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Lecturas: “Fruta de verano”, o explorar la maldad

La escritora Luz Vitolo presenta su segundo libro, con cuentos que le dan protagonismo a la juventud pero que buscan “expresar lo incómodo”. Escrito en pandemia, este libro fue segundo lugar en el Premio Literario Fundación el Libro.

Redacción

Por Redacción

“¿Por qué nuestro cuerpo está sujeto a tanto daño?” es la pregunta que guía a la escritora argentina Luz Vítolo en “Fruta de verano”, su segundo libro de cuentos que presenta personajes niños, adolescentes y jóvenes que lastiman, torturan, sienten culpa, se obsesionan con el paso del tiempo o tratan de comprender lo extraño de tener un cuerpo.


Vítolo (1987) es licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, docente y guionista. Hace poco le preguntaron si escritora se nace o se hace y ella respondió que “se asume”. “Es una manera de vivir la vida, de mirar y de notar que uno tiene algo adentro que no se lo puede contar a nadie y no puede torturar a la gente con eso, entonces lo ponés en papel. Lo escribís”, reflexiona en diálogo con Télam.

Su primer libro de cuentos “La lógica del daño” (publicado en el 2020 por Odelia Editora y finalista del premio Ficciones 2017 de la Ciudad de Buenos Aiers) fue concebido en el seno del Cuaderno Azul, una escuela de talleres literarios fundada por el escritor Juan Sklar. “Fruta de verano”, publicado en el 2022 por Tusquets, forma parte -según Vitolo- de “la misma ola”. “Si bien los temas se tocan, siento que (por ahí no es así) hay algo más sobre los efectos interpersonales del daño y del dolor en ‘Fruta de verano’”, dice sobre cómo dialogan sus dos obras.

A “Fruta de verano”, segundo lugar en el Premio Literario Fundación El Libro (2019/2020), Vítolo lo editó entero durante la pandemia: “al estar encerrados toqué un nuevo fondo y los cuentos tenían que acercarse a esa nueva experiencia”, señala.

El nuevo libro se presenta a lectores y lectoras como una trampa porque la atmósfera de verano que construye Vítolo no acata el sentido común. Los relatos no remiten al amor romántico, a la placidez o a una infancia inocente. Hay niños que torturan, son crueles, y jóvenes que abusan sexualmente. “Me interesa explorar la maldad humana”, confiesa la escritora. Para ella, la búsqueda en “Fruta de verano” tiene que ver con “todas las cosas que puede sentir un cuerpo” y con “expresar lo incómodo”.


P – Contaste en una entrevista que “Fruta de verano” está basado en una experiencia personal ¿Cómo entra en tensión la verdad a la hora de escribir cuentos?
R –
Pasa cuando estás escribiendo y estás analizado, y vas a terapia, que hay una transformación de una experiencia. Aunque tu impulso inicial no tenga que ver con llevar eso al papel. Terminé el libro y dije “Estoy desnuda, conté todo”. Por ahí nadie lo puede imaginar, porque no estoy usando un personaje que se llame como yo pero, en un momento, me sentí muy expuesta. No sé por qué esperaba algo distinto si parte de escribir es arrancarte cosas y ponerlas en las páginas. Lo escribo para que me deje en paz. Estuve 15 años tratando de escribir “Fruta de verano”, no me terminaba de cerrar. En algún punto fue pensar “es una ficción cercana a mi experiencia y cosas que fueron pasando”.

P – ¿Hay una necesidad de serle fiel a los hechos?
R –
No sé si terminé siéndolo. Es la ficción la que me permite escribir lo que pasó y trabajarlo. En esa traición sobre cierto orden, ciertos hechos, ciertas cosas que les pasaban a los personajes pude serme fiel a mi misma, honesta a esos sentimientos. Encontré en la ficción un refugio sobre algo a lo que le doy vueltas, que me parece que dialoga con “Piel brillante”, de no saber si existe alguna mujer que llegue a la edad adulta sin ser violentada. Venimos, sobre todo acá en Argentina, de todo un proceso de feminismo y lucha para visibilizar esa violencia pero está escrita muy poco.

P – La mayoría de los finales de estos cuentos no son bruscos, sino que parecen suspender el relato.
R –
La versión original de “Claudina” terminaba como “Carrie”. Y probé qué pasaba si terminaba solo con la voz de la nena. En este libro me encontré haciendo bastantes experimentos para mi misma. ¿Qué pasaba si no era un final épico, qué es una piña en la cara? ¿Qué pasa si lo corto antes como un narrador seco? ¿Qué pasa si este cuento, por ejemplo el último, “Sol que es estrella”, es una distopía?

P – ¿Podríamos decir que es un libro que se cierra sobre sí mismo?
R –
Ojalá se abra pero me gusta cuando tiene una coherencia interna. Las colecciones de cuentos no tienen porqué tenerla pero me gusta cuando la tienen y busco que tengan eso. En la “La lógica del daño” lo pensaba como si fueran pulsos. Te agarro, te aflojo, te agarro, te aflojo. Después, el lector lo lee como quiere y es excelente. En ese punto, pienso en el lector.


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