por Hugo Chávez, Nicolás Maduro y los suyos. No paga a sus acreedores, ni siquiera las importaciones. Pierde reservas aceleradamente y tiene una inflación totalmente descontrolada. Y la escasez de los productos de primera necesidad es, en todo el país, un feo fenómeno creciente. Nada bueno. Para peor, Venezuela está en manos de un Maduro que cada vez genera más dudas sobre su capacidad para conducir, en serio, una nación que está en una grave crisis, por haber apostado equivocadamente al colectivismo, aunque con toda suerte de disfraces. Pese a la característica hipérbole de los mensajes de la II Cumbre, la sustancia de lo que se ha puesto teóricamente en marcha simplemente no existe. Puro ruido, entonces. Pocas nueces, más bien. Lo que ya no sorprende a nadie. Lo grave es que Venezuela será dueña de casa, este mes, en la próxima reunión del Mercosur. Y que allí seguramente querrá contagiar retóricamente al Mercosur con este tipo de iniciativa, totalmente vacía de contenido y despojada de todo realismo, de contramano con la realidad. Mientras tanto, en paralelo, ocurre que la economía de Venezuela está tratando de gambetear el colapso. Y las de algunos otros países, también. Y su credibilidad actual es prácticamente cero. (*) Analista del Grupo Agenda Internacional
Gustavo Chopitea (*)
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