Esclava del teléfonoEl cine, herencia de familia

EDUARDO ROUILLET

Mientras aparecen los títulos de «Una novia errante», Inés, la novia en cuestión, y su pareja Daniel Hendler discuten a bordo de un micro que los lleva a Mar de las Pampas para unas breves y evidentemente fallidas vacaciones otoñales. El ómnibus se detiene. Bolso al hombro, Inés baja y, sorpresivamente, se queda sola al borde de la ruta. A partir de allí, caminatas por los bosques, extraños amables, amigos efímeros, repetidos desesperados y frustrados intentos por recuperar al hombre que ama, teléfono mediante. «Cuando perdemos algo, si además no podemos aceptarlo, nos vemos en grandes problemas, porque la lucha es quijotesca. Hay en Inés un Quijote, porque pelea contra la realidad de algo que está claro desde antes que suceda», dice Ana Katz, no sólo la directora sino también la protagonista de esta película aplaudida en el último Festival de Cannes, premiada en el Festival de Cine Independiente, y en «Cine en Construcción» en San Sebastián del 2006.

La película, que se estrenó el último jueves en Neuquén, muestra justamente a esa novia errante, en «el estado del enamorado que pierde la objetividad, se equivoca, y se vuelve torpe, ya que por un lado se muestra completamente entregado y paralelamente se vuelve egoísta e injusto», dice Ana katz a «Río negro»

«Es algo ligado al enamoramiento, que en general se cuenta desde un estado idealizado, desde la pureza, la comunión entre personas. Y también está la experiencia amorosa vivida de manera interna. Y en ese sentido es tortuosa, sobre todo cuando el sentimiento es casi de ceguera. Entonces, se vuelve turbulento. Esto no es algo de mi vivencia, pero me interesa y me impresiona la fragilidad de las escenas. Algo muy ligado a la vida, que es normal, relacionado con el constante cambio y la transformación de las situaciones. Alguien que está, de golpe desaparece; no está y aparece. El tema éste del teléfono continúa hilando Ana… es difícil que alguien no haya experimentado alguna vez que el centro del universo, por una tarde al menos, lo ocupe una línea telefónica. Después, uno extrema la escena para contar algo. Al escribir el guión decidís una situa

ción, una percepción que tuviste, y hacés una historia mezclada con otra. Los guiones son un Frankenstein de inventos, cosas que uno observó, cosas que vivió.

Que terminan siendo lecturas interesantes para el espectador, porque con alguno de esos puntos se conecta, se relaciona…

Muchos amigos me dijeron que se habían identificado con Inés. Hay cosas muy femeninas en cómo ella reacciona, pero el hecho de ser dejado de golpe, le cabe al hombre y a la mujer. A veces, al hombre, hasta se lo ve más desprotegido; da la sensación de mayor desamparo. La mujer tiene, al menos, el permiso social de expresar, de llorar en público. El hombre lo vive, lo sufre, pero parece gallardo antes que dolido. Y a mí

eso me gusta, me interesa.»

«Una novia errante» es una experiencia personal, además de cinematográfica. Protagonizaste toda su historia; aunque la hayas escrito. Aunque sea un guión, pasaste por las situaciones de tensión, emoción, dolor e incertidumbre que transitaba Inés…

Durante la película, Inés está en un mar revoltoso. Yo tenía la sensación de que a ese personaje le falta peso. En un punto parece que la llevan las olas, que va y viene. El guión lo escribimos con Inés Bortagaray y la Inés que hice, piensa en Miguel como una manera de llenar un vacío. No es sólo amor lo que se percibe, porque esa cosa compulsiva de llamarlo tanto y tan seguido, tiene una dosis de egoísmo importante. Toda persona enamorada ve lo que quiere ver… para mí fue una experiencia importante. La película habla de atreverse a la soledad, sea como sea, te vaya como te vaya. Por otro lado, encontré algo de libertad en este proyecto, que quería hacer y temía cómo podía resultar, en su momento;. Me preguntaba si estaba bien que lo hiciera, que lo actuara, que lo dirigiera. Algo de tomar el riesgo de escenas que uno sabe que debe hacer, y la decisión de realizarlas, va más allá del resultado, de cómo salgan. Después, cuando la película fue recibiendo apoyos y palmadas de diferentes tipos, obvio, termina siendo maravilloso, pero me produjo un crecimiento enorme haber podido tomar la decisión de transitar un camino propio, que no siempre va en la misma línea de lo que se espera sea una buena carrera. Se trata de hacer el camino personal, tomando inclusive el riesgo de ir por zonas más expuestas. Pero así quería hacerlo, cosa que me dio mucha alegría, me dio un pase libre para apostar desde este oficio. Y resultó una historia sencilla, pequeña, pero muy

abierta, con muchísimas aristas para relacionarse y emocionar a quien haya pasado por situaciones de ruptura.

