El lenguaje inclusivo gana posiciones en el uso diario

Pese al enfático rechazo académico, su uso se afianza en las calles y en varias instituciones y reparticiones públicas. Escritoras, periodistas y académicas dan su punto de vista sobre un fenómeno lingüístico que gana fuerza en el habla.

A pesar del empeño de los académicos por rechazar su uso o minimizar sus alcances, el lenguaje inclusivo se afianza en los intercambios coloquiales y se instala en organismos públicos como el Pami o la Universidad de Buenos Aires, pero a la vez que estos avances parecen empujar los argumentos para avalar su aceptación también instalan el riesgo de transformarlo en un gesto de corrección política sin impacto para corregir las desigualdades de género.

Empezó a circular entre los jóvenes, primero en conversaciones informales y luego como parte de manifestaciones sociales que emergieron a partir de las movilizaciones de NiUnaMenos, hasta que el tema se filtró en la escena mediática y ya no hubo marcha atrás: ocurrió durante las tomas de colegios que tuvieron lugar en junio de 2018 para reclamar por la legalización del aborto, cuando la vicepresidenta del centro de estudiantes del colegio Carlos Pellegrini fue entrevistada por un canal de noticias y apeló a palabras como “nosotres” y “diputades”, entre muchas otras expresiones de género neutro.

María Florencia Alcaraz, autora del libro “¡Que sea ley!”.

Hoy, en una nueva etapa evolutiva de la discusión, ya son muchos los organismos públicos que lo incluyen en sus protocolos de comunicación, como Pami, la Universidad de Córdoba y la de Buenos Aires o las distintas dependencias de la gobernación bonaerense. Esta institucionalización tiene correlato en las frecuentes apelaciones del presidente Alberto Fernández al “todes” y también al “amigues”.

“Cada comunidad lingüística va fijando sus normas y sus reglas sobre lo que se puede decir y de qué modo. En el caso del lenguaje inclusivo -que prefiero llamar no binario- surgió de los espacios activistas feministas y ahora es recogido por distintas instituciones y espacios que van más allá del feminismo. La institucionalización siempre es un debate porque quizá no es la batalla principal que se da con este tipo de lengua”, explica a Télam la periodista María Florencia Alcaraz, autora del libro “¡Que sea ley!”.

“La Real Academia Española (RAE), que se supone es la institución que ‘legitima’ las reglas y normas de las comunidades lingüísticas, no reconoce el uso del lenguaje no binario. Por lo tanto no es el único objetivo de esta batalla cultural porque puede derivar en corrección política y no soluciona el problema del lenguaje. Sin embargo, es interesante cómo esta demanda que surge de los espacios más activistas es tomada por instituciones como las universidades y los organismos gubernamentales”, acota.

Ana María Zorrilla, presidenta de la Academia Argentina de Letras.

Pese a los avances, la Academia Argentina de Letras no ha flexibilizado su postura en los debates por la utilización del lenguaje inclusivo: “Las instituciones estatales quieren aceptar esos usos con objetivos sociopolíticos pero desde el punto de vista lingüístico, no pueden fundamentarse”, explica su presidenta, Ana María Zorrilla.

“Una lengua, un cuerpo lingüístico, no puede inventarse o reinventarse de la noche a la mañana. No podemos reemplazar las letras a y o, que diferencian el género, con la arroba, el asterisco, la e o la x porque tenemos la voluntad de hacerlo en contra del androcentrismo o de reflejar con ello una realidad sociopolítica”, sostiene.

Según Zorrilla, hasta que se concrete un cambio lingüístico pueden pasar más de cien años: “El lenguaje inclusivo no es un cambio lingüístico -asegura-. Responde a una posición sociopolítica que está fuera del sistema gramatical. Por lo tanto, ninguna de las veintitrés Academias de la Lengua Española podrá legitimarlo”.

Hace unos meses, en el marco de la Feria de Editores, el lingüista Santiago Kalinowski y la ensayista Beatriz Sarlo sostuvieron un contrapunto sobre el tema que Ediciones Godot convirtió en un libro titulado “El lenguaje en disputa”: si bien ambos coinciden en que “la realidad no está configurada por la lengua”, la autora de “Escenas de la vida posmoderna” sostiene que los cambios en el habla no pueden ser impuestos por una minoría , en tanto que el investigador asegura que el inclusivo “no busca ser gramática, por lo cual es indiferente a las decisiones de la RAE”.

Santiago Kalinowski lingüista que desarrolla sus actividades en la Academia Argentina de Letras.

“La intervención que se conoce como ‘lenguaje inclusivo’ ha demostrado que tiene una gran potencia para traer a la superficie de la conciencia pública una agenda de género muy específica. En el marco de los discursos públicos que rodean una tensión social concreta -la que resulta de los privilegios de los que goza el varón heterosexual- ha tenido un impacto notable”, explica el lingüista a Télam.

Kalinowski, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas que desarrolla sus actividades en la Academia Argentina de Letras -aunque aclara que su postura es personal y no coincide con la posición de la institución- está convencido de que “el lenguaje inclusivo está llamado a ser un hito discursivo en la historia de las luchas políticas humanas” y si bien considera “altamente improbable” que su presencia institucional tenga algún efecto, “no ser parte de la gramática no disminuye en nada su potencia o su pertinencia sencillamente porque volverse gramática nunca fue su objetivo”.

“Vikinga Bonsai”, novela no binaria

La literatura no tardó en acusar recibo de esta “disidencia” que busca romper las estructuras atávicas del español y posicionarse frente a las desigualdades de género: la editora y escritora Ana Ojeda publicó recientemente “Vikinga Bonsai” la primera novela escrita en lenguaje no binario.“Venía escribiendo una fabulita atravesada por discusiones que estaba manteniendo en distintos ámbitos de mi vida (qué entendemos por “sororidad”, cuáles son sus límites, qué tipos de parejas deseamos, qué maternidad queremos habitar, etc…), cuenta la autora a Télam. “En ese marco, el inclusivo me permitía trasladar algo de radical actualidad a la ficción pero además me habilitaba jugar con un set de sonidos inhabituales, que me parecen muy plásticos. Y abrir la ficción a un conjunto de demandas sociales”. «Si fuera una estupidez, como sostienen quienes no se sienten cómodes con él -que no lo usan pero, sobre todo, no quieren que otres lo usen-, no se escandalizarían ni tratarían por todos los medios de que el inclusivo siga haciendo su camino. Y aclaro que el origen del inclusivo de género no son los hablantes jóvenes de clase media, sino las comunidades LGTTBIQ+ que vienen luchando por visibilidad y ampliación de derechos desde hace décadas», subraya Ojeda.

Télam


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