40 años de Clics Modernos: historia íntima del disco que cambió el rock argentino

El 5 de noviembre de 1983, Charly García editaba su segundo disco solista. Hecho en Nueva York, donde el músico se instaló por varios meses durante aquel año, se destaca por su pulso bailable y moderno y la presencia definitiva de las máquinas de ritmo.

– Escuchando los ritmos de este último nuevo disco un poco todos pensamos en qué quedó el Charly de Serú, de Sui Generis, ese Charly más reflexivo, más comprometido, más profundo… ¿qué quedó de ese Charly?. 

– Nada. 

*** 

Un cronista de ficción le pregunta a un Charly de ficción sobre Clics Modernos, su flamante y evidentemente desconcertante disco, y la respuesta es todo lo desconcertante que podría serla. Pero el tiempo, siempre el tiempo, pondría las cosas en su lugar.  

El breve momento de ficción forma parte del segundo capítulo de “El Amor después del amor”, la biopic de Fito Páez que Netflix estrenó en abril pasado y es reveladora de muchos sucesos alrededor del rock argentino de los 80, sobre todo de Charly García y ese disco: Clics Modernos. 

Editado el 5 de noviembre de 1983, fue un cross a la mandíbula de un rock argentino que. hasta ese momento y salvando algunas excepciones, que se autopercibía de muchas formas, menos de las que proponía García con su disruptivo segundo disco solista. 

Disuelto Serú Girán a partir de la salida de Pedro Aznar, en enero de 1982, y cerrada esa irrepetible etapa con los shows del 6 y 7 de marzo de ese año en Obras y su consecuente disco en vivo “No llores por mi, Argentina”, Charly García estaba listo -¿o debiéramos decir liberado?- para ponerle su propio nombre a su música. O, lo que es lo mismo, dar comienzo a su carrera solista. 

La foto completa de la portada de Clics Modernos, junto a la figura humana y el grafiti que reformuló el nombre del disco.

El primer trabajo fue el doble “Yendo de la cama al living/Pubis Angelical”, editado el 28 de octubre de 1982. “Pubis Angelícal”, incluía la banda sonora del filme de Raúl de la Torre; mientras que “Yendo de la cama al living”, que incluía ocho canciones, entre ellas la que da nombre al disco, “No bombardeen Buenos Aires” e “Inconsciente colectivo”. 

Podría decirse que el germen sonoro de Clics Modernos ya estaba en “Yendo de la cama al living”, con la utilización del   Roland TR-808, una batería electrónica programable que Charly bautizó “la Rucci” y que marca el ritmo en “Yendo de la cama al living”, la canción, en el “Inconsciente colectivo”. Pero fue un uso muy diferente a lo que pronto haría en “Clics modernos”.  

La otra pista que anticiparía lo que vendría es el estreno de “Los dinosaurios” en el impresionante shows de presentación de “Yendo de la cama al living”, en Ferro, el 26 de diciembre del ‘82. La noche que cerró con la épica versión de “No bombardeen Buenos Aires” y la destrucción literal de una ciudad de cartón diseñada por Renata Schussheim, ubicada justo detrás de los músicos. 

Por alguna razón, que seguramente tiene que ver con la capacidad de orientar sus antenas sintonizar su música con lo que sucede en el país, García sintió la necesidad de presentar ese tema recién compuesto y que aún no había grabado. Un tema que, por mucho que su autor se esfuerce en contar que nada tuvo que ver con los militares y su inhumana represión, de inmediato tuvo esa lectura. Incluso el propio Charly aceptó rápidamente esa lectura. 

El Charly de “Yendo de la cama al living” era un Charly que aún seguía ligado al “viejo” Charly, un Charly que seguía componiendo y versando como a que el cronista ficticio, al igual que muchos, esperaba que hiciera. Pero, como ese cronista ficticio al igual que casi todos, no lograron ver ni escuchar, que Charly comenzaba a estar en otra. Quería y deseaba estar en otra. Agobiado por el encierro de vivir yendo de la cama al living, oprimido por un ambiente que tiraba demasiado para abajo y que esperaba de él una (re)acción política más explícita y menos metafórica, Charly se fue. 

Mientras el país iba camino a la recuperación democrática, no sin sufrir los últimos, pero no por eso menos brutales, golpes de una dictadura en retirada tras Malvinas, Charly García se instalaba en Nueva York. Quería hacer otra cosa, sonar diferente, refrescar ideas. Primero fue a comprar equipos, lo hizo y volvió, pero ya tenía resuelto regresar  a la Gran Manzana e instalarse allí y ver qué pasa. Y lo que pasó fue un disco.  

