Arlt, Nalé Roxlo y cómo iluminar la noche

Mientras Nalé arrodillado sobre los hombres del autor de “Los siete locos” maniobraba para sacar rápidamente el farol, Arlt bromeaba: “Mire, Nalé, si fuera en cana por robar el fuego sagrado de la municipalidad, como Prometeo”.

Siempre la oscuridad ha incitado nuestros miedos. De allí la obsesión a lo largo de los siglos por iluminar la noche, hacerla lo más parecido al día de acuerdo con la tecnología de la época. Hoy con la iluminación le den los centros urbanos estamos cada vez más cerca de vivir eternamente de día. Además nos basta con estirar una mano hasta una perilla y la luz se hace, y a veces es una fotocélula la que realiza el trabajo por nosotros.
Pero esto hasta hace muy poco tiempo no fue así, especialmente en las zonas rurales iluminar la noche dentro de las casas implicaba cierta rutina. En las chacras, mi infancia tiene el recuerdo permanente del farol de noche colgado en el techo. De allí se bajaba cuando la tarde caía, se le llenaba el depósito con kerosén ( hoy ya casi no se consigue), se buscaba la alcuza que contenía alcohol para prenderlo y luego un fósforo y lentamente el globo de amianto ( le llamaban “camisa”) iba tomando temperatura y luminosidad; y en ese momento había que “bombear” con una especie de inflador que gasificaba el combustible y entonces se transformaba en un verdadero “sol de noche”. Tenía también una especie de manijita que había que girarla si se tapaba la entrada del kerosén y frecuentemente había que bombear ya que cuando disminuía la presión bajaba la luminosidad. Los faroles de este tipo más famosos eran los “Petromax” que iluminaron las noches de varias generaciones.
Cuenta el querible—y a veces olvidado escritor—Conrado Nalé Roxlo, que en su juventud vivía muy lejos del centro de Buenos Aires, que su calle se alumbraba con faroles de kerosén y que frecuentemente su “sol de noche” lo dejaba a oscuras por falta de combustible. A oscuras quedaron una noche en plena charla con su amigo un tal Roberto Arlt, por lo que salieron a robar uno de la cuadra. Mientras Nalé arrodillado sobre los hombres del autor de “Los siete locos” maniobraba para sacar rápidamente el farol, Arlt bromeaba: “Mire, Nalé, si fuera en cana por robar el fuego sagrado de la municipalidad, como Prometeo”.


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