El “Chino” de las cenizas

El fotógrafo del “Río Negro”, Alfredo “Chino” Leiva, presentó su libro de fotos en el encuentro literario

Por Redacción

FERIA DEL LIBRO

Media tarde del lunes, Feria del Libro. Stand de la provincia de Río Negro. Bien presentado, quizá el mejor montado en años de Feria del Libro. Pero ausencia del estilo –seducción en todo caso– para desplegar, hacer conocer, el saber que ahí se expresa. Una joven de gestualidad y formas agradables atiende a la gente que se acerca. Derrocha voluntad, pero se evidencia que no es lo suyo.

“Mirá, mirá. Esto es lo que nos contaba Irma, mirá –advierte una mujer de generación intermedia mientras corre con cuidado las páginas de “4 de junio, 16:30 hs. Cenizas en Patagonia”…– ¡Tal cual nos contaba Irma! ¡Qué fotos!

– ¿De quién son? – se interesa él.

–De ese señor –le dice este diario señalando al “Chino” Leiva, que sentado en una mesa chica, redonda y alta, lee una edición para pibes de “La Isla del Tesoro”, de Stevenson.

– “Chino”, la señora y el señor están alabando tu libro sobre la cenizas.

Y el “Chino” levanta la vista. Rostro agrio el del “Chino” cuando no sonríe. Testa cuadrada. Pómulos firmes. Cuello corto. Cuerpo doble ancho. Manos apropiadas para disciplinar desacatados. Y por pelo, tirabuzones…

El “Chino” pega un salto y se acerca. Pura sonrisa y despliegue de humanidad.

–¡Lo felicito! – dice ella. El marido se suma al reconocimiento y desliza información sobre Irma: una amiga de su esposa que en aquel 2011 de cenizas vivía en Bariloche…

Y la mujer es borbotón de preguntas: “¡Qué miedo!, ¿no? ¿No sintió miedo? ¿Y por qué el título del libro? ¿La gente se enojaba cuando le sacaba fotos? ¿Cuántas fotos sacó?

Con tenacidad asiática, el “Chino” ordena las respuestas. Con la mujer sosteniendo el libro de fotos en el centro, el grupo se amplía. Se suman dos pibes con cara del Nacional Buenos Aires.

–Ah… Yo conozco tu foto de la meada a la policía– dice uno de ellos, recordando la imagen que ganó el premio Clarín a la mejor fotografía.

–El título del libro es porque el 4 de junio a las 16:30 comenzó la ceniza en Bariloche. Yo soy reportero del diario “Río Negro”. La corresponsalía está frente al Nahuel Huapi, tiene un ventanal inmenso y vi avanzar una nube muy negra, muy gris… no era una nube amiga, digamos. Algo va a pasar, le dije a mis compañeros… agarré los equipos, fui a orillas del lago y ya era la ceniza total. Semanas de ceniza. No, ni tuve miedo ni vi gente con miedo durante todo ese tiempo. Sí angustia, pero a pesar de todo, para Bariloche, La Angostura, para toda esa zona, todo ese mapa bajo castigo de cenizas, fueron semanas de solidaridad entre la gente, de ayuda. No, la gente no se enojaba cuando la escrachaba. Al contrario, me marcaban objetivos: “Mire, allá abajo o en aquel lado, o esto o aquello. No sé cuantas fotos saqué, no sé. Pero en el 2012 me quebré las piernas en el cerro y estuve 7 meses en cama. Ahí comencé a dibujar la idea de este libro. Me ayudó mucha gente, amigos, colegas, empresas. ¡Mucha gente! Invertí incluso unos mangos que me dejó mi mamá al morir…

– ¿Cuál es la foto que más te gusta? ¿Seguro que ésta? – le pregunta al “Chino” uno de los pibes y le muestra una bicicleta deformada en un terreno deformado por tanta ceniza.

– No, la que más me gusta es la de tapa– responde el “Chino”.

El pibe socializa la tapa y el grupo suma cabezas y ojos para pasar revista a la foto de tapa.

–¡Los dos nenes!– dice la abuela.

–No, son tres. Mire acá abajo, acá, en este ángulo, este ojito es de una hermanita de ellos.

– ¡Y las manitos de los hermanitos!…

– Son los pibes del matrimonio Quintapurai… Yo estaba hablando con los padres y de golpe miré hacia la casa y me los encontré en la ventana…

–¿Y por qué es tu foto preferida? – pregunta uno de los pibes.

– No sé… me gusta todo el rasgado de la ceniza cayendo…

– ¿Usó papel? – interviene el marido de la amiga de Irma.

– No, no, todo digital– señala el “Chino”.

–¿Los equipos sufrieron mucho?

–¡Y, ahí no se podía jugar a nada, hacías un picado y te metían en cana por hacer quilombo en el quilombo!– reflexiona uno de los pibes con cara de Nacional Buenos Aires.

–¡No, bolas, el señor se refiere a los equipos de foto, las cámaras! – le aclara el otro.

–Sí –responde el “Chino”–, en todos esos meses perdí dos lentes y un cuerpo de cámara. Cuando cambiaba un lente al aire, sonaba, se filtraba ceniza. Me metía dentro de un auto para hacerlo, pero ahí también había cenizas…

–De toda las zonas bajo ceniza en las que sacaste fotos, ¿en algunas de ellas el tema te impresionó más que en las restantes? – pregunta la abuela ya enternecida con la forma suave en que el “Chino” cuenta sus cenizas.

–Pilcaniyeu, Jacobacci… la Línea Sur, cuando la sequía, los vientos que esmerilan todo… las cenizas, la pobreza…

La conversación sigue. La amiga de Irma se apartó del grupo para llamar a Irma.

– ¡Irma, Irma!… ¡No sabés, todo lo que nos contastes sobre la ceniza está acá, en la Feria del Libro, Irma!…¡Un librazo, Irma!…

Luego, la amiga programa con Irma una visita al stand de la provincia de Río Negro para pispear el libro.

El grupo se disgrega. Hay saludos, reiteradas felicitaciones al “Chino” y todas esas cosas que ayudan a que la vida renueve sus cosas lindas.

El “Chino” se acerca a este diario.

–¡Bueno, no me vas a decir que por un rato fui el “Chino” Cartier Bresson, el “Chino” Robert Cappa… no sé…!

–Por ahora sos el “Chino” cenizas, “Chino”.

Carlos Torrengo


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