Charly García en New York: aire para respirar 

Pero no la idea, al menos en un principio, como lo dirá el propio Charly en una extensa entrevista Pelo de julio del ‘83, antes de volver a Nueva York: “Yo fui a comprar instrumentos, pero me pasaron muchas cosas y de alguna manera sentí como una inyección de rocanrol fuertísima, sentí un aire, como que estaba pasando algo. Cuando estaba allá le dije al vendedor que pasara todos los equipos a 220 y a la semana fui y le dije que los dejara como estaban por que sentí ganas de hacer un long-play en un departamento que no fuera el departamento donde siempre hago los long-plays. Quisiera otro donde no me conociera nadie, donde tuviera información muy fresca y donde pudiera tocar con músicos americanos. Cuando estuve allá tuve la oportunidad de tocar con grupos underground y me encantó. Es una experiencia. Pienso estar un tiempo y volver antes de fin de año a presentar lo que haga, si es que me sale algo (…) porque por ahí no me sale nada (…) Yo no me voy a Estados Unidos porque quiero triunfar en el mercado de allá, sino que voy porque pretendo modificarme yo. Siento que necesito aprender un montón de cosas. Si me quedo acá corro el riesgo de quedarme estancado en una actitud musical y una actitud de vida, entonces quiero un poco de energía, un poco de electricidad, un poco de rapidez”. 

Finalmente, Charly, un músico inquieto de 31 años, volvió a Nueva York, alquiló un loft en un rincón de Manhattan, donde convivió con Zoca, su novia; Pedro Aznar y su novia. Los cuatro, allí, fueron testigos y partícipes necesarios de uno de los mejores discos de la historia del rock argentino. Porque sí, durante aquellos días neoyorquinos, le salió algo. Le salió Clics Modernos. 

En “No digas nada” (Sudamericana), la brillante biografía de Charly García escrita por Sergio Marchi, puede leerse: “En Nueva York yo tenía la intención de alquilarme un loft por un mes y laburar ahí. Me dijeron que me iban a matar con el precio pero fui con Pirín (Carlos Geniso, influyente promotor de espectáculos), que era del lugar y llegamos a uno que mataba. El guía se puso a hablar con la dueña y le batió ‘music artist of South America in the kitchen in the morning’, mientras yo tocaba el piano que había ahí, un Steinway bárbaro. Finalmente la mina nos cuenta que se va de viaje y me dice ‘I like your energy’. Nos cobró solo mil dólares, nos dio las llaves y nos dijo que cambiáramos el número de teléfono porque ella se llevaba el que estaba. Así de fácil”. 

Con la plata de Pirín fueron a golpear la puerta nada menos que de Electric Lady, el estudio fundado nada menos que por Jimi Hendrix. Sin la banca de una compañía discográfica detrás que soportara los gastos de semejante inversión, desde adentro les preguntaron si sus padres eran millonarios o qué. Charly les mostró un fajo de dólares y las puertas se abrieron. 

Sigue diciendo Charly en “No digas nada”: “En ese momento me presentaron una lista de los ingenieros de la casa; un montón de nombres y, casi al final, estaba el de Joe Blaney, que había grabado Sandinista! de The Clash (N. de R.: en realidad fue Combat rock). Pensé que si había hecho eso no se iba asustar con un sudaca (…) Nos sentamos y hablamos mientras Zoca andaba por ahí; el mono vio el ambiente y no sabía quién era yo. Me pidió que le mostrara algo y le puse Yendo de la cama al living; cuando escuchó ‘No bombardeen Buenos Aires’ me empezó a preguntar cómo había grabado los tambores. Primero le gustó la música y más tarde vio que era serio. No sé qué esperaría él, pero cuando le dijeron Argentina, había pensado en algo raro”. 

Los músicos y las máquinas 

Una vez resuelto el estudio y el ingeniero de grabación, el paso siguiente era dar con los músicos cesionistas adecuados. Ya contaba con Pedro Aznar para el bajo y ahora requería hacerse de un buen baterista porque en un principio Charly no tenía en mente usar la máquina de ritmos de manera tan intensiva, pero resultó que ese buen baterista, que era Tony Smith no funcionó. Sin tiempo y sin presupuesto para buscar un reemplazo adecuado, Charly tomó una decisión: reemplazar al baterista con “la Rucci”, la Roland TR-808. Charly reinventó el concepto que tenía del disco. Sí, al principio, Clics Modernos iba a sonar diferente. ¿Cómo? Nunca lo sabremos. 

De todos modos, las partes escritas para batería convencional fueron tocadas por  Casey Scheverrell, a quien le indicó exactamente lo que tenía que tocar. 