Katz nació en Buenos Aires en 1975. Egresó de la Universidad del Cine, donde realizó «Ojalá corriera viento» y varios cortometrajes más.

Estudió actuación con Julio Chávez y Elena Tritek. Su primer largo, «El juego de la silla» que también dirigió, actuó y guionó, fue estrenado en el Festival de San Sebastián, en el 2002, donde ganó Mención Especial del jurado, y obtuvo los premios Casa de América y Mejor Ópera Prima en Toulouse. Actuó en la película uruguaya «Whisky». Escribió y dirigió obras de teatro como «Lucro Cesante» durante tres temporadas en cartel. «Bienestar», su último guión cinematográfico, ya ganó el Festival de Amiens, Francia, para desarrollo de proyecto; fue seleccionado en España para la Beca Fundación Carolina; y recibió el premio Vision Sudest del Festival de Friburgo, Suiza.

«Hay algo que acá (en Buenos Aires) es muy difícil de vivir. Como es tan alienante y uno tiene múltiples posibilidades de dispersión, casi no te das cuenta de que estás solo. Digamos: podés trabajar, volver a casa, chatear, hablar con amigos, podés ocuparte y ocultar la soledad para irte a dormir sin casi pensar, sin encontrarte a vos mismo.»

¿Por eso ubicaste a tu personaje en una playa en otoño, obligándolo a verse y a ser visto?

Exacto, es verdad. Cuando estás en un lugar así, yendo de un lado a otro, te empiezan a notar. Cuando escribíamos el guión, viajábamos con la co-guionista para estar en las locaciones. Como fuera de temporada hay tan poca gente en las playas, te cruzás con la misma persona a la mañana, a la tarde la saludás, y a la hora de cenar en el único restorán abierto, comentás alguna pavada. Esos extraños se van volviendo apenas familiares por unos días, por el sólo hecho de pulular en la misma zona. Me interesa ver qué hace que uno se conozca, viva con otras personas; haber aparecido justo en el mismo lugar, ser contemporáneos. En balnearios así, los personajes se vinculan porque están. Cada uno tiene su mundo y no terminan de estar juntos…

De ahora en más, en qué otros lugares irás a bucear?

Para ser honesta, tengo un guión escrito que quizá haga pronto, pero me ocurre como en una carrera de caballos cuando todos están casi a la par… hay distintos proyectos a los que podría dar rienda suelta y quiero tomarme un par de meses para ver con cuál comprometerme. Una película es un proceso de varios años y requiere que el tema elegido exprese lo que quiero contar. Hay algo todavía no agotado en mi interés, esta cosa de buscar, de manera un tanto desorientada, la satisfacción, qué me va a gustar. En las películas de Woody Allen, el mismo pasa desorientado por un pasillo, se lo ve perdido en las reuniones. Eso me gusta mucho, porque siento que todo el mundo está perdido fingiendo que sabe cómo es la historia, porque queda bien parecer ubicado y seguro. Pero, en realidad, para mí, una de las cosas más lindas que tiene una persona es que se le note la desorientación. Me falta indagar por ahí.»

¿Por qué elegiste el cine para expresarte?

En teatro trabajo bastante, alterno, no es menor mi vínculo con el teatro. Me gustan mucho las escenas, las situaciones, desde lo visual y desde lo dramático. Hay algo en las imágenes y en la manera de contar del cine que me atrae. Yo soy una espectadora maravillada siempre. Me encanta ver películas y es difícil que algo me guste más que eso. En una época pensaba qué feo la vejez, y un día me imaginé con ahorros para pagar una asistente que me alquile películas y yo le pueda decir: (Ettore) ¡Scola! Y que me pase un filme suyo… en un punto, cuando veo un peli, siento que no importa más nada. Puedo disfrutar enormemente.

A veces, una película, por alguna extraña razón, coincide con un momento de nuestras vidas, y llega a marcarte, a producir un cambio. Es constitutiva de un volantazo. Salís de verla y sentís que se te armó otra mirada. Me ha pasado de sentirme tan bien expresada en algo que no sabría cómo expresar. Me sucede con la literatura también, y es maravilloso.

