El ego (inflado) de los políticos

Con el riesgo de caer en estereotipos, podríamos afirmar que los políticos suelen tener problemas con sus “egos”. Suelen ser jactanciosos, egoístas, vanidosos, entre otros atributos. Por cierto que la excepción se suele dar cuando están en plena campaña política y disfrazan esas características con actitudes que los igualan a las demás personas, conductas quizás generadas por su “olfato” político o por estricta recomendación de sus “asesores de imagen”. De por sí, el mero hecho de que recurran a “asesores de imagen” desentrañaría que existen “otras imágenes” que es necesario ocultar, al menos en el fragor de la pelea política. Quizás aquello que se deba ocultar nos remita a lo que el psicólogo político Lasswell (1902/1978) sostenía en un clásico, “Psicopatología y política” (1930), al referirse a cómo determinadas experiencias en el desarrollo –singularmente las de la infancia– son decisivas en la conducta política de la madurez. La biografía de los políticos, sostenía, es esencial para el estudio del juego político, aportando comprensión al tradicional análisis de las instituciones y sistemas políticos. Según el autor, los motivos privados de los políticos adquieren significación pública. Esto implicaría que el político trata de compensar con su actividad un inconsciente sentimiento de inferioridad, por lo que serían personas muy infantiloides con una perpetua –e insaciable– necesidad de reconocimiento social. Por cierto que esto no justificaría los aciertos o los desaguisados que éstos cometen, ya que quedarnos en describir la conducta de los políticos y explicar las acciones políticas por cuestiones individuales redundaría en una lógica simplista que negaría el devenir histórico con todos sus aconteceres. Ahora bien, cuando pensamos en que los hacedores de las decisiones de un país, provincia o región “buscan maximizar su poder por sobre todos los valores” al estar motivados por una permanente insatisfacción primaria, se nos podría presentar un panorama desolador. ¿Es el político un sujeto que piensa en sus obstáculos y limitaciones personales a la hora del ejercicio de la acción pública? ¿Su capacidad de introspección está limitada por sus ambiciones personales? ¿El poder –o la falta del mismo– obnubila la capacidad racional de los políticos? En los corrillos de la psicología los que llevamos algunos años en la tarea sabemos que los políticos no son “carne de diván”. Sus egos inflados y fanáticos suelen pasar de la euforia a la depresión sin mediación alguna. Las víctimas de sus estados emocionales solemos ser los ciudadanos de a pie. (*) Dr. en Psicología. Profesor e investigador de la UNSL. Director de la Revista Electrónica de Psicología Política (http://www.psicopol.unsl.edu.ar)

Elio Rodolfo Parisí (*)

La necesidad de mostrar una “imagen” ya define que hay algunos aspectos a ocultar.


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