Escenas de una vida

En “Escenas frente al mar” Kitano Takeshi marca una ruptura con su cine.

Kitano Takeshi sabe que no tiene por qué explicarnos nada. Es que las cosas importantes se explican solas. “Escenas frente al mar” simplemente transcurre. Incluso sus primeros minutos parecen extracciones de la realidad y no el producto de un elaborado concepto estético o del montaje.

Como tantos artistas brillantes, el director japonés hace fácil lo difícil. La historia se puede expresar en pocas palabras: un chico que trabaja como recolector de basura un día encuentra una tabla de surf y decide aprender el deporte. Al principio le cuesta, pero termina transformándose en uno de los mejores.

Las imágenes de Takeshi son repetitivas, impactantes a la vez que profundas. El chico lucha contra su propia falta de equilibrio con tesón y humildad. Poco a poco las cosas van encajando. Porque nada es fácil para él.

Su sordera le impide participar en un concurso en el que se esperaba una buena performance suya (“No escuchó cuando lo llamaron a inscribirse”, explican los amigos), pero también conocer el sonido del mar.

Sin decirnos demasiado Takeshi sintetiza, en lo que dura el filme, la vida de un hombre. Su búsqueda, sus deseos, sus problemas. Los amigos, la indiferencia, el calor del grupo y la fatalidad. Parece increíble que el director pueda abarcar tantas marcas sin perder pie en ninguna. No pocos seguidores de “Beat” se encontrarán con una obra completamente distinta de lo que venía haciendo hasta hoy.

Muy lejos de “Violent Cop” y algo más cercana, en ciertos encuadres y por supuesto en su relación con el mar, a “Flores de fuego”. Takeshi ya ha planteado que él mismo se encuentra en una etapa de cambio y que los encasillamientos no le quitan el sueño. Cuando tenga ganas de salir a romper cabezas lo hará. Sabe hacerlo como los mejores directores del género.

Además Takeshi no encaja demasiado tampoco en el marco del nuevo cine oriental. La supuesta lentitud de este nuevo filme es sólo aparente. Hay una rara y vertiginosa forma de explicar la condición humana en esas largas estancias sobre la arena, mientras el horizonte azul vira a rojo y escuchamos el sonido de las olas que jamás llegará a descifrar el protagonista del filme.

No es un detalle menor. En una suerte de sabiduría creativa Takeshi dice en “Escenas frente al mar” que la vida pone sus propias condiciones y debemos adaptarnos a ellas.

Seguir es un mandato para cumplir nuestras obsesiones o nuestros sueños. Porque nadie sabe qué hay allá donde el cielo y el mar se juntan. Nadie.

Claudio Andrade


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