El Clandestino, el bar de la esquina de la nostalgia
En Belgrano y 20 de Febrero hay un moderno complejo de oficinas. Pero hasta 2005 funcionó “El Clandestino”, mezcla de bar de barrio y bodega cultural, en el que sonaba buena música.
Nadie vengó a pedradas contra los cristales la memoria de un amor perdido. Tampoco hubo quien descubra a Clark Gable en la cola de algún comercio. Por ahora. Pero la nostalgia que destilan “Y nos dieron las diez” de Sabina o “Los fantasmas del Roxy” de Serrat le calzaría muy bien a la esquina de Belgrano y 20 de Febrero.
Allí funcionó hasta hace 12 años el boliche El Clandestino, una mezcla entre bar de barrio y bodega cultural, donde cada noche (y de lunes a lunes) la música en vivo era la excusa, el motivo, el plan perfecto.
Querible y luminoso (a pesar de que sus ambientes se distribuían en un sótano de tres niveles), El Clandestino cobijó historias únicas que resisten hasta hoy.
Su hacedor fue Luis Bravo, un músico local que se largó un buen día a “cumplir el sueño del boliche propio”. La idea surgió en pleno 2001. Tuvo que trabajar mucho en ese subsuelo, bajar el piso casi un metro y medio, hasta que en agosto de ese año abrió las puertas. “Era un momento complicado, había pocos lugares para tocar y fueron muchos los músicos amigos que se prendieron y que venían gratis, hasta que pudimos empezar a pagar”, recuerda Luis.
Para orientar a los habitués, puso días fijos. Los martes, jueves y domingos se escuchaba tango, los miércoles folklore y los viernes y sábados era un “mezclado”, con jazz, blues y rock. Los lunes “solidarios” incluían la propuesta de aportar alimentos no perecederos que luego se distribuían en algún barrio, con choriceada incluida.
La entrada era gratis y no había gorra. Los músicos cobraban del propio boliche, que les pagaba con lo producido por la barra. “La verdad es que no pagábamos mucho. Los dueños de otros lugares me decían cómo lograba que todos vinieran a tocar . Era por la onda, no hay otra explicación”, celebra Luis.
El nombre original fue “La vieja esquina social club”, pero pronto cambió por “El Clandestino” porque “así lo empezó a nombrar la gente”. El boca en boca logró transformarlo rápido en un clásico. Según Bravo, “venían muchísimos jóvenes, incluso los días de tango, y el 90% eran de Bariloche. Pero después los hostels empezaron también a mandar gringaje, y les gustaba mucho. Sacaban fotos y hasta le pedían autógrafos a los músicos”. Por el singular boliche pasaron entre otros Vox Dei, Jaime Ross, Las Blacanblus, Fito Páez, Los músicos de Pappo y muchos de “los más grosos” artistas de Bariloche.
Todo duró hasta que la familia de Luis vendió la propiedad y El Clandestino cerró para siempre en agosto de 2005. Los nuevos dueños demolieron el edificio, donde también había funcionado la mítica rotisería El Gallo Rojo. Hoy se levanta allí un moderno complejo de locales y oficinas.
Por el boliche pasaron Vox Dei, Jaime Ross, Las Blacanblus, Fito Páez, Los músicos de Pappo y muchos de “los más grosos” de Bariloche.
Datos
- Por el boliche pasaron Vox Dei, Jaime Ross, Las Blacanblus, Fito Páez, Los músicos de Pappo y muchos de “los más grosos” de Bariloche.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios