El día en que aterrizó en cercanías de San Antonio 

El testimonio de Miguel Neman, quien lo conoció en aquel aterrizaje de emergencia que se relata en "Vuelo Nocturno" y que definió su vida.

Una mañana de primavera de 1928, un puestero llegó a caballo a la sucursal sanantoniense de La Anónima. Informó que un avión estaba junto a su rancho en la Laguna Las Máquinas a 40 kilómetros de la ciudad.

El gerente del comercio, Enrique Monconil, el chofer Domingo Camarda y Miguel Neman, un cadete de 12 años recién ingresado que casualmente leía con placer todo cuanto hubiera escrito sobre los aviones y los pilotos, fueron en auto hasta ese lugar a verificar los problemas del aviador.

Pasaron casi 72 años y don Miguel recuerda la anécdota con cierta emoción. «Fue la primera vez que vi un avión, había visto fotografías y había leído mucho, pero ese fue mi primer contacto directo», afirma Neman. Según dice, siempre quiso ser piloto aunque el padre quería que fuera médico. Esta experiencia profundizó su amor por la aviación.

Al llegar a la Laguna Las Máquinas encontraron el Laté 25 amarrado al alero del rancho. Junto al aparato, estaba parado un hombre corpulento, vestido en cuero y lana, que hablaba un castellano entendible con ciertos resabios de un francés excelente.

«Cuando llegamos se presentó como Saint -Exupéry, un piloto de Aeroposta que realizaba un vuelo experimental entre Bahía Blanca y Comodoro Rivadavia para establecer la línea entre esas ciudades con escala en San Antonio y Trelew», recuerda Miguel.

Ese día solamente pudieron acercarle un cajón con latas de combustible especial de 100 octanos -que La Anónima vendía exclusivamente en la ciudad- con el cual Saint- Exupéry negó que pudiera llegar hasta el aeródromo de San Antonio. Por eso a la tarde dejó el avión en el campo y fue a pasar la noche al Hotel El Americano, ubicado en pleno centro de la ciudad, esperando al día siguiente contar con una cantidad mayor para despegar.

A la mañana llegaron al aeródromo otros tres aviones con compañeros del piloto francés interesados en saber qué le había ocurrido a Saint- Exupéry. Miguel Neman fue a verlos a la noche con admiración.

Subió tímidamente las imponentes escaleras de mármol del viejo hotel y los encontró sentados en la terraza, mirando el cielo. Descubrían estrellas y continuaban volando imaginariamente. «Resaltaban la belleza del cielo patagónico y decían que era más límpido que en cualquier otro lado», cuenta Miguel.

Esa fue la única vez que vio al francés. Luego de esa experiencia, Neman fue a ver todos los vuelos de la Aeroposta. Cada avión que llegaba a la ciudad lo tenía de testigo.

En 1950 creó el aeroclub local junto al comisario Francisco Iglesias y otros vecinos. Ese año Miguel trajo en vuelo desde Comodoro el Pipper PA 11 de la institución.

Hoy, transcurridos muchos años, Miguel Neman es el jefe ad honórem de la sucursal local de Líneas Aéreas del Estado. Su vida transcurre entre la oficina de San Antonio, a metros de su casa y el aeropuerto local -situado a 7 kilómetros- que lleva el nombre del reconocido piloto y escritor: Antoine de Saint -Exupéry.

Pedro Caram


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