Eso que llaman «la nuestra»

Existe en el fútbol argentino una idea nunca demasiado clara, pero siempre presente: «la nuestra», un modo de jugar al fútbol que nos identifica y nos caracteriza. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de «la nuestra»?

En principio se trata de un juego en el que abundan el toque corto, la pared, la gambeta y un 'diez' que le dé a la pelota la dirección inesperada.

Pero hay una característica de «la nuestra» que tiene que ver con el tiempo. Siempre se habla del pasado como la época en la que se jugó de esa forma. Como todo tiempo pasado fue mejor, dicen, el fútbol de aquel tiempo también lo fue. Aquellas delanteras de los '30 y '40 nos iluminan los ojos: cinco delanteros por formación; goleadores con más de 50 goles por temporada y canchas siempre repletas, bastan para imaginarnos que aquellos equipos de antaño sí hacían «la nuestra». Y no como ahora que se lo ha «europeizado» a la fuerza.

Pero fueron años de nula competencia internacional a nivel de selecciones, con la excepción de la Copa América, ganada hasta el cansancio por Argentina. Quizás la última generación de aquellos jugadores fue al Mundial de Suecia'58 -se volvía a los mundiales después de Italia'34- y se volvió eliminada en primera ronda goleada por Checoslovaquia 6 a 1. El paradigma de «la nuestra» entró en crisis.

A partir de los '60, la táctica se hizo cada vez más rígida y el buen espectáculo -la consecuencia lógica de hacer «la nuestra»- se fue alejando de las canchas argentinas.

Pero nada es absoluto en el fútbol. Siempre se intenta jugar poniendo en práctica «la nuestra». No se trata de una cuestión de antes o de ahora. Se trata de antes, de ahora y de mañana. Se trata de siempre.

Digámoslo de una vez. «La nuestra» es un ideal; más aún, es una utopía. Nadie juega exactamente a «la nuestra», pero todos aspiran a ella. No hubo ni habrá equipos que la apliquen y sean paradigma de ella, pero todos tienen algo de ella. Unos más, otros menos, pero tienen. Como toda utopía, nunca se alcanza, pero se aspira a ella, se desea.

En cada arranque de Tevez, en cada pisada de D'Alessandro, en cada pase gol de Riquelme, en cada desequilibrio de Aimar, habrá siempre mucho de «la nuestra».

Juan Mocciaro

jmocciaro@rionegro.com.ar


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