El fiscal reclamó perpetua para Simón Frías

"El Tucumano" no declaró, pero al final del juicio pidió perdón a los familiares de las víctimas.

PIEDRA DEL AGUILA (Sebastián Lafón, enviado especial).- El fiscal Héctor Trova pidió ayer prisión perpetua para Simón «El Tucumano» Frías (30), el único acusado por el doble crimen que conmocionó a esta localidad en diciembre de 2005. Lo acusó de los delitos de «homicidio simple, homicidio calificado, violación y abandono de persona». El acusado no declaró, pero les pidió perdón a los familiares de las víctimas.

De acuerdo al alegato fiscal, los crímenes tuvieron dos motivaciones: una económica, la deuda de 300 pesos que César Cabrera Garay (24) mantenía con Frías; y la otra sentimental, ya que el acusado pretendía a su mujer, Verónica Isaguirre (19).

El próximo 17, los miembros de la Cámara Criminal de Zapala emitirán la sentencia que definirá la situación de Frías. Hasta que eso ocurra, el acusado seguirá preso en la alcaldía de Junín de los Andes.

Trova además acusó a Frías de violación, un delito que en la primera parte de la investigación no se había podido comprobar. Según dijo, amenazó a Verónica y la lesionó con el filo de un cuchillo en el cuello, y así la sometió sexualmente.

La imputación por «abandono de persona» es porque tras asesinar a César y Verónica, dejó al hijo de ellos, de un año y once meses, en el basural de la ciudad. «Ahí mostró un rasgo de humanidad», sostuvo Trova en alusión a que lo dejó con vida.

El defensor oficial del acusado, Miguel Manso, pidió la nulidad del juicio y la realización de uno nuevo. Sin plantear la inocencia de Frías, argumentó que «no se respetó el derecho de defensa» porque durante el juicio «se utilizaron resultados de autopsias de las que nunca se notificó al acusado» y «todo giró sobre la base de una declaración ilegal de un comisario».

En este último punto se centró la polémica. El comisario Daniel Rojas, quien estaba a cargo del departamento de Homicidios de la Policía cuando ocurrió el doble crimen, declaró que el acusado se quebró y le confesó los crímenes.

Los jueces postergaron el debate sobre la legalidad de la confesión para el momento de la sentencia, y Rojas volvió a declarar ayer. Dio detalles sobre los lugares donde ocurrieron los crímenes, algo que en la etapa de instrucción no había sido precisado. Esos datos encajan con la hipótesis sobre el recorrido que habría hecho Frías: buscó a César por la mañana y se fueron en la camioneta Kia que era propiedad Bahía Yuncón, la piscifactoría en la que trabajaba. Lo mató, arrojó su cuerpo y fue en busca de Verónica. La convenció de que subiera al rodado, la llevó a Bahía Yuncón, donde la violó y luego la mató.

De las demás declaraciones, una de las que más comprometió a Frías fue la de Javier Malvestitti (26), un joven que compartió celda con él en Piedra del Aguila cuando lo detuvieron. «Primero me dijo que los había matado un pibe que andaba con él, pero después me confesó que había sido él», indicó. «También me dijo que a la chica la violó; ahí yo le avisé al comisario y al fiscal», agregó.

No fue el único testimonio desfavorable: el hijo de la mujer en cuya casa Frías solía parar, de 12 años, señaló que la tarde del 31 de diciembre de 2005 Frías fue y le regaló un par de zapatillas. Eran de color «negras», como las que César llevaba puestas, dijo el chico. «Después me pidió que lave la camioneta y había sangre en la parte de atrás», agregó.

Otros testigos manifestaron haber visto a Frías con César la mañana del 31, y por la tarde solo lavando la camioneta en un arroyo.

El juicio duró una maratónica jornada: declararon 16 de los 19 testigos que habían sido convocados, a lo largo de seis horas.

Durante su desarrollo salió a la luz que Frías fue condenado meses atrás por robo agravado (en Tucumán) y robo simple (en Neuquén).

Los familiares de César asistieron al juicio que se realizó en un pequeño salón del Concejo Deliberante, en tanto que los de Verónica faltaron. Vecinos y empleados de la dependencia coparon las 20 sillas disponibles para el público.

Frías optó por no declarar. Sólo habló al oído de su defensor, y rió cuando su ex compañero de celda reveló la confesión. Al finalizar la sesión soltó una sola frase con sabor a confesión: «Pido perdón a las familias; no sé si me lo merezco, pero pido perdón».


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