En el Valle casi nadie sabe qué hacer ante la rotura de represas

Incertidumbre total aguas abajo de los 10 complejos. El Chocón transformaría al Valle en un canal en 8 horas. Cada ciudad debería tener un plan de emergencia.

CIPOLLETTI .- «La rotura de una presa en el Comahue provocará una catástrofe de tal magnitud que no sólo afectará el área inmediata, sino que incidirá a nivel nacional. La avalancha de agua arrasará con lo que encuentre a su paso en todo el ancho del Valle, el que actuará como un gran canal. Casas, edificios, hospitales, chacras, caminos, gasoductos, líneas eléctricas y telefónicas… todo quedará destruido o tapado con una gran capa de barro, piedras y escombros de todo tipo».

Estos párrafos, directos, descarnados y demoledores, forman parte de un libro elaborado por el Organismo Regional de Seguridad de Presas del Comahue. Se está distribuyendo entre las directoras de las escuelas para que los docentes les cuenten a los alumnos qué significa vivir aguas abajo de una represa y el peligro que representa la rotura de una o de varias de ellas. El concepto utilizado es bueno: no ocultar la información para preparar a la población ante una emergencia. Pero en realidad poco se hizo hasta el momento para que los habitantes sepan cómo actuar en caso de una catástrofe. En ninguna localidad, por ejemplo, se implementaron simulacros y nadie tiene en claro, siquiera, cuál sería la alarma a la que debería responder en caso de catástrofe.

No existen en la región sistemas de alarmas. No hay instrucciones directas sobre el lugar donde debe refugiarse la gente, ni qué tiene que llevar para alimentarse o para soportar el clima. Tampoco la gente sabe hacia dónde escapar y, seguramente, las fuerzas de seguridad todavía no deben haber sido instruidas sobre cómo actuar.

Aunque parezca mentira, la crudeza en la descripción que utiliza la Orsep ante una emergencia, no tiene un correlato directo en el resto de los estamentos que deberían estar comprometidos en el sistema de seguridad general.

En la región del Comahue existen 10 represas y diques compensadores sobre los ríos Limay y Neuquén. Las obras, ideadas a partir de la década del 40, se desarrollaron para mitigar los efectos de las inundaciones, en una población que hoy supera las 500.000 personas.

«La única dificultad que puede detener el espléndido porvenir reservado al gran valle del río Negro es el flagelo de las grandes inundaciones a que periódicamente está sujeto». La frase la escribió, en el siglo pasado, el ingeniero César Cipolletti, el hombre que desarrolló el sistema de riego y que advirtió, pese a que nunca pisó estas tierras, que sería necesario crear un sistema de diques en las desembocaduras de los lagos para mitigar las crecidas.

La privatización de Hidronor, la empresa que construyó y operó hasta el 93 las centrales hidroeléctricas, marcó un hito en seguridad. Recién ese año se crearon la Autoridad de Cuencas y el Organismo Regional de Seguridad de Presas. Y recién entonces comenzaron a desarrollarse los planes de seguridad.

Esa tarea quedó dividida. Una parte la desarrollaron los operadores de las centrales. Lo denominaron PADE, que significa Plan de Acción Durante Emergencias. La otra quedó en manos de las áreas de Defensa Civil de las provincias de Río Negro, Neuquén y Buenos Aires y la Autoridad de Cuencas y se llamó Plan de Emergencias y Mitigaciones del Riesgo.

Esos planes, donde incluso existe material reservado y clasificado, incluye todos los tipos de medidas que se deberían tomar ante las tres alternativas que se pudieran presentar. La primera de ellas es una crecida de gran magnitud en los ríos no regulados; la segunda es el desembalse controlado de alguna represa y la tercera es la rotura de una o varias de ellas.

El Plan de Emergencias y Mitigación de Riesgos está destinado a los responsables de Defensa Civil de cada provincia y de cada municipio. Incluye planos de cada localidad, con las líneas de inundaciones y las vías de evacuación posibles. Allí se establecen los códigos que se utilizarán para emitir la alarma y las personas responsables. Una copia de ese plan fue entregado en cada intendencia de la región y debería servir como base para que los municipios realicen a su vez los planes locales de emergencia y de planificación para mitigación. En otras palabras, cada localidad debe elaborar su propio plan, que contemple las acciones que deberían seguir las fuerzas de seguridad, Defensa Civil, el sistema de salud y la infraestructura de servicios.

Pero lo concreto es que en las ciudades no existen sistemas de alarmas especiales para avisar a la gente sobre una contingencia ni se instruyó a la población sobre cómo abandonar la región sin provocar un caos en el tránsito.

Se sabe que una rotura en la represa de El Chocón provocaría una inundación fenomenal, que tardaría unas 8 horas en llegar al conglomerado Neuquén-Cipolletti y que las aguas alcanzarían en el peor caso, una altura de 10 a 14 metros.

En realidad eso es difícil que ocurra, porque los organismos de control, ya sea la Autoridad de Cuencas o la Orsep, se encargan hora a hora de monitorear los niveles de los lagos, de los ríos y la seguridad de las represas. Pero es necesario que las poblaciones que viven aguas abajo tomen de una vez conciencia del riesgo de las represas y de que la mejor forma de evitar desgracias es saber qué hacer ante una emergencia.


CIPOLLETTI .- "La rotura de una presa en el Comahue provocará una catástrofe de tal magnitud que no sólo afectará el área inmediata, sino que incidirá a nivel nacional. La avalancha de agua arrasará con lo que encuentre a su paso en todo el ancho del Valle, el que actuará como un gran canal. Casas, edificios, hospitales, chacras, caminos, gasoductos, líneas eléctricas y telefónicas... todo quedará destruido o tapado con una gran capa de barro, piedras y escombros de todo tipo".

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora