El peor atentado en un siglo
Recurrentes brotes antisemitas contra la mayor colectividad en América Latina. Las persecuciones contra judíos llegaron al Río de la Plata en el siglo XIV.
BUENOS AIRES.- El atentado contra la AMIA en Buenos Aires fue por mucho el más grave de los sufridos por la colectividad judía en la Argentina, la mayor de Latinoamérica, en el final de un siglo de recurrentes brotes antisemitas. Las persecuciones a los judíos llegaron al Río de la Plata en el siglo XIV por el brazo de la siniestra Inquisición, pero adquirieron las características modernas después de que el grueso de la inmigración europea se instaló en Argentina, entre los últimos años del XIX y las primeras décadas del XX. El episodio antisemita más luctuoso ocurrió en enero de 1919, en Buenos Aires, cuando en la ciudad vivían entre 70.000 y 100.000 judíos, muchos de ellos fugitivos de las masacres zaristas en Rusia llamadas ‘pogrom’. El hecho pasó mucho tiempo inadvertido por la historia oficial porque formó parte de una conmoción mayor: la sangrienta represión de un alzamiento obrero, conocido como la Semana Trágica. El investigador Pablo R. Fihman, en ‘El grito olvidado’, dio cuenta de un verdadero pogrom en los barrios porteños de Once y Villa Crespo contra todo ruso judío, bajo la sospecha de ser “portador del virus de la revolución bolchevique” de 1917. El libro cita informes del embajador norteamericano a su gobierno, según los cuales en la Semana Trágica hubo 1.356 muertos y 5.000 heridos, con el detalle de que 179 cadáveres (13%) eran de rusos judíos. En un informe de 2000, la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas), la mayor entidad política de la colectividad judía, reseñó que entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial proliferaron publicaciones y organizaciones como la Liga Patriótica y la Alianza Libertadora Nacionalista que sintonizaron con el ascenso nazi en Europa. Los ideólogos antisemitas de la época eran Manuel Carlés, Hugo Wast, Julián Martel y el sacerdote Julio Meinville. En la posguerra, con Juan Perón en el gobierno (1945-55), las condiciones fueron más favorables para la integración, pero en los 60 hubo una nueva profusión de agrupaciones ultranacionalistas como la Guardia Restauradora Nacionalista, la Cruzada Nacional, Trinchera y la Hermandad Nacionalista. Esas agrupaciones tenían contacto con Hussein Triki, por entonces representante de la liga de Estados Arabes, vinculado con el mufti de Jerusalén, antiguo aliado de Adolf Hitler, puntualiza la publicación de la DAIA. Uno de aquellos grupos, Tacuara, desplegó durante varios años agresiones de variada gravedad que llegaron hasta el asesinato a tiros del joven militante comunista Raúl Alterman, y el secuestro y tortura de la estudiante Graciela Sirota, quien sufrió cortes en el pecho con forma de cruz esvástica. De los 30.000 desaparecidos que provocó la última dictadura (1976-83), según las organizaciones de derechos humanos, unos 1.500 eran de origen judío, de acuerdo con los datos de la organización Simón Wiesenthal. Silvia Chab, autora en el 2001 de “Entre la crisis y la esperanza. La comunidad judeo-argentina tras el atentado de la AMIA”, señaló a la AFP que mientras los judíos son menos del 1% de la población argentina, los desaparecidos de ese origen suman entre el 5 y el 10%, según qué cantidades se consideren ciertas. Testimonios de sobrevivientes indicaron que “los represores exhibieron un especial ensañamiento con los prisioneros de origen judío”, dijo la autora. Chab afirmó que a lo largo del siglo hubo decenas de intimidaciones, bombas, amenazas, panfletos, profanación de tumbas, ataques a sinagogas, graffitis y hasta iniciativas legislativas antisemitas, pero nada comparable con el horror de los dos atentados de la década del ’90. El 17 de marzo de 1992, una bomba destruyó por completo la embajada de Israel en Argentina, con un saldo de 22 muertos y 200 heridos, y el 18 de julio de 1994, otro ataque demolió el edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), provocando 85 muertos y 300 heridos. (AFP)
Una década de feroz lucha política
Buenos Aires.- Este nuevo aniversario del atentado a la AMIA se distingue por los cambios políticos y judiciales con que encontró al país, pero también pasará al recuerdo como aquel que tensó al máximo, como nunca, las diferencias entre los representantes de la comunidad judía y los familiares de las 85 víctimas. De hecho, el acto unificado de AMIA, DAIA y Familiares de hoy nació de duras negociaciones de último momento, luego que esta última agrupación abandonó abruptamente el juicio oral a la supuesta “conexión local” en protesta por actitudes de los jueces que entienden como “parciales” y favorecedoras de los acusados. A la DAIA se le cuestiona el perfil menemista que imprimió a su gestión el ahora encarcelado ex titular del organismo, Rubén Beraja, procesado por la quiebra fraudulenta del banco que dirigía, el Mayo. Su nuevo titular, Gilbert Lewi, no asumió la conducción efectiva de la organización que representa políticamente al judaísmo en Argentina en protesta porque la comisión directiva rechazó formular una autocrítica por lo avalado en la causa AMIA durante el menemismo. La AMIA por su parte está dividida entre la aceptación y el rechazo a la postura de su también nuevo