El sagrado rehué

Por Jorge Castañeda

Conforme a la definición que da el padre Ernesto Wilhelm de Moesbach en su diccionario mapuche, el término «rehué» nos remite a dos posibles acepciones. Por la primera interpreta como «el lugar puro, exclusivo, reservado al servicio religioso». Y en la segunda alude al «árbol sagrado», describiéndolo como «los tres palos de canelo, maqui y laurel, amarrados entre sí con voqui y revestidos con ramas de las mismas especies que, en el recinto festival del Nguillatún y otras reuniones, designa el lugar reservado a la función religiosa; el tronco-escalinata, adornado también con ramas de canelo y maqui, delante de la casa de la machi, sobre cuya plataforma ésta cumple con el ceremonial religioso de la raza, se pone en comunicación con los espíritus y recibe sus inspiraciones y visiones».

El mismo padre Moesbach lo relaciona con el término «levo», el que hace derivar de «lepún» que significando barrer y escoba, designaría «la cancha arreglada (barrida) en que aquella comunidad, llamada levo o rehué, celebra-ba juntas solemnes o decisivas, presididas por el úlmen en tiem-pos de paz o el toqui en tiempos de gue-rra».

Al respecto, Rolf Foerster en su descripción del Nguillatún manifiesta que «éstos tienen lugar en un lepún, un sitio especialmente dispuesto con este fin y en cuya periferia se distribu-yen los concurrentes. En su centro, y a ve-ces también en el sec-tor oriental del cam-po, se ubican un altar principal (rewé) y un altar secundario (llan-gi-llangi). Hay bastante disparidad de una zona a otra sobre la composición de es-tos altares y la presencia o ausencia de altares secundarios. En las regiones cordilleranas el altar se compone de vegetales, como la araucaria, lleuque, perales, manzanos y banderas amarillas y azules. En la Araucanía las banderas suelen ser blancas y negras; es más común el «purawe» o escala de las machi y los vegetales mencionados son laurel, maqui y canelo. «Rewé» es en definitiva un lugar depurado, como su etimología lo indica. La forma como se constituye es doble. Por una parte, reuniendo símbolos y objetos de lo sagrado y por otra, purificando el lugar antes y durante los ritos con acciones como el «awún». Su objetivo es crear condiciones apropiadas para la comunicación y comunión con lo divino».

Por su parte, el presbítero Oscar Barreto también aporta interesantes observaciones al respecto. Refiriéndose al Nguillatún, menciona que «en su centro se instala el «rewé» formado por dos grandes estacas que soportan parantes donde colgar la carne de los animales sacrificados. Generalmente se clavan doce cañas, retoños de pehuenes, ramos de manzano o molle, etc». Y su informante Feliciano Linares asevera que «se ponían en el «rewé» doce pinitos nuevos que se traían de la cordillera y que luego de la rogativa se devolvían y nunca ninguno se secaba, porque al sacarlo se hacía una marquita en el tronquito del lado que daba al este y cuando se lo volvía a plantar se respetaba esa marca. Y así hay que plantar pehuenes en las casas para que no se sequen».

Y un dato muy importante que aporta el padre Barreto se refiere al mal llamado «tótem». Menciona que «el corazón del rewé lo constituye, aun hoy día, un tronco no muy grueso, pelado, donde se tallan o pintan formas de cara y mano; el «chelmamuil», representación antropomórfica de la divinidad o de los espíritus. Antiguamente el tronco era grande, con peldaños para trepar, terminando en una talla de cabeza con o sin sombrero, sobre la cual se posan los espíritus invocados y que constituía el receptáculo de lo sagrado y el espacio hierofánico».

Al respecto el recuperado por la comunidad mapuche del Ñorquincó era parte integrante del «rehué».

Debemos a la pluma de don Juan Benigar en su descripción de una rogativa pehuenche importantes aspectos del «rehué». Señala que «la instalación consistía en un cerco de ramas, de algo menos de dos metros de altura, levantado en un semicírculo de ochos metros de radio y abierto hacia el oriente.

Avanzando algunos pasos de su centro, erguíase el rewé; componíase éste de un ramazón de dos palos parados a distancia de cosa de tres metros y unidos por un travesaño a la altura de dos metros. Servía la armazón de sostén a arbolitos y ramas que abrazaban los palos y formaban una pared de verdor. Afuera, frente a los extremos del rewé, estaban plantados dos jóvenes árboles de maitén, mactun o maytún».

Señalaba anteriormente que de ninguna manera se debe confundir al chelmamuil con un tótem, dado que éste constituye un emblema tallado o pintado con el linaje protector de la tribu o el individuo, lo que no se corresponde con el caso.

Pero sí es acertado considerar al «rehué» como centro de fuerza y energía y una de las claves olvidadas más poderosas que obraba en la realización de sus ceremonias.

Algo de eso intuye don Juan Benigar cuando expresa que el Nguillatún «báilase de modo que ambos ruedos dan las vueltas en sentido inverso. Dos o cuatro vueltas para un lado y otras tantas al otro. A una orden del cabecilla, el tamborillero empezó a tocar y nosotros a movernos, los varones hacia la derecha y hacia la izquierda las mujeres».

«Unos escalofríos me corrieron por la espina dorsal. Me había sentido cerca de un secreto peligroso y de un pasado remotísimo incalculable en las fracciones de segundos que son nuestros años».

«El tremendo uno-todo-nada polarizado en macho, hembra y las humanidades de la hundida Lemuria que inventaron esa dínamo humana».

«Sí, dínamo humana: afuera la corona de positivos y adentro la otra de polos negativos. Muévense en sentido contrario, acercándose y retirándose y produciendo sutilísimas corrientes de energía potentísimas que todavía no entraron en el campo de las investigaciones científicas».

«Los indios dispersan esas fuerzas, porque sólo han conservado el recuerdo del mecanismo exterior para producirlas y olvidado la práctica espiritual, necesaria para concentrarlas y dirigirlas».

Como vemos, es un tema apasionante y una ardua tarea para los investigadores. No sólo recuperar las tierras es el desafío de los pueblos originarios sino también su cosmovisión y los aspectos claves de su cultura y religiosidad, hoy casi debajada a ritos exteriores.


Exit mobile version