» «Esta película trata sobre quienes han llamado a alguien de modo insistente e irracional, o han cortado el teléfono con furia y luego sintieron un irrefrenable deseo de volver a marcar el mismo número. Y al escuchar la voz del otro, provocador de un enamoramiento desaforado que no teme demostrar el hartazgo ante la insistencia, han sentido en vano ganas de tocarlo, besarlo y amarlo por siempre».

» «Trata también sobre quienes fueron capaces de permanecer largos ratos con la mirada fija en el teléfono, y alternadamente han confirmado que la línea funcione, con la preocupación de que el otro llame en el preciso instante en que se descuelga el auricular, y encuentre la línea ocupada, y sus ansias de llamar sean tan débiles que ese intento fallido baste para no volver a intentarlo».

» «Y trata sobre los que han vivido escenas amorosas, imborrables, con el sufrimiento secreto de que el más mínimo incidente puede correr el velo y alumbrar el horror; que han caminado de la mano de su amante con un nudo en la garganta, y han llegado a desear que todo se termine, para evitar que en algún momento pueda terminarse. Para quienes, luego, se olvidaron de todo. Y tiempo después, volvieron a empezar».

ucía Puenzo debutó en la realización cinematográfica con la película «XXY», sobre una chica hermafrodita, que protagonizan Ricardo Darín y Valeria Bertucelli. Co-libretista de «La puta y la ballena», de Luis Puenzo, su padre, de «A través de tus ojos», de Rodrigo Furth y de «La mitad», un filme inédito de Marcelo Piñeyro; Lucía, de 34 años, tiene como proyecto escribir un libro que producirá en Estados Unidos el mismísimo Stephen King.

«XXY» recibió el Premio de la Crítica en el último Festival de Cannes por la valentía que ostentó al presentar el caso de una chica que nació con ambos sexos (Inés Efron) y sufre la alternativa de ser operada o permanecer expuesta a su destino.

«En esta película trabajamos mucho para que no se tornase verborrágica dijo Puenzo en charla con Télam, hubo muchas situaciones que improvisándolas podrían haber tenido más texto, porque los personajes tenían motivaciones por debajo».

Hay una violencia soterrada en la relación entre los padres y el cirujano que quiere operar a la chica y su esposa (Germán Palacios y Carolina Peleritti).

En el caso puntual del médico, cualquier otro hombre se iría o contestaría a los desplantes del padre; pero es tan grande el deseo que él tiene de llegar a hablar con el personaje de Ricardo que tolera lo que otro no toleraría. El cirujano cree realmente que la operación que quiere hacerle a la chica va a hacerle bien; porque también los silencios fueron muy trabajados, trabajar con lo no dicho, con que el texto tuviera lo que tiene sin depender de la palabra.

¿Cómo fue trabajar con los chicos, sobre todo la escena de sexo que sorprende tanto por la inversión de roles?

Todos teníamos un poco de ansiedad por esa escena, pero al fin la pasamos muy bien. Así que nos quedamos solos en ese galpón, ellos dos, la directora de fotografía Natalia Braier y el resto del equipo quedó afuera. Creo que fue la escena que trabajamos con más tiempo y calma; nos pasamos un día entero, porque además Inés y Martín (Piroyansky) son dos actores que se animan a todo, además de proponer constantemente y no tenerle miedo a nada.

Vos ya tenés una carrera encaminada, ¿pero cómo vino el vínculo con tu papá en ocasión de tu primer largometraje?

Yo vengo desde hace doce años en el terreno de la escritura y esta es la primera vez que me acerco a una cámara después de unos cortos, y fue muy bueno aislarnos, viajar en grupo a Uruguay y la distancia estaba muy bien para tener las opiniones que yo quería, y no otras. Es decir, preservarme. Yo estuve muy rodeada y apoyada, y mi viejo fue no sólo uno de los productores sino que tengo tres hombres más en la familia que hacen cine (uno camarógrafo, otro que hizo foto fija) y como directora me reúno con gente de confianza, que algunos son de mi familia.

¿Cuál es el cine que te interesa, cuáles los directores?

A mí me interesa más el cine de personajes que de peripecias; me interesan John Casavettes o Todd Solondz, gente del cine independiente norteamericano que trabajan en una cornisa entre el drama y el humor, muy filosa, y se quedan parados en ella y nunca caen. O tipos como Bruno Dumont, Robert Bresson o Werner Herzog, pero también me gustan las comedias de Woody Allen, o sea un espectro muy grande, donde además priman más los personajes que la peripecia en sí. (Télam)


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