Pamela, la peluquera de Neuquén que conquistó el mundo

Pamela Wolosowics supo que quería ser peluquera a los 15. En el medio, estudió Derecho y diseño, pero nunca dejó de comprar cosas para montar su propio salón. Hoy, establecida en Neuquén, no sólo logró su meta sino que viaja por el mundo para dictar ella misma los cursos.

Pamela Wolosowics es dueña de una determinación arrolladora. “Lo que empiezo, lo termino”, afirma sin dudar en diálogo con RÍO NEGRO. Y así fue cómo comenzó dando sus primeros pasos en lo que hoy es su pasión: la colorimetría. Su abuela paterna la impulsó de muy chica bajo la premisa “tenés que tener un oficio para defenderte en la vida, para tener de qué vivir”. Actualmente tiene su salón propio, en la capital neuquina, y después de haber invertido mucho en sí misma comienza su primera gira internacional para capacitar a otros. Estará en Uruguay (Montevideo), España (Marbella), Italia (Roma, Vicenza y Milán), Costa Rica (San José) y Puerto Rico. Todos los cursos están agotados.


Entre risas confiesa que nunca imaginó vivir de la peluquería, que no era algo que le gustara pero que su abuela le insistió en hacer el curso básico de peluquería. Incluso incursionó estudiando abogacía y se recibió de diseñadora de interiores. Pero el destino tenía otros planes para ella.

“Yo sí sabía que tenía que hacer algo porque quería tener mi independencia. Y pensaba en abogacía. Pero un día, mi abuela me convenció y le dije: ´bueno, vos organizame todo y yo cumplo. Porque yo empiezo algo y lo termino. Entonces ella, me averiguó de una academia que quedaba a la vuelta de la escuela donde yo cursaba la secundaria”, cuenta Pamela.

Por ese entonces tenía tan sólo 15 años. Cursaba el secundario y se las ingenió para hacer ambas cosas a la vez. En la escuela era muy aplicada. Recuerda que cuando se sacaba un nueve regresaba a su casa llorando. Ella siempre estudiaba para 10.

Y así como se destacaba en la escuela, lo hizo en el curso de peluquería básica. Su primer trabajo iba a llegar a los pocos meses y de una de sus profesoras, quién notó algo en ella. “Meses antes de terminar la secundaria, la misma profesora que me daba peluquería se fue de la academia a trabajar a un salón, donde requerían personal, y se acordó de mí, que estaba avanzada y me recomendó para comenzar a trabajar”, precisó. Pero no iba a ser fácil. Salía de la escuela y tenía que correr a la parada de colectivo y llegar a tiempo a su trabajo que quedaba a 45 minutos de donde vivía. Y cuando empezó a notar que bajaba su rendimiento en la escuela, la decisión fue clara: terminar la secundaria estaba primero. Renunció y se concentró en finalizar sus estudios. En ese momento vivía con sus padres en San Miguel, provincia de Buenos Aires.

Pamela Wolosowicz comienza su gira internacional. (Foto: Gentileza)


Pero sólo iban a pasar dos semanas para que una nueva propuesta laboral llegara. Y nuevamente de la mano de la misma mujer que la introdujo en lo que hoy es su pasión. “Semanas después mi abuela me recomendó en un salón que quedaba cerca de su casa, en San Martín. También me quedaba como a 40 minutos de donde yo vivía, pero trabajaba los fines de semana. Entonces no se me complicaba tanto con la escuela. Hasta que terminé la secundaria, me anoté en abogacía y empecé a trabajar en ese salón todos los días ahí en San Martín”, aseguró. Apenas finalizó sus estudios secundarios se independizó. Se fue a vivir con su abuela y vivía de lo que cobraba en la peluquería, mientras estudiaba abogacía en la UBA.

Una vez más, el destino se iba a cruzar en su vida. Su primer novio iba a traerle otra oportunidad. Su familia tenía un salón de peluquería y allí Pamela trabajó seis años. Mientras seguía estudiando abogacía, ya había terminado con la carrera de Diseño de Interiores, pero comenzó a sentir que el derecho no era para ella, que su verdadera pasión estaba en el estilismo, en la colorimetría, en transformar el cabello de las mujeres.

Y para cuando llegó a su vida su actual pareja, Gustavo, con quién tiene dos hijos (Tomy y Paul) todo comenzó a cerrar. Fue por el 2009. Apasionados, perseverantes y determinados a construir juntos un futuro mejor decidieron dar el salto de fe. Y así llegaron a Neuquén, con las esperanza de encontrar una nueva y mejor vida. Era febrero de 2013.

Pamela tenía una tía ya radicada en la ciudad, también era peluquera. Y a sólo un mes de haber llegado a la zona, abrieron juntas un salón y comenzaron a trabajar. “Mi tía trabajaba a domicilio y le propongo ponernos algo juntas. Porque durante todo el período que fui creciendo, desde los 16, que comencé, me iba comprando cosas: un sillón, un secador, una planchita, una tijera. Siempre me decía: no sé cuándo, no sé cómo, pero yo voy a tener mi salón. Yo ya me veía teniendo algo propio”, subrayó. Al año tuvieron que mudarse porque les había quedado chico. “Lo remodelamos y nos fuimos juntas. Pero al tiempo hubo algunas diferencias y decidimos que cada una siga por su lado. Ahí estuve como cuatro años. Y ahí empecé de vuelta a retomar las actualizaciones de cursos. Empecé a viajar a Buenos Aires, a hacer capacitaciones con estilistas y profesionales que viajaban del extranjero a renovar todo lo que es la técnica, el conocimiento, los conceptos teóricos, las prácticas”, aseguró.


