En defensa del Estado de bienestar

Por Aleardo Fernando Laría

Cientos de miles de personas participaron en Europa el pasado fin de semana en unas jornadas de protesta contra los recortes del Estado de bienestar. Convocados por la Confederación Sindical Europea y organizaciones alterglobalización, como Attac, cerca de 400.000 ciudadanos se manifestaron en Berlín, Colonia y otras ciudades alemanas en contra del programa de reformas conocido como Agenda 2010, del canciller Schröder. En Roma, cientos de miles de pensionistas protestaron contra la política social del presidente Silvio Berlusconi y exigieron aumentos en las pensiones mínimas. También en varias ciudades francesas unos cuantos miles de personas participaron en la jornada de protesta.

Estas manifestaciones se vieron acompañadas por el arrollador triunfo de la izquierda en las elecciones regionales francesas. El resultado adverso ha obligado al presidente de Francia, Jacques Chirac, a introducir cambios en su gobierno y a manifestar su voluntad de abandonar el proyecto de reformas de corte liberal que pretendía introducir. El jefe de Gobierno saliente, Jean-Pierre Raffarin, había recortado las prestaciones del seguro de desempleo, anunciado la reforma del Seguro de Enfermedad por decreto, concedido rebajas fiscales a los que más ganan y anticipado nuevas privatizaciones de empresas públicas. Todos estos planes han quedado anulados.

Estas protestas van dirigidas a preservar el pacto social vigente en Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Frente a las pretensiones de ir minando el tradicional Estado de bienestar y los intentos de plegarse al modelo neoliberal procedente del otro lado del Atlántico, los europeos se han puesto claramente en contra.

Es cierto que los impuestos son más elevados en Europa que en otros países, pero los europeos obtienen a cambio prestaciones de desempleo, educación gratuita y servicios sociales, especialmente para los más pobres. La solidaridad intergeneracional permite la existencia de servicios de guarderías y residencias para la tercera edad, que cuidan a los niños y a los ancianos. Los servicios públicos siguen siendo en Europa una forma de redistribución de riqueza, al ofrecer un acceso igualitario con precios que no están determinados por factores del mercado.

Este modelo, con todas sus imperfecciones, persigue la inclusión social y se basa en su sentimiento de solidaridad hacia los que nos pueden trabajar o son menos afortunados. El resultado es una mayor cohesión social y un reforzamiento del sistema democrático, en la medida en que las instituciones de gobierno responden a las expectativas de los ciudadanos. Un modelo social que no está basado en el miedo a perder el empleo, a envejecer o a caer enfermo opera también como un buen aditivo para el éxito económico.

Desde el mesianismo neoliberal se defiende la primacía de otro modelo. Se asegura que la globalización instaura un sistema de competencia entre las naciones en el que sólo sobreviven los más aptos, los países que se pliegan a las exigencias de los mercados y son «competitivos». Quienes, frente a este curso arrollador de la historia, defienden el tradicional Estado de bienestar serían «conservadores» inconscientes, retardadores del progreso. De esta manera, luego de siglos en los que se ha intentado crear valores de cultura para acabar con las relaciones desiguales de dominio, quienes pretenden restaurar la ley del más fuerte y el retorno al capitalismo salvaje se colocan con desparpajo la máscara de «modernizadores».

Como señala Susan George, Europa es el único lugar fuera de Estados Unidos que tiene el poder económico y simbólico, así como la experiencia histórica y cultura acumulada, para marcar un camino diferente y ser un modelo alternativo al neoliberal de individualismo exacerbado. En la Argentina se están viendo ahora los daños que ocasionan los sistemas que olvidan la solidaridad social. El aumento de la pobreza y la exclusión social llevan a la marginación y finalmente, en casos extremos, a la adopción de comportamientos propios de la ley de la selva. Aunque algunos se nieguen a reconocerlo, de aquellos polvos acumulados en el pasado vienen los actuales lodos.


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