El pecado de los sodomitas

JORGE CASTAÑEDA (*)

En la actualidad los teólogos modernos y los estudiosos de la Biblia en su generalidad sostienen a la luz de las citas tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento que el pecado de los sodomitas (antiguos habitantes de la ciudad maldita de Sodoma, de donde procede el vocablo) estaba más bien referido a la “falta de hospitalidad” que a las inclinaciones sexuales de sus moradores. Esto es así porque en el mundo antiguo una de las principales obligaciones que tenía el pueblo de Israel era ofrecer alojamiento al extranjero. “Su observancia era capaz de limpiar cualquier pecado, como se ve en la historia de la destrucción de Jericó, donde Dios mató a todos sus habitantes excepto a una prostituta, a la que protegió, porque ella unos días antes había dado hospitalidad a dos hebreos en su casa” (Josué 6-22 al 25). El objeto de esta ley era proteger al peregrino dándole techo, comida y casa. Sin embargo en el texto que nos interesa, cuando los mensajeros divinos llegaron a la ciudad de Sodoma, el justo Lot les ofreció alojamiento en su casa para cumplir con tal precepto, pero los sodomitas nada solidarios ni hospitalarios “decidieron humillarlos para mostrar su desprecio hacia los extranjeros”. John Boswell se refiere extensamente a este malentendido por el cual la conducta homosexual es castigada a partir del relato sito en el libro de Génesis 19. Asevera que “Ninguno de los muchos pasajes del Antiguo Testamento que se refieren a la depravación de Sodoma sugiere delito de tipo homosexual. Al parecer el propio Jesús creía que estas ciudades habían sido destruidas por el pecado de falta de hospitalidad: ‘Caso que no quieran recibiros, ni escuchar vuestras palabras, saliendo fuera de aquella casa o ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad os digo que Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor en el día del juicio, que no aquella ciudad’. Mateo 10, 14 y 15”. En el libro de Eclesiástico dice que “Dios aborrecía a los sodomitas por su orgullo” (16-8), igualmente que en el libro de la Sabiduría. El libro de Ezequiel es aún más explícito pues detalla con justa precisión los pecados de Sodoma que son calificados menos graves que los de Jerusalén: “Juro yo, dice el Señor Dios, que no hizo Sodoma, tu hermana, ella y sus hijas lo que tú y tus hijas habéis hecho. He aquí cual fue la maldad de Sodoma, tu hermana: la soberbia, la hartura, la comodidad libre de cuidados, por parte de ellas y de sus hijas, y el no socorrer al necesitado y al pobre”. Ezequiel 16 48. Pero de homosexualidad ni una sola palabra. El profeta Isaías dice que los pecados de los sodomitas consistían en la práctica de un culto superficial, la opresión de los más pobres y la corrupción de los jueces. Isaías 1 10-17 y 3 9. El Tercer Libro de los Macabeos (libro apócrifo del judaísmo) dice que era la arrogancia. Sí en el Nuevo Testamento, en la carta de Judas, se asevera que “También Sodoma y Gomorra fornicaron y fueron tras una carne diferente”, donde algunos estudiosos y teólogos sostienen que “el pecado habría consistido en querer unirse sexualmente a seres de otra especie, de un género distinto al humano, como eran los ángeles”. La excelente versión de la Biblia de Jerusalén en su Diccionario anexo expresa: “Se decía de Sodoma que era un lugar de gran maldad, aunque no hay pruebas que dicha maldad fuese la ‘sodomía’, denominación hiriente de los actos homosexuales”. Es altamente llamativo que el texto reprobatorio del apóstol Pablo cuando alude a “los hombres que se echan con hombres” no condene el lesbianismo, término incorporado al habla popular en alusión a los versos dedicados a su amada de la poetisa griega Safo, nativa de la isla de Lesbos. Con el mismo criterio de los grupos fundamentalistas religiosos también se debería condenar la práctica del coito anal en parejas heterosexuales porque estaría comprendida entre las relaciones sodomíticas. Mario Vargas Llosa en un excelente artículo dedicado al tema publicado en el diario “La Nación” expresaba: “Parece increíble que después de Freud y de todo lo que la ciencia ha ido revelando al mundo en materia de sexualidad en el último siglo, la Iglesia Católica –casi al mismo tiempo que la Iglesia Anglicana elegía al primer obispo abiertamente gay de su historia– se empecine en una doctrina homofóbica tan anacrónica”, citando al senador Edward Kennedy, en Washington, cuando declaró que “la Iglesia debe ocuparse de religión y no de toma de posición políticas”, reafirmando su apoyo a las uniones de parejas gays. (*) Escritor. Valcheta


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