La apuesta fuerte



La curiosidad la llevó a seguir estudiando, a seguir capacitándose y a encontrar una respuesta a cómo lograr un color perfecto que mantuviera la integridad del cabello sin deteriorarlo. Pasaron muchos años hasta que pudo dar con lo que tanto anhelaba.

Pamela recuerda que el gran salto lo dio en un viaje que hizo a Colombia, donde realizó un curso que constaba de tres etapas. Y para cuando comenzó a viajar a Brasil todo tomó sentido. “Creo que el viaje a Colombia fue un gran salto en mi carrera. Un antes y un después. Fue como el inicio de todo. Este curso y otro que hice en Brasil fueron el disparador de mi crecimiento profesional. También la llegada a la gente, abrirme a otros países, a otros colegas, empecé a descubrir otros caminos”, resaltó.

Y fue en Brasil donde encontró lo que tanto buscaba: el producto, el conocimiento y la educación, que hoy la lleva a cada rincón del mundo. “En Brasil descubrí una línea de productos que fueron un antes y un después para mí. Estaba buscando mejorar la calidad del trabajo porque yo el color lo lograba, pero necesitaba encontrar algo que me diera mayor integridad en el cabello”, aseveró. Después de tantas capacitaciones se postuló para ser embajadora de esa empresa y quedó seleccionada. Pero la pandemia se iba a interponer un poco en sus planes. “La pandemia, lamentablemente, fue terrible para todos, pero al mismo tiempo, viendo el lado positivo, fue muy constructivo. Porque si bien yo fui seleccionada como embajadora de Robson Peluquero en 2020 y no pude viajar a dar cursos o tener contactos con otros colegas, pero sí comencé a trabajar fuerte con una distribuidora de Estados Unidos en las aulas virtuales. Tomé esa herramienta a favor para poder desarrollarme y no desconectarme con lo que había aprendido en el entrenamiento”, cuenta.

La curiosidad la llevó a seguir estudiando, a seguir capacitándose


Durante dos años trabajó fuerte en su educación, en seguir en contacto con otros profesionales a través de las plataformas virtuales y así logró contactarse con personas de todo el mundo. En 2021 viajó a Estados Unidos y luego lo hizo a Chile, donde dictó diferentes capacitaciones. Jamás creyó la educación iba a ser uno de sus fuertes. Pero la confirmación de que iba en el camino correcto iba a llegar a principio de este año. “Para cuando empezó a liberarse todo, después de dos años, volvimos a tener entrenamiento con la empresa en Brasil y fue una experiencia inolvidable. Además de todo el entrenamiento y conocimiento que recibí saqué la nota más alta de todos los embajadores. Fue un gran reconocimiento”, asegura Pamela.

Cuando mira hacia atrás, todo ese esfuerzo y las ganas que puso para no rendirse jamás, sostiene que no se equivocó a la hora de elegir su profesión. “Yo digo qué bendición poder trabajar de lo que me gusta y por ahí converso con Gustavo (su pareja) y le cuento que hay veces que siento que estoy trabajando y siento como una adrenalina, una sensación que no sé cómo explicarla, pero para mí es felicidad. Estoy haciendo un cabello y estoy pensando “que está quedando divino”. Y esa sensación de satisfacción es felicidad y lo siento muchas veces. Eso es impagable”, puntualizó.


“Viajan desde otros países a hacerse el color conmigo”



La estilista ha logrado tener un vínculo fiel con sus clientas. Ella se lo adjudica a la calidad del trabajo y a que muchas de las mujeres que pisan su peluquería luego se van diciéndole: “Sos la primera que logra hacerme este color, nunca nadie me había entendido qué era lo que quería, sos la uno, jamás me habían hecho este color sin dañarme el pelo, toda la vida quise esto”.

Pamela se destaca por realizar rubios platinados, de alta coloración y que perduran en el tiempo. Es por eso que muchas de quienes fueron una vez regresan siempre. No sólo tiene clientes de la capital neuquina, sino que muchas viajan de diferentes provincias del país y hasta del exterior. “También tengo clientas de otros países. Tiene familia acá en Neuquén y vienen una vez por año a visitar a su familia y se hacen el color conmigo. Eso es como un regalo para mí. Y también ahora como viajo tengo clientas que están en otros países y me esperan. Me dicen: avísame y voy”, precisó la colorimetrista.

Asegura que se siente una bendecida y eternamente agradecida por poder trabajar de lo que ama y de lo que tanto la apasiona. Nunca pierda de vista sus comienzos, todo el esfuerzo que hizo, lo difícil que fue llegar haciendo todo con poca ayuda pero está convencida que era lo que tenía que pasar para llegar a donde hoy llegó. “Me costó mucho llegar. Mucho esfuerzo porque siempre lo hice todo muy sola. Realmente volvería a sacrificarme de la misma manera porque conseguí muchas cosas personales. Crecí muchísimo, formé mi base y una personalidad muy sólida. Haría exactamente lo mismo porque al final de todo, todo tuvo su fruto”, concluyó.


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