50 años de «Band on the Run»: McCartney «rompe» con Los Beatles y encuentra un futuro

El 7 de diciembre de 1973, editaba su cuarto disco luego de la disolución de Los Beatles en 1970 y el tercero con los Wings. Presionado por una carrera solista que no terminaba de arrancar, viajó a Nigeria para una aventura musical que lo consagró.

“¡Por todos los demonios! ¿De verdad que la hemos cagado con esto?” A comienzos de 1972, Paul McCartney, el beatle inquieto y creativo era un tipo que dudaba de casi todo, pero sobre todo de sí mismo. Menos de dos años después de haber(se) roto la banda más influyente de la música popular de todos los tiempos, por primera vez sentía que quizás las cosas podían no funcionar. Porque, de hecho, en muchos sentidos, no estaban funcionando.


Para entonces, Paul ya había editado tres discos desde la disolución oficial de Los Beatles el 10 de abril de 1970: los solitarios “McCartney”, editado apenas siete días después de la ruptura definitiva de la banda, y “Ram” (1971, firmado por Paul y Linda McCartney); “Wild Lilfe” (1971), que significó el debut discográfico de su flamante banda Wings. Todos ellos fueron un éxito de ventas, pero, al mismo tiempo, fueron sistemáticamente destrozados por la crítica, especialmente “Wild Life”, al punto de arrinconar a Paul y preguntarse si de verdad la habían cagado con ese disco.
Para entender la música de Paul McCartney hasta entonces es necesario poner en contexto al propio Paul McCartney: estaba terminando con Los Beatles de la peor manera. El mundo veía cómo la banda de sus vidas se peleaba en los estrados por interese económicos y cómo dejaba ver sus miserias, no solo en los estrados sino también en sus propias canciones. John y Paul, los tipos que habían unido talentos para crear las más bellas canciones y reformular la música popular ahora componían para agredirse inescrupulosamente.


McCartney no quería saber nada con Los Beatles y decidió empezar de nuevo, literalmente. Recluido en su granja escocesa, junto a su esposa Linda y sus pequeñas hijas, buscó reencontrarse consigo mismo jugando con los instrumentos, las sonoridades y las historias que podrían salir de ellas. Así, grabó sus primeros dos discos, “McCartney” y sobre todo “Ram”, Pero no era lo que el mundo esperaba de él y se lo hizo saber.
A mediados de 1973, McCartney editó “Red Rose Speedway”, el segundo álbum de Wings, pero las cosas no pudieron resultar peor: la crítica volvió a atacarlo al punto de poner en duda su capacidad de hacer música por fuera de Los Beatles. Pero en el medio sucedió algo sería decisivo para el futuro inmediato de Paul: George Martin, el viejo y querido productor de Los Beatles había recibido el encargo de hacer la canción principal de “Vive y deja morir”, la octava entrega de la saga de James Bond, Martin tuvo la brillante idea de que fuera compuesta y grabado por McCartney y sus Wings.


Paul aceptó, leyó la novela de Ian Fleming y se puso a trabajar. La pieza musical es magistral, a tal punto que Philip Norman, autor de la biografía “McCartney”, afirma en sus páginas que, con el impulso de 007, Wings hizo rock de verdad por primera vez. “La canción tiene dos partes bien diferentes una de otra: una apertura suave y meditabunda de Paul y una sección media animada y con aires de reggae a cargo de Linda, escribe Norman. “En su papel de arreglista y productor, George Martin incorporó al percusionista Ray Cooper y añadió efectos sinfónicos al estilo de ‘A Day in the Life’ tan explosivos como una persecución automovilística de Bond”.
Interrumpido por la producción del single “Live and Let Die”, “Red Rose Speedway” finalmente salió a la venta el 4 de mayo de 1973, y las críticas fueron las habituales desde que comenzó a sacar discos en solitario: malas, muy malas. Donde fuera que tocara, era evidente que todo el mundo esperaba lo mismo: que Los Beatles se volviera a juntar.

Linda y Paul, en escena. McCartney introdujo a su esposa en el mundo de la música hasta ser una pieza fundamental en la música y la estética de la banda.


