El desorden tiene sus usos

Allen 02941-450064 02941-450882 Bahía Blanca 0291-4539690/154120833 Buenos Aires Cerviño 4407 – 10º P 011- 48990303 011- 48990303 Catriel 0299- 4911251 0299-4912150 Centenario 0299 – 4891485 0299-4895156 Choele Choel 02946- 443049 02946-442471 Chos Malal 02948-421710 02948-421710 Cinco Saltos 0299 – 4891485 0299-4982413 Cipolletti Yrigoyen 376 0299- 4781652- 4784712 0299- 4781652- 4784712 Cutral Co 0299-4961229 0299-4967057 El Bolsón 02944- 15511600 02944-492412 Ing. Jacobacci 02940- 432578 02940- 432578 Neuquén Mtro. González 290 0299- 4490900 (rot.) 0299- 4490900 (rot.) E-mail: rnredaccionnqn@rionegro.com.ar R. de los Sauces 0299- 4887307 0299-4886727 Río Colorado Italia 166 02931- 432457 02931- 432457 S. A. Oeste 02934- 421265 02934-421707 S. C. de Bariloche Quaglia 115 02944- 422676-420058 02944- 422676-420058 E-mail: bariloche@rionegro.com.ar S. M. de los Andes Belgrano 680 02972- 427950- 429062 02972- 427950- 429062 Sierra Grande 02920-15530215 02920-15530215 Viedma Saavedra 597 02920- 423139- 424142- 431504 02920-423139-424142-431504 Villa La Angostura 02944-495281 / 15511578 02944-494210 Villa Regina 02941- 465535 02941-463879-461135-461368 Zapala 02942- 430947 02942-424834-15697037

Cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y otros voceros oficiales insisten en que no se les ocurriría nunca instrumentar “un ajuste”, dan a entender que su negativa a hacer algo tan terrible se debe a que son personas solidarias que están resueltas a defender cueste lo que costare los bolsillos de los pobres contra los decididos a saquearlos. Demás está decir que las afirmaciones en tal sentido son hipócritas. Como los kirchneristas saben muy bien, los estragos provocados por la inflación, que este año podría superar el 40%, son decididamente peores que los que resultarían de un ajuste severo, sobre todo para la mitad de la población que ya vive por debajo de la línea de pobreza o corre peligro de hundirse, pero sucede que les parece mucho menos peligroso permitir que el costo de vida siga subiendo a un ritmo frenético de lo que sería tomar las medidas necesarias para restaurar la estabilidad. Es así porque buena parte de la ciudadanía se ha acostumbrado a tomar la inflación por una especie de fenómeno natural que, por razones misteriosas, se abate esporádicamente sobre el país y no por la consecuencia previsible de decisiones determinadas tomadas por funcionarios con nombre y apellido, motivo por el que a los gobernantes les es fácil atribuirla a la codicia de una multitud de empresarios o a presiones internacionales, cuando no a las vicisitudes del clima. En cambio, si un gobierno se anima a ajustar, el ministro de Economía se convierte automáticamente en blanco de las críticas furibundas de todos los perjudicados, de los lobbies sectoriales y de los auténticos responsables de crear una situación insostenible, lo que, desde luego, le garantizará un lugar permanente entre los malos de la película nacional. Es por eso que la mayoría de los políticos preferiría un ajuste caótico y brutal, como el que fue llevado a cabo por el gobierno del presidente interino Eduardo Duhalde, al que algunos meses antes quiso intentar el gobierno del presidente Fernando de la Rúa; aunque los costos humanos de lo que efectivamente ocurrió fueran incomparablemente mayores que los previstos por Ricardo López Murphy, el encargado de concretar el ajuste controlado, los costos políticos que tuvo que pagar Jorge Remes Lenicov fueron menores, puesto que de acuerdo común no se había propuesto lastimar a nadie. En Grecia, el gobierno socialista de Giorgos Papandreu se ha visto obligado a comprometerse a recortar drásticamente los sueldos de los empleados públicos, congelar los salarios en el sector privado, emprender una reforma radical del sistema jubilatorio y, por supuesto, aumentar los impuestos. En otras latitudes, un gobierno en apuros similares podría ahorrarse un sinfín de problemas devaluando la moneda y confiando en que la inflación hiciera el “trabajo sucio” sin que las víctimas supieran muy bien la causa de sus penurias, pero por formar Grecia parte de la Eurozona, el griego no tiene más alternativa que la de poner la cara y asumir sus responsabilidades, aun cuando como resultado se vea frente a una reacción parecida a la que provocaría Cristina si, para asombro de todos, tratara de introducir un poco de orden en nuestras cuentas nacionales. De todos modos, si bien en principio es claramente mejor que en un país democrático tanto los gobernantes como la ciudadanía en su conjunto se vean constreñidos a enfrentar así la realidad, parecería que de tener la oportunidad la mayoría, no sólo en Grecia sino también en el resto del mundo, siempre optará por dejar que el ajuste se realice en un clima de confusión que sirva para anestesiarla. Con la posible excepción de Alemania y de algunos otros países de cultura económica similar, en todas partes los gobiernos están procurando continuar gastando por encima de sus medios reales por miedo a lo que sucedería si intentaran reducir el déficit fiscal a dimensiones manejables, de ahí el temor creciente de que, cuando estalle la próxima gran crisis financiera, tenga que ver con las deudas gigantescas que han acumulado no sólo los gobiernos de países como Grecia, España y Portugal sino también los de Estados Unidos, el Reino Unido y otras naciones presuntamente solventes y con la cantidad fabulosa de dinero sin respaldo que, a partir de mediados del 2008, se ha emitido en un esfuerzo desesperado por mantener a raya la realidad por un rato más.


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