titular, Abraham Kaul, quien asumió una visión crítica de la causa judicial en desmedro del trabajo de los abogados de la Asociación, convencidos de la culpabilidad de todos los acusados. Los Familiares de las víctimas están desconcertados; durante años confiaron y aún confían en los fiscales federales que llevaron el caso, Eamon Mullen y José Barbaccia -ambos ya no están en la investigación- y de quienes escucharon bajo jura- mento haber ignorado las maniobras que ahora se cuestionan en el juicio. Más por dolor y sentimiento, están convencidos de la culpa de los acusados y descreen de un tribunal que -dicen- se dedicó a investigar a los investigadores en vez de a los acusados del ataque. Su contracara es “Memoria Activa”, que agrupa a no más de cinco familiares de víctimas, pero que adquirió mucho poder político de la mano de su abogado Pablo Jacoby, impulsor de las denuncias contra el juez del caso, Juan José Galeano, finalmente separado de la causa a su pedido. Este grupo desde hace años sostiene que la pista que llevó a la policía bonaerense fue falsa y construida en el marco de la interna feroz que envolvió a Carlos Menem y al entonces gobernador bonaerense Eduardo Duhalde. El inminente veredicto del Tribunal parece encaminado a darles la razón. (Télam)
Nota asociada: AMIA: 10 Años de impunidad
Nota asociada: AMIA: 10 Años de impunidad
BUENOS AIRES.- El atentado contra la AMIA en Buenos Aires fue por mucho el más grave de los sufridos por la colectividad judía en la Argentina, la mayor de Latinoamérica, en el final de un siglo de recurrentes brotes antisemitas. Las persecuciones a los judíos llegaron al Río de la Plata en el siglo XIV por el brazo de la siniestra Inquisición, pero adquirieron las características modernas después de que el grueso de la inmigración europea se instaló en Argentina, entre los últimos años del XIX y las primeras décadas del XX. El episodio antisemita más luctuoso ocurrió en enero de 1919, en Buenos Aires, cuando en la ciudad vivían entre 70.000 y 100.000 judíos, muchos de ellos fugitivos de las masacres zaristas en Rusia llamadas ‘pogrom’. El hecho pasó mucho tiempo inadvertido por la historia oficial porque formó parte de una conmoción mayor: la sangrienta represión de un alzamiento obrero, conocido como la Semana Trágica. El investigador Pablo R. Fihman, en ‘El grito olvidado’, dio cuenta de un verdadero pogrom en los barrios porteños de Once y Villa Crespo contra todo ruso judío, bajo la sospecha de ser “portador del virus de la revolución bolchevique” de 1917. El libro cita informes del embajador norteamericano a su gobierno, según los cuales en la Semana Trágica hubo 1.356 muertos y 5.000 heridos, con el detalle de que 179 cadáveres (13%) eran de rusos judíos. En un informe de 2000, la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas), la mayor entidad política de la colectividad judía, reseñó que entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial proliferaron publicaciones y organizaciones como la Liga Patriótica y la Alianza Libertadora Nacionalista que sintonizaron con el ascenso nazi en Europa. Los ideólogos antisemitas de la época eran Manuel Carlés, Hugo Wast, Julián Martel y el sacerdote Julio Meinville. En la posguerra, con Juan Perón en el gobierno (1945-55), las condiciones fueron más favorables para la integración, pero en los 60 hubo una nueva profusión de agrupaciones ultranacionalistas como la Guardia Restauradora Nacionalista, la Cruzada Nacional, Trinchera y la Hermandad Nacionalista. Esas agrupaciones tenían contacto con Hussein Triki, por entonces representante de la liga de Estados Arabes, vinculado con el mufti de Jerusalén, antiguo aliado de Adolf Hitler, puntualiza la publicación de la DAIA. Uno de aquellos grupos, Tacuara, desplegó durante varios años agresiones de variada gravedad que llegaron hasta el asesinato a tiros del joven militante comunista Raúl Alterman, y el secuestro y tortura de la estudiante Graciela Sirota, quien sufrió cortes en el pecho con forma de cruz esvástica. De los 30.000 desaparecidos que provocó la última dictadura (1976-83), según las organizaciones de derechos humanos, unos 1.500 eran de origen judío, de acuerdo con los datos de la organización Simón Wiesenthal. Silvia Chab, autora en el 2001 de “Entre la crisis y la esperanza. La comunidad judeo-argentina tras el atentado de la AMIA”, señaló a la AFP que mientras los judíos son menos del 1% de la población argentina, los desaparecidos de ese origen suman entre el 5 y el 10%, según qué cantidades se consideren ciertas. Testimonios de sobrevivientes indicaron que “los represores exhibieron un especial ensañamiento con los prisioneros de origen judío”, dijo la autora. Chab afirmó que a lo largo del siglo hubo decenas de intimidaciones, bombas, amenazas, panfletos, profanación de tumbas, ataques a sinagogas, graffitis y hasta iniciativas legislativas antisemitas, pero nada comparable con el horror de los dos atentados de la década del ’90. El 17 de marzo de 1992, una bomba destruyó por completo la embajada de Israel en Argentina, con un saldo de 22 muertos y 200 heridos, y el 18 de julio de 1994, otro ataque demolió el edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), provocando 85 muertos y 300 heridos. (AFP)
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