Después de tres años, un puñado de singles y cuatro discos que habían llegado a los primeros puestos de las listas, su carrera solista estaba lejos de ser exitosa. Y Paul lo sabía. Wings no había alcanzado el nivel de calidad musical ni el reconocimiento de la crítica que él mismo deseaba y que el mundo esperaba de él. Ni el éxito abrumador del single “Live and Let Die” ni el hecho de que “Red Rose Speedway hubiera sido número 1 en EE.UU. Ni tampoco que su principal tema, “My Love” fuera celebrado como un clásico instantáneo le importaba demasiado.


Band on the Run: músicos en fuga


McCartney se puso a trabajar en el sucesor de “Red Rose Speedway”. Para ellos tomó tres decisiones: grabar en un estudio alejado de todo, convocar a Geoff Emerick, el ingeniero de sonido de Los Beatles y reunir a los Wings en su granja escocesa para calentar motores.
Como era de esperar, casi nada resultó como esperaba, salvo el trabajo de Emerick. Paul eligió, nadie sabe exactamente por qué, el estudio que EMI tenía en Lagos, la ciudad capital de Nigeria, acaso porque imaginó allí un escenario paradisíaco que, lo sabría pronto, no era tal.


En cuanto la banda, la perdió a las pocas semanas de comenzar a ensayar y a un par de días de partir rumbo a África Occidental. Primer se fue el guitarrista Harry McCullough y dos semanas antes del viaje, una discusión sobre cómo quería Paul que Denny Seiwell tocara ciertas partes terminó con el baterista yéndose definitivamente.
Reducido Wings a un trío, donde uno de sus integrantes, Linda, apenas sabía tocar, “Band on the Run” empezaba su camino con el pie izquierdo porque dos cosas: de ningún modo Paul iba a buscar reemplazos y de ningún modo iba a postergar el proyecto. Él, Paul McCartney, tocaría todos los instrumentos, cantaría todos los temas y le enseñaría a su esposa a tocar los teclados. “Pensé ‘que se jodan’, haré un disco en el que desearían haber estado”, dirá Paul años más tarde. Y tuvo razón.
El 29 de agosto de 1973, Paul, Linda y sus tres hijas partieron rumbo a Lagos a una aventura que no imaginaban siquiera que sería como realmente fue, alfo cercano a una pesadilla con final feliz y vaya si lo fue.

Wings en formato de trío. Denny Laine, Linda Eastman y Paul McCartney.


Aunque habían hablado por teléfono varias veces, McCartney y Emerick no trabajaban juntos desde las sesiones de “Abbey Road”, en 1969. De hecho, no se veían desde entonces. El reencuentro no podías ser más extravagante: en un cuasi obsoleto estudio de grabación ubicado en una ciudad dominada por lagartos, insectos enormes, calores insoportables y un dictador sanguinario.
“Me alegro de que estés aquí conmigo, Geoff. Empezamos una nueva aventura, ¿no es así?”, recuerda Emerick que le dijo Paul apenas se vieron en el estudio. Y vaya si era una aventura aquella, empezando por el propio estudio. Por la razón que haya sido que Paul llamó al talentoso y creativo ingeniero de sonido de Los Beatles, fue una de las decisiones más acertadas y una de las claves del éxito de “Band on the Run”.


Los estudios de EMi en Lagos, como todo estudio periférico de la compañía, estaba hecho de equipos más antiguos y de segunda mano, porque la política de EMI era enviar material técnico obsoleto de Abbey Road a los estudios en países fuera del Primer Mundo, por decirlo de algún modo. Por lo que estudio que Emerick encontró en Lagos le resultó muy familiar, aunque limitado. Demasiado limitado. Contaba con una consola de ocho pistas y solo cuatro amplificadores de “sincronización”, una limitación importante al momento de hacer las overdubs. El punto era que allí no se hacían sobregrabaciones ya que todos grababan en vivo con los instrumentos repartidos en las ocho pistas.
Pese a las limitaciones técnicas y al bizarro entorno, conseguimos sacar un buen sonido de aquel pequeño estudio. A día de hoy no sé cómo lo hicimos, pero Band on the Run resultó ser una grabación histórica. Estoy convencido de que no hubiera sonado mejor de haberlo grabado en el más moderno estudio londinense, lo que viene a demostrar que la música es lo más importante”, reflexionaba Emerick en su libro de memorias “El sonido de Los Beatles”.