Por su parte, Joe Blaney se encargó de contactar al legendario guitarrista Larry Carlton quien grabó las cuerdas del disco Off the wall de Michael Jackson, además de trabajar como cesionista para Sammy Davis Jr., Quincy Jones, Steely Dan, Joni Mitchell, Paul Anka y John Lennon. El último músico, que tuvo un rol apenas secundario, fue el saxofonista Doug Norwine, quien ejecuta un solo en la canción “Nuevos trapos”. Todo lo demás sucedió entre Charly, “La Rucci” y, en menor medida, Pedro Aznar. 

Las canciones 

¿En qué consistió la renovación encabezada por García?, se pregunta el periodista y escritor Eduardo Berti en “Rockología” (Beas Ediciones, 1994). “Fue una propuesta de arreglos minimalistas, ritmos bailables, máquinas de percusión y una nueva mezcla: la voz y la percusión adelante, mezcla sin duda influenciado por la aparición del walkman…” 

Algo parecido dijo Charly García, como puede verse en la mencionada biopic de Páez, cuando, mientras escucha el disco junto a la banda con la que lo presentará en vivo, sentencia: “Minimalismo, polirritmia, neoclacisismo, diversión y, si se puede, una pátina de ambigüedad”. Y, por si fuera necesario, Andy Chango en la piel de García, menciona: “Se va a llamar Clics Modernos”. Y pone play una vez más. 

El disco abre, por supuesto, con un solo de “La Rucci” o, lo que es lo mismo “Nos siguen pegando abajo (pecado mortal), una de las tres canciones, junto que “Dos, cero, uno (Transas)” y  “Plateado sobre plateado (Huellas en el mar)” que tiene una parte del título entre paréntesis. Se debió conflictos con Sadaic al momento de registrarlos. Los nombres originales están entre los paréntesis. 

El disco sigue con “No soy un extraño”, una de las mejores composiciones de García. En clave de tango electropop, refiere tanto a sí mismo en una ciudad que no es la suya como a aquellos que regresan a Buenos Aires, tras el exilio: “Acabo de llegar/no soy un extraño…”  

“Dos cero uno (Transas)” vuelve a referirse a sí mismo de un modo irónico: es él mismo quien “se cansó de hacer canciones, se cortó el pelo y se vendió a Fiorucci”. “Nuevos trapos”, el cuarto track del lado A, es como se iba a llamar el disco hasta que dio con el célebre grafiti y el street art de la figura humana pintada en negro. Cierra “Bancate ese defecto”, una lectura de época dominada por la imagen y el hedonismo exacerbado de los ‘80. 

Arriba, Walker Street & Cortlandt Alley, en 1982. La célebre esquina donde se tomó la foto de tapa. Abajo, Walker Street & Cortlandt Alley, en 2023, ahora rebautizada oficialmente Charly García corner.

El Lado B del LP abre con “No me dejan salir”, bien moderan y bailable; le siguen “Los dinosaurios”, “Plateado sobre plateado y “Ojos de video tape”, otra joya lírica y musical. 

Fue tal impacto que generó su primera escucha que nadie supo bien que hacer con Clics Modernos. No era el Charly García que esperaban, pero sí era lo que Charly García esperaba que sucediera. Porque sabía perfectamente lo iba a suceder: la gente, finalmente se pondría a bailar. 

El clic moderno de la tapa

“Nuevos trapos” era como se iba a llamar el disco hasta que Charly, recorriendo el barrio donde había alquilado, se encontró con la imagen de una silueta negra con un corazón blanco y la frase “modern clix”, que era el nombre de una banda under del lugar. Para Charly aquello fue literalmente un click porque no solo le hizo cambiar el nombre, sino que fue la imagen de la tapa del disco. La foto fue tomada por el fotógrafo Uberto Sagramoso, con quien Charly estaba trabajando. 

La pared intervenida por García con el grafiti Nuevos Trapos, tal como se iba a llamar el disco.

El disco, editado un día como hoy, pero de hace 38 años, fue una sorpresa absoluta para todos porque no sonaba a nada de lo que hubiera hecho antes: canciones hechas de samplers, máquinas de ritmo y teclados electrónicos. Clics Modernos fue la puerta de entrada a los ‘80 y quien otro sino Charly iba a tener su llave. 

Fue presentado el 15 de diciembre con cuatro shows en el Luna Park. Para que eso sucediera, Charly tenía que armar una banda de verdad. Para ello fue a buscar Guyot, Iturri y Toth, que eran la banda de Raúl Porchetto. y que luego serían los GIT. Y junto a ellos un talentoso tecladista, compositor y arreglador rosarino: Fito Páez. El rosarino entraba al Universo García por la puerta más grande.


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