El plan…

En una escena de «Ronin», Robert De Niro es un agente encubierto de la CIA que planifica un golpe, para hacerse de una misteriosa maleta en manos de supuestos vendedores de armas. Tras repasar el plan, mira el bosquejo con calles y rutas de escape marcadas en rojo. Reflexiona: «el mapa… el mapa no es el terreno».

San Martín de los Andes se prepara para lanzar un Plan Preventivo de Seguridad Comunitario y Participativo, que involucra a los vecinos en la prevención del delito. Pero, como en «Ronin», la planificación no es la acción en el terreno.

Minutos después de la presentación, este columnista se cruzó en la calle con un policía experimentado, que no había asistido a la reunión en el centro cívico por no ser invitado, según dijo. «Veremos qué proponen, pero nosotros tenemos nuestro propio plan de seguridad», dijo ante la consulta.

El anteproyecto ideado por el licenciado en criminalística Raúl Funes, discurre por materia teórica hasta concluir en una estrategia de doble vía: prevención situacional ambiental y prevención social.

La primera hace referencia a las circunstancias que rodean a la concreción del delito, y la segunda a las condiciones que operan como caldo de cultivo.

Luego, involucra a los vecinos en la definición de las acciones preventivas y en la ejecución y fiscalización de resultados, asumiendo el gobierno municipal el rol coordinador con los cuidadanos y las fuerzas de seguridad.

Ahora bien. Los planes, cuando están hechos por personas capacitadas, suenan a música; pero sólo armonizan si los intérpretes leen la misma partitura.

Las fuerzas de seguridad ejecutan acciones definidas por ley y por orientación política. Utilizan un método que les es propio. Ese método genera una costumbre y esa costumbre es parte de una trama cultural, a veces difícil de cambiar.

En la Argentina del «efecto Blumberg», las fuerzas de seguridad y la justicia integran un imaginario colectivo de ineficacia y corrupción. Es una sentencia generalizadora y como tal profundamente injusta con miles de funcionarios que intentan hacer bien su tarea.

En el microuniverso local, la sensación es que la policía -que no está cargada con semejante mochila- hace cuanto puede pero choca con una legislación y unos jueces más blandos que duros.

En cualquier caso, la Policía es un organismo vertical en sus acciones, pues la verticalidad está en la raíz de su propio método.

Entre los ciudadanos, en cambio, hay variedad de opiniones y ninguna tiene por qué ser prominente sobre otra. Hay quienes exigen mano firme, hay quienes se arman por las dudas, hay quienes se martirizan en la impotencia, y hay quienes se sobreponen con esfuerzo comunitario. Luego, hay realidades diferenciadas por barrio, pertenencia socioeconómica y comunidad de intereses. Por último, hay matices políticos, jurisdicciones… pequeñas o grandes «quintas».

Es un «mapa» tan heterogéneo, que cuando se lo lleva al terreno se multiplica en discusiones, marchas y contramarchas. El plan abierto a debate en San Martín tendrá su principal tamiz en esa condición.

Blumberg catalizó un plan de seguridad no por consenso con las autoridades: se lo arrancó al poder político por la presión de una sociedad asqueada. Pero ese extremo está -por fortuna- muy lejos en San Martín. El desafío aquí no es prevenir el delito con acciones integradas entre vecinos, políticos y fuerzas de seguridad. Eso es posible, incluso por escala.

El gran desafío local es quebrar inercias y desconfianzas. Es lograr acuerdo y actuar en consecuencia.

Fernando Bravo

rionegro@smandes.com.ar


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