Y fue definitivamente eso, la importancia de la música lo que buscó y consiguió McCartney en aquella experiencia que casi le cuesta el disco… y la vida: una noche, mientras caminaba junto a su esposa Linda, fue abordado por unos asaltantes que les robaron todo, incluida la bolsa que Paul llevaba en su mano con las maquetas y todas letras. De no haber sido extranjeros y blancos –ser Paul McCartney por sí solo no lo hubiera salvado-, los habrían asesinado tal como supieron al otro día cuando le comentaron el incidente a los empleados del estudio.
Salvadas sus vidas, Paul se dedicó a reconstruir la música y letra de lo que le habían robado la noche anterior. “Creo que me acuerdo de cómo iban la mayoría de las canciones. Y de las que no me acuerdo… bueno, supongo que tendré que escribir otras”, recuerda Emerick que dijo Paul. “Así de fácil era para Paul componer música y letra”.
Las canciones “Jet”, “Mrs. Vandeblit” y “Mamunia” eran las que recordaba del todo, pero gran parte del resto del disco se escribió sobre la marcha, en Lagos. La canción “Band on the run” la había escrito justo antes de viajar a Nigeria por lo que también fue capaz de recordarla bastante bien, apunta Emerick.
Una de las canciones que tuvo que rehacer tras el robo de la célebre bolsa fue Let me roll it, una potente balada con un solo distorsionado de guitarras que mostraba a McCartney en estupenda forma como guitarrista. “Tiene todavía más mérito si se tiene en cuenta que está doblado en dos pistas –recuerda Emerick en su libro–. Lo tocó Paul, en lugar de Denny, e hizo un trabajo excelente doblando el arreglo exactamente con el mismo fraseo y la misma actitud”.
Sobre el parecido de ese solo con el modo en que solía tocar John Lennon, mucho se dijo al respecto. Geoff Emerick, sostiene en su libro: “El sonido de guitarra recuerda un poco a la guitarra muy distorsionada de Lennon en Revolution, pero es algo que sucedió así, no intentamos específicamente duplicar el sonido. Lo más misterioso es que hay un editaje erróneo después del último estribillo que añade un tiempo extra, justo como sucedió en Revolution. Fue un error que le gustó a Paul, no estaba pensado para burlarse de la afición de Lennon por los compases irregulares”.
Paul tocó todas las baterías del disco. La mayoría de las pistas base empezaban con él y Denny Laine tocando juntos batería y guitarra rítmica, o a veces tocando los dos guitarras acústicas. Luego de eso, las canciones se iban construyendo poco a poco, capa tras capa, recuerda el legendario ingeniero de sonido beatle. McCartney también tocó todos los bajos y cantó todos los temas. “Band on the run fue un resurgimiento de Paul, estaba tocando tan bien el bajo que lo mezclamos en un lugar prominente a lo largo de todo el álbum, propulsando una vez más su interpretación a un primer plano”. De hecho, sigue diciendo Emerick, “todos los sonidos de Band on the run se habían construido deliberadamente alrededor de las interacción entre el bajo y la batería”
Fueron siete semanas de trabajo en Lagos, volaron de regreso a Inglaterra el 23 de septiembre de 1973. En octubre, dos semanas después del regreso de Wings a Londres, se sobregrabaron varias pistas de orquesta en los Air Studios de George Martin, antiguo productor de The Beatles, para finiquitar el trabajo.
Además de los overdubs en casi todos le temas, Paul quería incluir una orquesta completa en una serie de temas, entre ellos nada menos que en el que le daba nombre al disco y en “Jet”, que había que grabar entera. Los arreglos orquestales estuvieron a cargo nada menos que de Tony Visconti, el legendario colaborador de David Bowie.
Editado el 7 de diciembre de 1973, “Band on the run” significó la consagración definitiva de Paul McCartney por fuera de Los Beatles.


La portada de Band on the Run fue tomada por el fotógrafo Clive Arrowsmith el 28 de octubre de 1973 en un muro de Osterley Park, Brentfoord. La fotografía incluye a Paul McCartney, Linda McCartney y Denny Laine como componentes de Wings, así como a otras seis celebridades, vestidos todos como convictos y tomados por sorpresa por un foco de vigilancia de la prisión. Las celebridades son Michael Parkinson, periodista; Kenny Lynch, cantante, actor y humorista; James Coburn, actor; Clement Freud, gastrónomo, anecdotista, miembro del Parlamento y nieto de Sigmund Freud; Christopher Lee, actor británico, célebre por sus papeles de Drácula y John Conteh, boxeador de Liverpool que posteriormente llegaría a ser campeón del mundo de pesos pesados. 


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