El impacto de la paz en Colombia

ANDRÉS OPPENHEIMER (*)

Las negociaciones de paz del presidente colombiano Juan Manuel Santos con las guerrillas de las FARC podrían tener repercusiones mucho más allá de las fronteras de Colombia: si resultan exitosas y terminan en un acuerdo de paz podrían llevar, entre otras cosas, a que el gobierno de Estados Unidos quite a Cuba de su lista de países terroristas. El motivo es el siguiente: Cuba, que está desempeñando un rol mediador clave en las negociaciones de paz colombianas, ha figurado hasta este mismo año en la lista negra anual que hace el Departamento de Estado de Estados Unidos de “patrocinadores del terrorismo” –junto a Irán, Sudán y Siria–, principalmente debido a que les da refugio a los terroristas las FARC y a los miembros del grupo armado separatista vasco ETA. Pero si Colombia firma un acuerdo de paz con las FARC y los rebeldes colombianos se convierten en un partido político legítimo, será difícil justificar el etiquetamiento de Cuba como un país que apoya el terrorismo, según dicen los críticos del embargo comercial de Estados Unidos a Cuba, ya sean demócratas o republicanos. Aunque Cuba seguiría siendo una dictadura militar, no podría ser considerada patrocinadora del terrorismo por estar cobijando a gente que ya no sería terrorista, argumentan los críticos. “Un acuerdo de paz debilitaría considerablemente el argumento de que Cuba debe estar en esa lista, aunque algunos intransigentes de línea dura se resistirán a quitar a Cuba de la lista porque consideran que sería un primer paso para ablandar la política estadounidense hacia la isla”, dice Michael Shifter, presidente de Inter-American Dialogue, un influyente centro de estudios de Washington DC. Aunque el hecho de quitar a Cuba de la lista de países terroristas –tal como hizo el Departamento de Estado con Corea del Norte en el 2008 o con Libia en el 2006– no implicaría automáticamente la eliminación de las sanciones impuestas por Estados Unidos a la isla, esa actitud reduciría el apoyo al embargo en el Congreso norteamericano y prepararía el terreno para una mejora de los vínculos entre Washington y La Habana, argumentan algunos expertos clave del Congreso estadounidense. Un alto funcionario del gobierno de Obama me dijo al respecto que “no hay absolutamente ninguna relación” entre los dos temas. Asimismo, fuentes legislativas afirman que un posible éxito de las conversaciones de paz entre Colombia y las FARC elevaría la estatura internacional del presidente Santos y podría ayudar a reflotar la alicaída influencia regional del presidente venezolano Hugo Chávez. Venezuela y Noruega han contribuido a preparar el terreno para las inminentes conversaciones de paz, que empezaron con diálogos secretos en Cuba en febrero de este año. Las negociaciones entre Colombia y las FARC se iniciarán el 8 de octubre –un día después de las elecciones venezolanas– en Oslo, Noruega, y continuarán en Cuba, según informó el gobierno colombiano. Otro escenario posible que consideran los observadores de Venezuela en el Congreso de Estados Unidos es que, si Chávez pierde las elecciones del 7 de octubre y hay “una guerra civil” en Venezuela, tal como el propio Chávez lo insinuó a principios de esta semana, el presidente depuesto podría reclutar a miles de desmovilizados de las FARC que ya están en la frontera colombiana-venezolana para crear un movimiento de resistencia armada en Venezuela. “Los grupos terroristas colombianos podrían estar tentados de unirse a Chávez en un movimiento de resistencia armada si gana el candidato de la oposición”, me dijo Carl Meacham, un funcionario del bloque del Partido Republicano en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado. “No hay que equivocarse: Chávez y sus seguidores no se irán tranquilamente del poder”. Mientras el gobierno de Obama reaccionó positivamente ante el nuevo esfuerzo de Colombia de resolver su conflicto armado, aunque sin comentar sobre sus posibles repercusiones internacionales, algunos republicanos clave del Congreso estadounidense lo han criticado con dureza. La presidenta del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, Ileana Ros-Lehtinen, congresista republicana de Miami, ha dicho que las conversaciones de paz colombianas son “preocupantes”, entre otras cosas porque “el régimen cubano de los Castro, calificado por Estados Unidos de patrocinador del terrorismo y que ha apoyado a las FARC desde hace mucho tiempo, ha desempeñado un rol de liderazgo en el diálogo que se desarrolla actualmente con agentes de las FARC”. Y agregó: “Al considerar el futuro, debemos establecer claramente que la política exterior de Estados Unidos hacia las FARC, hacia la dictadura cubana y el hemisferio debe estar basada en los intereses estadounidenses, sin depender de ninguna otra negociación”. Mi opinión: es demasiado temprano para saber si las negociaciones de Santos con la guerrilla tendrán éxito o fracasarán como ha ocurrido otras veces en el pasado. (Lo sabremos pronto: Santos ha dicho que los diálogos de paz no durarán años sino “meses”). Pero si las negociaciones tienen éxito, indudablemente repercutirán en todo el continente. El mapa político latinoamericano podría ser muy diferente a esta altura del año próximo. (*) Analista internacional


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