Ely y su “Descarriada”, una dupla de fierro en la Línea Sur
Cuando leyeron la historia del pulpero de Las Grutas, muchos recordaron a Elizabet Curuyán, comisionada de fomento del paraje Chipauquil, 60 km al sur de Valcheta. Con su vieja camioneta recorre los caminos de la meseta de Somuncura, llevando leña y alimentos a 90 familias que viven lejos de todo.
«La descarriada”, una vieja camioneta Ford F-100 de 1967, hasta ahora tuvo dos vidas. Tal como le pasó a Elizabet Curuyán, su actual dueña. La chata, dejó el auxilio mecánico para convertirse en la alegría de los pobladores de algunos parajes cercanos a Valcheta, que esperan verla llegar cargada de leña. Y Ely le sumó a la crianza full time de sus cinco hijos la coordinación de la Comisión de Fomento de Chipauquil, que está a 60 km de esa localidad.
Ahora, la dupla es insuperable. Y esos fierros aguantadores que zigzaguean entre las piedras conocen mejor que nadie los dilemas que enfrentó la mujer, que pasó de hacer ‘changuitas’ para apuntalar la economía familiar a ocuparse de la asistencia de las 90 familias que habitan en el paraje. La mayoría adultos mayores, distribuidos entre Chipauquil, Arroyo Salado y algunos sectores de la meseta de Somuncura.
“En el invierno la nieve lo cubre todo, y, para asistir a la gente, llevamos la leña que aporta el Plan Calor de la Provincia y bolsas de alimentos. Porque las familias quedan aisladas y, los más viejitos, no siempre tienen familiares que los asistan” contó la comisionada de fomento.
La mujer, de 42 años, llegó casi de manera fortuita a ocupar ese rol. “Nací en Valcheta, y mis hijos estudiaron en la residencia escolar de Chipauquil. Ahí comencé a participar y ayudar con las cosas que necesitaban en el lugar, en el que los chicos se quedaban durante la semana. Y después me propusieron ser vocal de una lista que se armó para elegir a las autoridades del paraje. Dije que sí, y esa lista ganó. Por 4 años estuve ayudando a los que asumieron. El año pasado, cuando renovaron autoridades, quisieron que la fórmula la encabezara yo. Y como me votaron, en diciembre asumí como comisionada” relató Ely, con orgullo.
En ese recorrido, la antigua camioneta que su marido había comprado se convirtió en una aliada inesperada. “Manejo desde los 22, pero cuando mi marido compró esta chata la empecé a usar para ir a la meseta y a los parajes. Primero, quedaba con un dolor de brazos impresionante, porque las piedras hacen que el volante tire para un lado y para el otro. Pero después me puse baqueana. Como nunca nos ‘deja a pata’ con mis compañeros vamos con ella a todos a lados. Llevando la leña y las garrafas del Plan Calor. O de recorrida, para ver que está necesitando la gente” detalló.
Cuando la imagen de la vieja Ford F100 del pulpero de Las Grutas se popularizó, desde la Línea Sur muchos recordaron a la “descarriada”, que, con Ely al volante, también sortea duros caminos. O los intuye, en los inviernos en los que todo es nieve.
“A veces me embronco con ella (por su camioneta). Porque se le rompe algo, o tiene alguna falla. Pero es dura y siempre sale sola. Por eso después digo ‘qué linda que es. Y cómo me ayuda’. Y no quiero que nadie la toque” confesó, entre risas.
Su familia la apoya en su nueva actividad. “Laureano, de 4 años, es el más chiquito de mis hijos, y a veces me acompaña en los viajes. Los demás tienen 25, 22, 18 y 20. Todos se independizaron, menos los últimos, que viven conmigo” contó.
Las vicisitudes de vivir lejos de todo forman parte de su día a día en la comisión de fomento. Y le recuerdan su propia historia. “Mis papás nacieron en el paraje El Curau, ubicado al sudeste de Valcheta. Tengo 6 hermanos. De chiquita me trajeron al pueblo, y estuve viviendo con una tía. Después, volví al campo, con mi papá. Es una vida dura, de trabajo” rememoró.
Cuando conoció a su esposo y comenzaron a nacer sus hijos trabajó como niñera y empleada doméstica, para apuntalar los ingresos de su hogar. Hoy, su vida es otra, porque le sumó al cuidado de los suyos la administración de un paraje que amplió los horizontes de su compromiso con la gente.
“Se siente lindo, la verdad, poder acercar cosas y estar ahí donde otros no llegan” aseguró Ely. “Y para eso está mi ‘descarriada’, que es esa incondicional que siempre me ayuda a llegar” remató, riendo.
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