Compañeros difíciles, cómo manejarse

El entorno laboral puede ser el ideal si se respetan ciertas reglas. Pero aquí el trabajo no es el problema, sino las actitudes de colegas con los que hay que compartir varias horas en una oficina. Aquí algunos consejos para poder hacer más llevadera la jornada.

Hay lugares de trabajo en las que el ambiente es bastante pacífico, y otros en los que la tensión se percibe apenas se cruza la puerta. Si bien hay actitudes molestas pero tolerables, el límite se traspasa cuando hay un compañero que se beneficia a costa de otros o se aprovecha de los demás, tomándose por ejemplo las mejores semanas de vacaciones o atribuyéndose como propio el éxito de todo el equipo.

La buena noticia es que este tipo de compañeros insoportables pueden ser frenados.

En el caso de los charlatanes, una forma es pasar por alto las reglas de cortesía y simplemente interrumpir a alguien cuando no para de hablar.

La mayoría de las veces, este tipo de personas no escala el conflicto y se deja corregir. Un problema distinto representan los conflictivos: estos pierden la compostura cuando se les pone un límite y tratan de que los demás soporten su mal comportamiento.

Lo mejor para este tipo de personalidades conflictivas es hablarles pero en lo posible no a solas, sino a junto a otros miembros del equipo. La presión del grupo y la conversación acerca de las reglas no escritas que comparten todos (menos él o ella) lo puede volver a encauzar.

Más difícil es cuando hay compañeros acosadores, que hacen mobbing, roban ideas, generan mal ambiente, trabajan claramente en contra de otros o no cumplen con determinadas tareas.

Una posibilidad es hablar con esta persona de forma neutral y decirles lo que se observó. La idea es que el otro comprenda cuál es el problema y por qué eso molesta, frustra e irrita a los demás. Muchas veces, los más problemáticos se sorprenden con este tipo de conversación y están dispuestos a hablar.

Otro consejo es encontrar el punto débil de los colegas más difíciles. El que se siente fácilmente abrumado suele tener miedo a la sobrecarga, el que critica y maldice suele reaccionar a situaciones que considera injustas. A veces basta con un poco de apoyo para poner fin a las actitudes molestas del otro.

A los más miedosos, por ejemplo, se les pueden ir delegando responsabilidades en pequeñas porciones, mientras quienes reaccionan de forma sensible a las injusticias necesitan de mucha transparencia y participación.

Cuando hay alguien que hace mobbing, es muy importante que tanto el grupo como el jefe defiendan a la víctima. El acosador psicológico debe saber que el que sale perjudicado es él, no la víctima. Hablar o accionar de forma directa siempre sirve.

Si alguien trabaja mal, de forma desprolija, por ejemplo, es mejor no corregirle los errores sino devolverle el trabajo una y otra vez hasta que lo entregue de manera correcta.

Los más difíciles son aquellos que creen que es imposible que los vayan a echar, un caso que se da a veces en algunas oficinas públicas. En estos casos también sirve la presión social.

El individuo debe tener muy en claro que como parte de la sociedad también tiene obligaciones y que si no las cumple queda mal parado ante los demás.

Cuando hay alguien que hace mobbing es muy importante que tanto el grupo como el jefe defiendan a la víctima.

Lo difícil es cuando hay compañeros acosadores, que hacen mobbing, roban ideas, generan mal ambiente o trabajan claramente en contra de otros.

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Cuando hay alguien que hace mobbing es muy importante que tanto el grupo como el jefe defiendan a la víctima.
Lo difícil es cuando hay compañeros acosadores, que hacen mobbing, roban ideas, generan mal ambiente o trabajan claramente en contra de otros.

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